PONTIFICIO INSTITO
GIOVANNI PAOLO II
PARA EL ESTUDIO DEL
MATRIMONIO Y FAMILIA
Recensión Final de la obra
“Pureza e Virginidad”
de Dietrich von
Hildebrand. Roma 2004
Obra: “Purezza e Verginitá”
Autor: Dietrich von Hildebrand,
Editor: Borla Editore, 210 páginas,
Torino 1964
Presentación
¿Cómo hablar de pureza a los
jóvenes de hoy? ¿cómo hablar de virginidad a un mundo que cuestiona la
castidad?, ¿Cómo hablar de donación de sí a un mundo que solo busca poseer?
En estos días, a inicios del
tercer milenio, la obra de Dietrich von Hildebrand “Pureza y Virginidad” busca
que podamos comprender la virtud de la pureza y la misteriosa belleza de la
virginidad consagradas a Dios; cobrando vigencia especial en su serio esfuerzo
por demostrar la importancia de estas dos virtudes y el valor que representan
para aquellos que buscan consagrarse a Dios de una manera seria y responsable.
La voz de Dietrich von Hildebrand se levanta, profética y luminosa capaz de
mostrarnos el camino a seguir en un mundo que vive en la penumbra de la verdad.
La obra está dividida en dos
grandes secciones: la primera es dedicada a la Pureza y la segunda a la
Virginidad; divididas a su vez en tres partes la primera y en dos partes la
segunda. El punto de partida de la reflexión del autor parte de la sexta
bienaventuranza del “Sermón de la Montaña”: “Bienaventurados los de corazón
limpio, porque ellos verán a Dios”. Éste es el fundamento escriturístico para a
hacer de la virtud de la pureza el centro de la moral cristiana, y de otra parte
presupuesto indispensable por la unión con Cristo. El concepto de pureza ha
sido subvalorado, porque algunos la reducen al sentido común, otros la reducen
a una casuística individual y otros ven el ideal de la pureza como separado de
la esfera de los sentidos”.
Pureza e Impureza, y su relación con la esfera sensual.
La virtud de la Pureza no puede
ser tomada en cuenta en el hombre fuera de la esfera sensual. Pero es necesario
distinguir la esfera física de la sensual, mientras que en la primera se ubica
la satisfacción de las necesidades básicas, la segunda supone, en cada una de
sus manifestaciones, la participación del alma.
Desde San Agustín, la Iglesia
asigna al matrimonio una triple finalidad: “Fides” (fe), “Proles” (hijos) y
“Sacramentum”. Proles (hijos), por cuánto el hombre es un ser vivo; fe, por
cuánto el hombre tiene una sed trascendental; y Sacramentum, por cuánto busca
la comunión con Dios.
La expresión física del amor
conyugal se convierte en un total abandono del yo al otro en una unión
incomparable. Tal regalo representa un donarse recíprocamente él uno al otro.
Existe pues una estrecha conexión entre la esfera sensual y la esfera
espiritual. Von Hildebrand diverge radicalmente de los psicoanalistas que
reducen el amor entre hombre y mujer, a una “sublimación del instinto sexual”;
Acusándoles de una absoluta incomprensión de la estructura espiritual de la
persona y de desconocer la esencia del amor, el acto espiritual más elevado.
Es necesario adquirir conciencia
de la plena independencia y soberanía del amor sobre la esfera sensual. En la
esfera sensual el amor conyugal es su propia centralidad, su poder específico
de unión y fusión. Solo entonces comprenderemos la conexión existente entre
esfera sensual y amor conyugal. Concebir exclusivamente el amor conyugal como
medio para la procreación, significaría subordinar a la persona "en
quantum homo" a la persona "en quantum animal", posición
típicamente materialista; por lo que reducir la conexión entre esfera sensual y
espiritual a una simple relación de finalidad, presenta el grave peligro, de
reducirlo a una concepción biologicista. Por esto, aunque la unión conyugal
tiene como fin la procreación, asume al mismo tiempo el sentido de una unión de
amor único, de donación de sí mismo para que éste no se convierta en un acto
bestial.
La esfera sensual, sin embargo
presenta una dualidad misteriosa, ofrece dos posibilidades: dónde el hombre, o
se entrega al misterio conyugal, donde la unión de dos seres ocurre a la
presencia de Dios, o se entrega al misterio de un horrible pecado, entregando a
la carne, profana y violenta separándose de Dios. En esta relación estará
presente siempre el peligroso abismo del pecado a que nos conduce el abuso de
la esfera sensual. En síntesis podemos afirmar que la esfera sensual porta un
aspecto positivo y dos aspectos negativos: aquel del amor como don de si y
querido por Dios, y por otro lado las dos caras negativas: El atractivo
portador de turbación y la seducción demoníaca .
Un acto se vuelve inmoral cuando
la atracción se ha independizado del otro ser pasando éste, de fin de nuestra donación a convertirse en el
objeto de nuestra pasión. Este acto puede definirse como una degradación del
sujeto, equivale a una terrible profanación, a la que se llega cuando una algo
destinado a un alto fin es usado en un sentido diametralmente opuesto al
original.
Cuando la esfera sensual se vuelve
autónoma, la persona resulta contaminada, el alma se vende a la carne y se
determina una separación de Dios, que no encuentra paralelo en ningún otro
pecado. Buscar solamente la esfera sensual por el placer físico que
proporciona, lleva al hombre al grado del animal. Entregándose al placer
sensual, el espíritu se hace esclavo de la carne.
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