El progreso avanza cada día en nuestra vida con el trabajo de los hombres y las mujeres. Pero, en mi anterior artículo dije que en muchos países en los que impera la mentalidad progresista, en algún o algunos aspectos de sus políticas quebrantan aspectos importantes relacionados con la dignidad humana.
Véase el mapa de los países de América, de África, de Asia.
También de Europa, porque también en el Viejo Continente se da este fenómeno.
En muchos de ellos el régimen político es la democracia. Pero
la democracia no es en sí misma la gloria. ¡Ojalá lo fuera! Y lo más
sorprendente es que esas democracias se sostienen por el voto de los propios
ciudadanos. O sea, que los ciudadanos de esos países contaminados en la falta
de respeto por la dignidad humana mantienen democracias que atentan contra su
propia dignidad: ¡Tremendo, de verdad!
Cierto que en muchos casos los ciudadanos ignoran lo que
realmente ocurre. Pero ¿no es una grave falta cívica esa misma ignorancia?
Sugiero una vuelta apasionada a la clásica lectura: El
ingenioso hidalgo, El alcalde de Zalamea, La última del cadalso, Los cuatro
amores (Lewis), Carlos V (M. Fernández), Los árboles mueren de pie (A. Casona)
Estudios sobre el amor (O. Gasset), El bosque animado (W. F. Florez), Señora de
rojo sobre fondo gris (Delibes), El amor inteligente ( E. Rojas), La educación
en un mundo líquido (Bauman), Tomás Moro (P. Ackroyd), Crimen y castigo
(Dostoievsky). Momentos estelares de la humanidad (S. Zweig), Ética a Nicómaco
(Aristóteles), Helena o el mar del verano (J. Ayesta), Quién es el hombre (l.
Polo), El fin de la inocencia (S. Koch)…
La lectura, la buena lectura, descubre mentiras, nos afina en
la verdad, nos da sólidos argumentos, nos proporciona seguridad.
¡Amigos: mejoremos nuestros criterios!