Gente de fe
creó y apoyó las universidades: el caso de la Ciudad Universitaria de Madrid
La Ciudad Universitaria de Madrid empezó a planificarse hace
90 años, con figuras católicas de la ciencia y la política.
Alfonso V. Carrascosa / ReL31 diciembre 2017
Coincidiendo con el 500 aniversario de la muerte del Cardenal
Cisneros (es.cisneros2017.es) - fundador en 1499 de la Complutensis Universitas
que desde 1996 se llama Universidad de Alcalá-
se cumplen 90 años de la puesta en marcha de la actual Universidad
Complutense de Madrid, que tomó el nombre de aquella tras haber sido desde 1836
Universidad Central, constituida básicamente por sus restos.
La Iglesia y la
universidad en Europa
La implicación de la Iglesia Católica española en la
educación ha sido muy relevante. Tras la recuperación de las escuelas
municipales romanas llevada a cabo en época visigótica, durante la Edad Media
la enseñanza pública se impartía en las escuelas palatinas, monásticas y
catedralicias que, a partir del siglo XII, comenzaron a obtener el
reconocimiento académico y el apoyo económico de Papas, Emperadores y Reyes,
recibiendo el título de Studia Generalia.
Impartían los títulos de Magister y Doctor, nomenclatura
existente hoy día y que proviene de entonces (máster y doctor). Muchos de los
estudiantes eran pensionados e iban a diversos puntos de Europa.
Es aquí donde nacieron las pensiones que, p.ej.- en pleno
siglo XX daría en España la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones
Científicas (JAE), como se reconoce en su Real Decreto fundacional. Más tarde
algunos de estos Studia llegarían a obtener el rango de Universitas o
universidad, rango habitualmente concedido por los Papas, que les permitía
expedir títulos de validez universal.
Las primeras fueron la Universidad de Bolonia (1158), la de
París (1200), la de Oxford (1214), la de Cambridge (1318)... En total, a lo
largo de los siglos XIII y XIV los papas fundaron 29 universidades.
La progresiva apertura e incorporación de las ciencias al
ámbito docente universitario corrió de la mano también de católicos,
pertenecientes a órdenes religiosas creadas en el siglo XII. Así por ejemplo,
los franciscanos nutrieron y desarrollaron la enseñanza de las ciencias en la
Universidad de Oxford, mientras que los dominicos lo hicieron en la de París.
En la Universidad de Bolonia dio clase la que sería primera
profesora universitaria de la historia de la humanidad, y a lo que se ve nada
discriminada en el ámbito universitario católico, Laura Bassi (1711–1778), que
compaginó las tareas docentes y científicas con el cuidado de sus doce hijos,
de los cuales ocho fueron bautizados y cinco llegaron a la edad adulta, siendo
tres de ellos canónigos y uno profesor del Instituto de las Ciencias de
Bolonia.
Las antiguas
universidades católicas en España
En España son un ejemplo de la actividad fundacional de
universidades por parte de la Iglesia Católica las de Palencia (1221) y
Salamanca (1255), dándose la circunstancia típicamente española de que, a
partir del siglo XIII, se generó un carácter altruista y caritativo, que
cristalizó en los Colegios Mayores, que tenían como fin dar acceso al estudio a
los pobres.
Además, la Iglesia Católica española pasó a fundar las
universidades americanas, según fueron llegando a ellas como catedráticos
gentes formadas en las Universidades peninsulares. En el mundo hispano los
Reyes, bajo la sugerencia de la Iglesia, crearon inmediatamente universidades,
incluso en Filipinas (la Universidad de Santo Tomás de Manila), a diferencia de
lo que sucedió en el Brasil portugués o en la América anglosajona o francesa,
donde a lo sumo se fundaron colegios universitarios.
Fueron creadas en una época en que las sociedades eran
orgánicas y las universidades eran un órgano más, independientes del poder
temporal, con estatutos y patrimonio propio.
Con el tiempo, el papel de la Iglesia fue usurpado por los
estados nacientes, y las universidades expropiadas, continuando algunas y
desapareciendo en muchos casos otras a la vez que su inmenso patrimonio.
Napoleón fue un relevante personaje en este sentido. No obstante la Iglesia
continuó con la promoción de la investigación y la transferencia de
conocimiento mediante la actividad docente universitaria a través la fundación
de las universidades católicas.
Las Universidades
católicas hoy en España
La actualidad del papel de la Iglesia Católica en España en
los ámbitos educacionales fue recientemente resumido de manera brillante por el
Dr. Jiménez Barriocanal en el acto de presentación de la Memoria Anual de
Actividades de la Iglesia Católica en España 2015.
En relación directa con el conocimiento, su transmisión y su
generación en el ámbito universitario, en 2015 en España había 15 universidades
nacidas de la Iglesia -entre pontificias (Salamanca y Comillas), católicas (de
Valencia, de Murcia, de Ávila y Sant Paciá), de inspiración católica (Navarra,
Deusto, Francisco de Vitoria, Ramón Llull, San Jorge y CEU) y eclesiásticas
(San Dámaso)- y 1 ateneo, con 86.776 alumnos en total (el 69% de los alumnos en
universidades privadas).
Pero la actividad de la Iglesia Católica en pro del
desarrollo universitario es también la llevada a cabo por sus laicos, poco
cuantificada por cierto. En este sentido es especialmente reseñable el papel
llevado a cabo en la puesta en marcha de la Universidad Complutense de Madrid.
Nueve décadas de la
Ciudad Universitaria de Madrid
Hace 90 años, en 1927, se cumplían los 25 años de la llegada
al trono de Alfonso XIII. El rey, que ya había puesto en marcha la Junta para
Ampliación de estudios e Investigaciones Científicas (JAE) o la Residencia de
Estudiantes de Madrid, quiso celebrar
sus 25 años en el trono con la “construcción de los edificios de una gran
Universidad”, para lo cual cedió la finca de La Moncloa con destino a la
construcción de una Ciudad Universitaria de Madrid, a imitación de las que
tenían las más prestigiosas universidades del mundo.
El católico monarca había llevado a cabo la consagración de
España al Sagrado Corazón de Jesús en dos ocasiones. La primera en 1911, al
clausurar el XXI Congreso Eucarístico, celebrado en Madrid, consagración que
tuvo lugar en el mismísimo Salón del Trono del Palacio Real, después de haber
trasladado al Santísimo desde los Jerónimos. La segunda el 30 de mayo de 1919,
también con toda la Familia Real presente, esta vez en el Cerro de los Ángeles,
tras finalizarse la construcción del monumento al Sagrado Corazón de Jesús,
original destruido durante la Persecución religiosa y más tarde repuesto.
Se sabe por el padre Mateo Crawley-Boevey que la masonería
española rechinó los dientes por estos actos confesionales, pero Alfonso XIII
realizó un tercer acto de consagración de España, esta vez al Ángel Custodio,
en la madrileña parroquia de San José, tras el cual se vio obligado a recibir
una delegación de la masonería internacional presidida por el Gran Comendador
del Gran Oriente, el Dr. Luis Simarro, al que Santiago Ramón y Cajal
reprocharía tal vinculación, y ante quien Alfonso XIII se declaró católico,
apostólico y romano, algo que a la postre le costaría el trono, como a muchos
otros la vida.
La Ciudad Universitaria
de Madrid en 1960
La coordinación de las obras de la Ciudad Universitaria se
confió a una Junta Constructora que perduró hasta 1973. El 17 de mayo de 1927
se firmó el decreto que creaba dicha Junta, primer paso para el planteamiento,
diseño, construcción y consolidación de uno de los proyectos arquitectónicos y
urbanísticos más modernos del Madrid y de la España de la época.
En la mencionada Junta Constructora estuvieron presentes
autoridades políticas, académicas y expertos arquitectos, que viajaron por
Europa y por los Estados Unidos para inspirarse en el futuro diseño de campus.
Aunque las primeras inauguraciones tuvieron lugar en 1933, es de destacar que
en la Junta Constructora las autoridades académicas presentes fueron católicos
practicantes, de tal modo que se podría decir sin exagerar que la Iglesia
Católica a través de ellos y del rey fue decisiva en la puesta en marcha de la
UCM.
Florestán Aguilar:
promotor de la odontología
El principal promotor
de la mencionada Junta desde el ámbito académico fue Florestán Aguilar
(1872-1934), catedrático de Odontología de la Facultad de Medicina y director
de la Escuela de Odontología, que fue el creador de los estudios de odontología
en España, además de dentista de Alfonso XIII, y de la familia real de Austria
y de Baviera.
En un número extraordinario de la revista que él mismo
fundara, “La Odontología”, publicado en 1935, aparecen las más claras alusiones
a las creencias de Florestán Aguilar. Dejó escrito Ramón Aizpurúa, médico
odontólogo (p. 214): “Era católico sincero, sin ostentaciones, y su espíritu
cristiano no le abandonó en aquellos momentos… Con entereza, con serenidad
perfecta, que no teníamos los que le rodeábamos, recibió los auxilios
espirituales. Lo hizo con la seriedad que aportaba a todos los actos de su
vida, con un fervor sencillo que solamente le pudo dar la conciencia de haber
dedicado toda su vida al bien”.
El odontólogo Bernardo Martínez Gil escribió (p. 218):
“Fueron administrados los Santos Sacramentos al Dr. Aguilar que los pedía con
el anhelo de quien espera en Dios y desea recibir los consuelos de la Religión
Católica en que vivió. También le fueron colocadas las medallas de su devoción
y la que tanto solicitó de la Hermandad de san Cosme y san Damián a la que
pertenecía”.
Precisamente en la Sesión Necrológica de la Academia
Deontológica de la Hermandad de los Santos Cosme y Damián de la cual era
hermano, el Dr. Zúñiga Cerrudo pronunció (pp. 260-261): “Todos sabéis que por
una gracia especial que el Cielo otorga en abundancia a quien la desea, el Dr.
Aguilar recibió los Santos Sacramentos ‘in articulo mortis’, para que le fuese
impuesta, después de haberlo solicitado vivamente, la medalla de la Hermandad,
que todavía no había recibido…Nada hay más elocuente que revelar la fe del buen
católico que el modo con que prepara la marcha de este mundo… Pues así murió el
Dr. Aguilar, después de una vida fecunda”.
En ABC se darían los siguientes detalles ( p. 369): “…a
petición suya acudió a su domicilio D. Diego Muñoz, párroco de la Iglesia de
San Ginés y director espiritual del finado, quien le administró los Santos
Sacramentos. El Dr. Aguilar confesó y comulgó con gran serenidad”.
En Ahora se desvelaban otros referidos a la capilla ardiente
( p. 375): “Detrás de la cabeza un Cristo obra de Benlliure, que tuvo en vida
sobre la cabecera de la cama y al que el Dr. Aguilar llamaba su compañero…Esta
mañana asistirá el nuncio de su Santidad, Mons. Tedeschini, y el Obispo de
Madrid, doctor Eijo, y en la capilla ardiente se dirán misas de ‘corpore
insepulto’ desde las ocho de la mañana hasta las once y media, en que se
verificará su traslado al cementerio de la Almudena”.
En El Debate se recogía ( p. 384): “El finado ha muerto
después de recibir los auxilios espirituales, como católico ferviente que era.
Sobre el pecho se le colocó, antes de morir, la medalla de la Hermandad de san
Cosme y san Damián…Ha muerto santamente, rodeado de sus discípulos y abrazado a
la Medalla de los Santos Patronos, recibiendo, en pleno conocimiento, con todo
fervor, los Santos Sacramentos”.
Rafael Folch:
historiador de la ciencia farmacéutica.
Otro miembro académico de la Junta Constructora de la UCM,
profundamente creyente, fue el médico
Rafael Folch y Andreu (1881-1960).
En su discurso “Amemus professionem: el farmacéutico del
siglo XVIII como hombre de ciencia” (1940) refiriéndose a su falta de elocuencia: “Pero Dios no se ha
dignado concederme tan valioso como codiciado don, para otorgarme en cambio otro
del que me siento siempre celoso, guardándole eternamente agradecido, como uno
de los tesoros que más aprecio, cual es la firme voluntad y la más buena
intención que instintivamente empleo en todas las obras que tengo que
ejecutar…No queremos sin embargo dar comienzo a esta exposición sin antes
rendir un pequeño homenaje a los tres compañeros que han dejado de colaborar
con nosotros durante el último curso: uno llamado por el Todopoderoso, quien
sin duda habrá querido acogerle con toda su divina clemencia…que Dios les
conceda largos años de vida para que se puedan gozar de la satisfacción íntima
que lleva consigo el haber cumplido bien con el deber que le tenía encomendado
la Sociedad…Pero por ser cada ser humano de origen divino y por poseer el
germen de la Medicina empírica…”, discurso en el que hace además profusa
citación de textos bíblicos.
Al referirse a santa Hildegarda de Bingen detalla “…se
consagró al Señor en el convento de Disenberg…”. De igual manera en su Historia
de la Farmacia (1927) hace alusión cabal al papel de la Iglesia Católica en la
promoción y generación del conocimiento a lo largo de la historia, mencionando
la labor educativa de los monjes así como refiriéndose al importante papel de
la Iglesia Católica en la creación de las universidades.
Antonio Simonena:
médico y senador.
También formó parte de la Junta Constructora de la UCM
Antonio Simonena Zabalegui (1861- 1941), médico, cuyas profundas creencias y su deseo de
servir a la sociedad española le llevó a ser elegido por la Coalición Católica
senador en 1907.
Después de estudiar en la escuela de Artes y Oficios
pamplonesa (1874-78), cursó Medicina en la facultad de Barcelona, en la que se
licenció con premio extraordinario (1885). Ejerció como médico en el manicomio
de San Braulio (1885-88) y como titular en Errazu, plaza que abandonó al
conseguir por oposición la de profesor en la Facultad de Medicina de Santiago
(1891). De ésta pasó a la de Valladolid (1894) y a la cátedra de Medicina de la
Universidad Central, que mereció por oposición (1907). Mereció amplia fama como
especialista clínico y dejó inédito un tratado de enfermedades del riñón.
Pamplona le dedicó una calle en el barrio de San Jorge (1967).
José María Yanguas:
abogado y embajador.
Finalmente nos referimos a José María Yanguas Messia
(1890-1974), vizconde de Santa Clara de Avedillo, que fue un abogado que también formó parte de
la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria de Madrid, y cuyas creencias católicas fueron compatibles con su actividad
de promoción universitaria.
Estudió derecho con los Agustinos de el Escorial, o sea, que
recibió religión en la escuela, lo que no le impidió participar directamente en
la fundación de la más grande universidad española contemporánea en la que la
Iglesia intervino a través de los laicos.
Dejó escrito: “Mas, no por eso, el ideal deja de tener valor
permanente, sobrevive a los vaivenes de los tiempos. El ideal definido por
nuestros teólogos del Siglo de Oro con una visión integral de la gran familia
humana creada por Dios, salió de nuestras Universidades cuando España era la
primera potencia del mundo, y hubiera sido muy humano en los españoles de
entonces ceder a la tentación de la fuerza y del éxito. Prevaleció en su
doctrina la razón, y de ahí dimana su valor universal y perenne”.
A las elecciones de 1923 concurrió en el seno del Partido
Conservador. Su fidelidad a la monarquía le impidieron ejercer ningún cargo
público de relevancia durante la Dictadura franquista, después de acabada la
Guerra Civil. Fue Embajador de España ante la Santa Sede de 1938 a 1942.
Como diplomático participó en el asesoramiento para la
resolución de diferentes conflictos de carácter internacional. Asociado del
Institut de Droit International desde 1923, y nombrado en 1973 miembro de Honor
de la misma. Fue uno de los expertos en Derecho Internacional españoles más
influyentes y reconocidos de su época. Fue un firme defensor del regreso de la
Monarquía y de la entrada de España en la Comunidad Europea, moriría antes de
que ambas cosas sucedieran.
Decía Menéndez-Pelayo, refiriéndose a la valoración que los
españoles hacemos de nuestros logros científicos, que "fuerte cosa es que
los españoles seamos tan despreciadores de lo propio".
A lo largo del análisis que realiza al respecto en su obra La
ciencia española: polémicas, indicaciones y proyectos, llega explícitamente a
afirmar que "desprecian a los antiguos sabios porque fueron católicos y
escribieron bajo un gobierno de unidad religiosa y monárquica". También
los católicos como lo fue él deberíamos entonar un mea culpa similar.
(Alfonso V. Carrascosa es un científico del CSIC)