Hace
unos días, en un concurso, le preguntaban a una concursante qué haría con el
dinero si llegase a ganar el concurso. La chica respondió: “Haré un viaje a un
país exótico con mi pareja”.
Pero
la palabra “pareja” es un término, incierto, admite más de una interpretación.
Pareja es el compañero tenista que participa en uno de los partidos de la Copa
Davis. Es un jilguero con la jilguera, en libertad, o en una jaula, con una
finalidad reproductiva, exactamente lo mismo ocurre con el león y la leona.
También es pareja el conjunto de dos guardias civiles en una actividad de
vigilancia y seguridad. Pareja es el compañero o compañera de baile. Y por
supuesto unos novios y un matrimonio.
La
pareja a la que probablemente se refería la concursante es la “pareja líquida”. Zygmunt Bauman, insigne sociólogo polaco
contemporáneo, habló y escribió extensamente sobre esta cuestión. Estos son
algunos de sus libros: Modernidad líquida; Amor líquido; Tiempos líquidos;
Generación líquida; Vida líquida, etc.
Lo
líquido es la sustancia que se amolda perfectamente al recipiente que la
recibe. Bien trátese del agua, el vino, la leche, el vinagre… El amor líquido,
y probablemente también la “pareja
líquida”, carecen de solidez. Los cuerpos sólidos no se adaptan a cualquier
tipo de envase o recipiente. Y esta solidez es la que no tiene la modernidad
líquida, ni el amor líquido, ni los tiempos líquidos. El amor real y verdadero,
lo mismo que el matrimonio, opta por un compromiso formal, es decir, auténtico
y sólido. Sin embargo, el amor líquido, hoy es un vivir juntos hasta ver qué
pasa; o tomar como envase el matrimonio sin el compromiso de vincularme con la
persona amada de forma estable, según la convención social o familiar. Los
“envases” que permiten la situación líquida de la pareja humana son
innumerables, y tienen como característica común no aceptar la permanencia
duradera.
Será
necesario para evitar equívocos detenernos un momento en lo que real y
verdaderamente es el amor. Amor no es el amor físico, erótico, sino
esencialmente “querer el bien para alguien” (Aristóteles). Los enamorados
italianos lo expresan así: “Ti voglio bene”: te quiero bien. Sí, esto es amar:
querer que el amado, la amada, reciban todo el bien que su cónyuge le pueda dar,
porque amar a alguien siempre es dar. El hombre y la mujer están hechos para
dar.
Lo
que sí sabe la “pareja líquida” es
que la actividad sexual proporciona una fuerte gratificación y equilibrio
emocional y físico, pero nada de atarse a ningún tipo de convicción. Es ejercicio no encuentro. Y olvida, que esa actividad y convivencia pueden tener
horas contadas. Las de que aquellas, en las que para ella o para él, aparezca otro
ser más atractivo/a, simpático/a, personalidad más madura, incluso con un
atractivo económico más notable. En concreto, la “pareja líquida” es más permisiva y carece de componentes
religiosos.
Para
que no quede duda sobre algo tan noble como el amor, prefiero unirme a cómo lo
considera Shakespeare. Veamos su soneto LXVI:
“Fatigado de todo esto, invoco al
descanso
De la muerte, viendo al mérito nacer
mendigo,
Y la miserable nulidad rebosante de
alegría, y
La más pura fe indignamente violada.
Y el dorado honor vergonzosamente mal
colocado,
Y la castidad virginal brutalmente
prostituida,
Y la justicia perfecta, en injusta
desgracia,
Y el poder destruido por la fuerza coja.
Y el arte amordazado por la autoridad,
Y la tontería -en son doctoral-
censurando el talento,
Y la ingenua lealtad mal-llamándose
simpleza,
Y el bien, cautivo, sirviendo al mal, su
señor.
Fatigado de todo esto, quisiera
abandonar el mundo,
Si, al morir, no dejara solo a mi amor”.
Mercedes
Salisachs, en “Entre la sombra y la luz”,
nos presenta al matrimonio de Sergio, hombre orgulloso, vanidoso, egoísta e
infiel, y a Juana, su mujer, una joven guapa, sencilla, amable y enamorada.
Sergio ha muerto en un accidente y tras este suceso se produce el diálogo entre
Juana y Patricio, íntimo amigo del matrimonio:
“-¿Por
qué estás tan segura de que volverás a verlo? Sergio no creía en un Más Allá.
-
Pero yo sí. No
olvides que cuando me casé con él me convertí en su mitad. ¿Recuerdas?: Dos
personas en un solo cuerpo. Eso es lo que somos -continúa diciendo Juana-. Por
eso si me salvo yo también él se salvará. Dios es misericordioso para permitir
que únicamente la mitad de mí misma pueda alcanzar la felicidad eterna”.