Por su parte Leibniz decía que “Dios quiere hacer a los
hombres perfectamente felices, y para ello sólo quiere que lo amen. Ahora bien,
la felicidad suprema no puede ser nunca plena porque siendo Dios infinito no
puede ser conocido por entero”.
Hasta aquí dos grandes pensadores. Pero, la pregunta es: ¿se
puede ser feliz?
Podemos afirmar que cuando una persona es feliz su vida
entera queda transfigurada. Las cosas adquieren un sentido nuevo. Esto ocurre
cuando se encuentra y vive en el amor. Pero también la felicidad depende mucho
del planteamiento, correcto o incorrecto, con que se enfoque o dirija la vida.
Por ejemplo, en el siglo XX se identifica felicidad con
bienestar. Pero no es lo mismo. Podría decirse que la felicidad incluye el
bienestar, pero no al revés. La electricidad da bienestar, pero no tiene porqué
dar felicidad. También en ese siglo se considera que en la felicidad juega
cierto papel la presencia de algunos sencillos y naturales placeres: el agua,
la temperatura, ni excesivamente alta ni excesivamente baja, poder hablar,
poder conversar plácidamente, contemplar la belleza, pasear por el campo o por
un jardín. Otras presencias también proporcionan felicidad, como la de la
amistad. En el amigo podemos encontrar la persona insustituible, al ser íntimo.
Julián Marías dijo que “la felicidad es un sí a la vida”. Y
por supuesto, hay una estrecha relación entre el sentido que tiene la vida para
una persona y la felicidad. En el bosque de Sherwood, Robin Hood y unos cientos
o miles de forajidos trabajaban y se preparaban para algo mejor: el regreso del
rey Ricardo y la aplicación de la justicia. El sentido que tenía para ellos
cada día les proporcionaba felicidad, aún en jornadas lluviosas, frías, de
truenos o de poca caza.
En “Siete novias para siete hermanos”, la felicidad de los
seis hermanos solteros la descubren en la mujer, en tener novia y esposa. El
anhelo es tan mayúsculo que cometen la barbaridad de secuestrar a seis chicas.
Y para finalizar, la mística cristiana, especialmente en los
místicos españoles, dan una vinculación explícita entre felicidad y amor. Es
decir, vuelta al pensamiento de Leibniz.