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“Invito a cada cristiano, en cualquier situación en que se encuentre, a renovar
ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la
decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso” (Evangelii
Gaudium nº 3).
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“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino
por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo
horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. (Deus caritas est.
(25-12-2005). 1 AAS 98 (2006) 217. Evangelii Gaudium nº 7).
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“Solo gracias a ese encuentro –o reencuentro- con el amor de Dios, que se
convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada” (Evangelii Gaudium. nº 8).
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“La vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a otros”. (E. G. nº 10)
SIMÓN PEDRO. El encuentro. Veamos brevemente los episodios
más significativos de la vida de S. Pedro y su relación con Jesucristo: sus encuentros con el Señor.
1. “Jesús fijando en él la vista
dijo: Tú eres Simón, el hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas, que quiere decir
Pedro” (Jn. 1, 42). El Señor le invita a su amistad personal y considerándole
ya amigo, le cambia el nombre.
Todos hemos tenido un primer
encuentro con el Señor (Bautismo, Primera Comunión, Confirmación…). Enseguida
se dispuso el Señor a cambiar lo negativo, lo triste, lo dificultoso que
hubiese en nosotros. Él siempre va por delante. Su gracia, su amistad es fiel y
generosa.
En cada uno de esos “encuentros”,
el Señor favorece un cambio positivo en nosotros. Conviene que reflexionemos, que
en la oración meditemos sobre esos encuentros. No olvidemos, que el primero
“encuentro”, siempre es muy importante. Volvamos con frecuencia a su recuerdo.
2. Habla Jesús: “Boga mar adentro y echad vuestras redes para la
pesca. Responde Pedro: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no
hemos pescado nada, mas porque Tú lo dices echaré las redes”. (Lc. 5, 5).
El amigo de Jesús es un
trabajador y continúa diariamente en el primer plano de su oficio. Pero ahí y
como consecuencia de la cercanía del Señor, la amistad se consolida. Trabajemos
en la presencia del Señor. Y Pedro, nos deja un testimonio imponente de
humildad. Él conoce su oficio, pero abandona sus “razones” ante la palabra de
Jesús. Obedece y actúa y la barca se llena de peces.
El amigo del Señor, será humilde. ¿Aceptamos nosotros las palabras
que nos llegan del Señor al leer y meditar cada día el evangelio? ¿Es el
evangelio nuestro libro diario?
3 .Conseguida la gran pesca,
Pedro se postró a los pies de Jesús y le dijo: “¡Señor, apártate de mí, que soy
hombre pecador!”. (Lc. 5, 8).
Pedro avanza en el conocimiento
propio. Y surge un atisbo de arrepentimiento. De acuerdo, sí, pero, ¡apartarnos
del Señor, del amigo, jamás! Nunca, porque con Él tenemos lo importante,
tenemos todo.
Otra virtud: la perseverancia en la amistad.
4. La audacia de Pedro le dijo:
“Señor, si eres Tú, mándame ir a ti sobre las aguas. Jesús replicó: ¡Ven! Pero…
comenzó a hundirse y gritó: ¡Señor, Sálvame!”. Pedro duda, vacila, pide y luego
le falta confianza en lo que le han concedido. Seguramente que también nosotros
tendremos momentos en que habría que gritarle: ¡Sálvame! Especialmente ante las
dificultades. Las dudas, la falta de confianza, el desconsuelo y la
desesperanza se llevan a la oración.
Más sobre la Virtud: crecer en confianza.
5. Finalizado el discurso
eucarístico en Cafarnaúm, muchos le abandonan y pregunta a los Doce: “¿Queréis
iros vosotros también? Respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iríamos? Tú
tienes palabras de vida eterna”. (Jn. 6, 66-68). ¡Qué gran amistad la de Pedro!
Su intimidad con el Señor, crece.
Y nosotros, ¿a quién vamos a ir?
Nos damos cuenta de que con Él, lo difícil se hace fácil, lo árido se vuelve
húmedo, los sucio se limpia, lo frío se calienta, lo enfermo se cura, lo oscuro
se ilumina. Es hora de que también nuestra intimidad con Él esté en
crecimiento.
6. “Y vosotros, ¿quién decís que
soy? Tomando Pedro la palabra, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
(Mt. 16, 15-16).
7. “Jesús manifiesta a sus
discípulos que tiene que ir a Jerusalén para sufrir mucho… Pedro, tomándole
aparte, se puso a amonestarle, diciendo: No quiera Dios, Señor, que esto
suceda”. (Mt. 16, 21-22).
Pedro aporta su pensamiento
humano lleno de cariño hacia el Maestro. Sin embargo, hay veces que por encima
de las razones humanas están las intenciones sobrenaturales. A todos nos ocurre
algo semejante: tenemos razones humanas que impiden a veces, ir al paso que
marca el Señor. Superemos esos momentos poniendo más confianza en Él.
Otra Virtud: superar la adversidad.
8. Transfiguración. “Allí, en el
monte, dijo Pedro Jesús: Maestro, que
bueno es estar aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra
para Elías”. (Lc. 9, 33).
Sin embargo, en Getsemaní, Pedro
no dijo lo mismo. Y desde luego, aunque habrá días o periodos en los que
estaremos gozosos –tendremos nuestro Tabor- también tendremos días o periodos
de Getsemaní. Pero siempre, siempre, fidelidad, nos pide el Señor.
9. “Entonces se le acercó Pedro y
le preguntó: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano si peca contra
mí? ¿Hasta siete veces? Dícele Jesús: No digo hasta siete veces sino hasta
setenta veces siete”. (Mt. 18, 21-22).
Caridad siempre. Si en algo
debemos parecernos mucho, mucho al Señor, que sea en su corazón misericordioso.
En la novela “Cristina, hija de Lavrans”,
página 488, se dice: “Nada en el mundo merece ser deseado, excepto
la misericordia de Dios”. “La misericordia es el atributo más grande de Dios.
Todas las obras de mis manos están coronadas por la misericordia” (Diario de
Santa Faustina Kowalska, nº 301). El amigo del Señor tiene que ser
misericordioso.
10. “Entonces, tomando Pedro la
palabra, le dijo: Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué
tendremos?(Mt. 19, 27).
Vamos en la busca de un premio,
de un buen resultado. Queremos recompensas. Pero el Señor tiene la recompensa
de su amistad y el don de la vida eterna. ¿Quién puede dar más y mejor? Estas,
entre otras muchas aquí en la tierra, son las recompensa que tendremos sus
amigos.
11. “Llegó a Simón Pedro, que le
dijo: Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?... Jamás me lavarás tú los pies. Le
contestó Jesús: Si no te los lavare, no tendrás parte conmigo. Simón Pedro le
dijo: Señor, entonces, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”.
(Jn. 13, 6-9).
El amigo del Señor se vuelve
dócil. Aunque a veces haya cosas que no entiende, es dócil. Docilidad que se
basa en la confianza en quién tanto nos
ama. Pedro conoce que es amado del Señor. Todo amigo de Jesús es su amado. Y
los amantes desean ver su rostro. Enseña
San Pedro Crisólogo que el amor no puede estar sin ver al Amado y grita
continuamente: “Si encontré gracia delante de Ti, muéstrame tu rostro”.
“Señor, ¿adónde vas?... Yo daré
por ti mi vida” (Jn. 13, 36-37).
Demasiada confianza en el valor
propio, en la fortaleza propia. Con frecuencia, ¡qué poco nos conocemos!
No seamos imprudentes. Nuestra
seguridad sea la amistad personal con el Señor. Es hermoso, muy hermoso, dar la
vida por el señor (mártires) y también es hermoso, gastarse y desgastarse por
la causa del Señor, por el evangelio. Esto segundo, es seguramente el camino
que Dios quiere para nosotros.
12. Le vio otra sierva que dijo a
los demás: Este estaba con Jesús el Nazareno. Y de nuevo Pedro negó con
juramento: No conozco a ese hombre”. (Mt. 26, 71-72).
La debilidad humana más la
imprudencia, dan este resultado. ¡Cuidado con el exceso de confianza en uno
mismo! No nos alejemos del Señor. Siempre cerca, muy cerca de Él, y entonces, los
disparates, las torpezas, el pecado, serán muy poco probables.
13. Simón, hijo de Juan, ¿me amas
más que estos?... Sí, Señor, tú sabes que te amo… Por tercera vez: Simón, hijo
de Juan, ¿me amas? Respondió: Señor, tú lo sabe todo, tú sabes que te amo” (Jn.
21, 15-17).
CONTRICIÓN. Es el momento del
arrepentimiento, del amor, de abrir el corazón: “A ti someto mi corazón por
completo” (Adoro te devote) y como consecuencia la amistad plena.
Volvamos al último punto
expresado hoy de la “Evangelii gaudium”:
“La vida se alcanza y madura a
medida que se la entrega para dar vida a otros”. (n º 10).
Ya somos sus amigos. ¿Qué hacer
ahora? ¿Hay alguna misión que el Amigo puede solicitar a sus amigos? Sí. Quiere
el Señor, nuestro Amigo, que demos vida, “su vida” a otros que también Él desea
lleguen a ser sus amigos. Consecuencia: preocupación por otros, sí. Oración por
otros, sí. Sacrificios por otros, sí.
¿Algo más? Claro que sí:
hablarles de Jesús y contarles nuestra historia personal, cómo hemos llegado a
ser grandes amigos del Señor. Todo ha comenzado con un encuentro, que hemos ido
cuidando, manteniendo, desarrollando y avanzando.