Este gran proyecto, comunión de amor le venimos llamando,
precisa de unas condiciones. Nos vamos a detener en algunas muy importantes.
1.
Comunicación.
Efectivamente, la palabra de ella, la palabra de él, son
importantes. Indica el Papa Francisco: “Cuando uno habla a nuestro corazón,
nuestra soledad termina. La palabra es el medio esencial en la relación como
diálogo. El amor se nutre de palabras”.[1]
La palabra de la esposa tiene que llegar al corazón del esposo, (utilizo aquí
la palabra corazón como la globalidad del ser, como el motor de la persona). Y
entonces, todo funciona bien, porque se entiende que también la palabra del
esposo llega con la misma igualdad al corazón de la esposa. “Una persona es tan
buena como lo sea su palabra” (La ladrona de libros). Ahora bien, la convivencia diaria, si los enamorados
carecen de imaginación, puede acabar con el amor más intenso.[2]
2.
Entrega.
El amor es palabra y también obras.
Con la obras efectuamos la donación que hemos prometido. Es preciso trabajar en el olvido de sí mismo.
3.
Ayuda mutua.
La comunicación y la vida afectiva y
la entrega deben pretender la mejora del otro/a. También el ámbito espiritual. Hay dos maneras de generación: la corporal y
la del alma. En esta, el alma engendra en otra alma ideas y sentimientos
imperecederos. Un amante así puede engendrar en el alma del amado el saber, la
virtud y la veneración por lo bello, lo justo y lo bueno.[3]
Un
Caso: Pierre y Agnes. “¿Qué nos une con tanta fuerza a Pierre y a mí? –Se
pregunta Agnes, su esposa-. ¿Por qué dejamos
de vivir, sufrir, ser felices o pensar individualmente, desde que nos casamos? ¿Por qué nos convertimos en
una sola carne de un modo tan completo? (Los bienes de este mundo. Irene
Nemirovski. Pag 99),
4.
Camino de unión con Jesucristo.
El corazón del esposo debe estar
lleno del amor de su esposa. Y viceversa.
Evitar reducir el amor matrimonial a
la emotividad. Viene bien emocionarse, pero el amor matrimonial es más: es
donación. Por eso, su amor pasará por la fe, la razón, la voluntad, el querer y
los sentimientos. Esencial es descubrir la persona de Cristo en la vida
matrimonial y su ayuda en los planes de mejora de cada uno. Pueden aparecer
objetivos interesantes: cambiar de piso, de coche… Pero el gran objetivo debe
ser la unión con Cristo. La meta es Dios, y ¿por qué? Porque es lo que nos hace
feliz. Comprarse un coche nuevo nos puede dar un poco de felicidad. Pero
solamente durante dos o tres años. A
partir de esa fecha, ya es viejo. Dios es bondad
y misericordia en sí mismo y para nosotros. Por eso, la amistad con Él nos
hace feliz.
5. Dios y los hijos.
La paternidad y la maternidad no
solamente es carnal, también debe ser una paternidad y maternidad en
Jesucristo. Los hijos son de Dios y para
Dios. No basta con amarles mucho, sino amarles bien que es desear para ellos lo
que Dios quiere para ellos. Dos errores: Ser excesivamente posesivos y el
proteccionismo.
6. La comunión de amor se transforma en
Escuela: Educación de los hijos.
En su educación es importante que
conozcan el bien y el mal y se conduzcan de acuerdo con el bien. Que cuiden sus
modales y formas. Pero lo principal no es la formación ética o moral, que
indudablemente es importante. Lo fundamental es que sean educados en el conocimiento
y en el amor a Jesucristo. Consecuencia de ese amor, es que luego se portarán
bien. Es necesario que puedan tener la experiencia del conocimiento interior
–del alma- de Jesucristo. Dice un padre al Director de un Colegio: “De acuerdo,
educarles en religión, pero no os paséis”.
[1]
Francisco. Catequesis el 20-06-2018.
[2] Octavio
Paz. La llama doble. Página 209
[3] Octavio
Paz. La llama doble. Página 44.