·
Dile
con frecuencia: Eres un chico/a estupendo/a y muy querido/a en esta familia.
·
Enséñale
a ser agradecido/a.
· Encomiéndale un encargo o tarea que al realizarlo proporciona un muy buen servicio a su familia.
·
Explícale
por qué es importante tener límites o normas que ayudan a la convivencia.
·
Interésate
por sus cosas.
·
Enséñale
a ser afable, cordial.
El ser humano se crece ante los reconocimientos positivos,
por ejemplo, cuando sabe que es querido. Igualmente ocurre al notar que los
padres se interesan por sus trabajos, sus exámenes, los resultados de sus
partidos de fútbol, baloncesto, tenis. Etc.
Continúo recordando el inmenso bien que recibió un niño de once años,
cuando en su cuaderno de Lengua española su padre le había escrito: Este
cuaderno me interesa mucho y lo veré con frecuencia.
Y además, enséñale cosas que le van a venir muy bien: a ser
agradecido, afable y cortés. Aquel chico tenía diecinueve años. Un día observó
que una de sus amigas cojeaba. Se acercó a preguntarle: ¿Qué te ocurre? Ella le
dijo que le había salido una ampolla en el pie pero que no tenía importancia,
cuando llegase a su casa se pondría una tirita y asunto solucionado. Pero él,
cordialmente la acompañó hasta casa. Así comenzó una gran amistad entre los
dos.
Finalmente, ilusiona a tus hijos en el cariño hacia su propia
familia, con actitudes operativas: que realice alguna tarea en beneficio de los
padres y hermanos.
Resultado: Estás educando bien, muy bien. ¡Ánimo!