Es impensable lograr un educación de
calidad, de excelencia, sin el concurso activo del los padres.
Hay una educación intencional.
También se educa cuando no queremos,
sin darnos cuenta se esparce por cada rincón del hogar una forma de ser y
actuar.
Normalmente, los padres educan casi
siempre, no intencionalmente, en el sentido de reflexionar antes, sino
intuitivamente.
Para que las respuestas intuitivas a
distintas situaciones, sean lo más acertadas, es preciso por parte de los
padres, de una actitud de continúa apertura a formarse ellos, a crecer
como educadores.
De ahí la importancia del diálogo
entre ellos y con los educadores de sus hijos. Y a conocer el mundo de los
hijos que no es exactamente igual que el nuestro.
Conocer más, para educar más y mejor,
porque sólo podrán educar los que tengan algo que aportar. Por eso es
importante llenarse para después desbordarse. Y no importa sólo el mensaje,
sino también cómo se transmite. Cada familia crea un estilo educativo.
Limitaciones: las hay. Veamos
algunas: Falta de reflexión: a veces, actuar con excesiva rapidez que puede dar lugar a gestos y palabras que
no son educativos. Hay ocasiones, en que es preferible dejar la actuación para otro
momento, porque antes hay que pensar serenos.
Igualmente hay actitudes favorecedoras de una excelente
educación. Nos detendremos también en algunas.
1. La dedicación de tiempo. Porque lo más humano es la entrega a otros: la
entrega al cónyuge y la dedicación a los hijos es una entrega muy honda
y por eso muy educativa. Muchas horas
con ellos. En ese tiempo se transmite algo muy valioso: cariño y ejemplo.
Ese cariño y ejemplo no hay nadie en el mundo que pueda darlo.
La autoridad. Que sea madura y justa. Afecto y autoridad
son correlativos: son las dos muletas que sostienen la progresión afectiva del
chico. Ante una actuación acompañada de cariño, no hay quién se resista.
Por otra parte, ciertamente
no son los padres los únicos propietarios de la verdad, pero la experiencia y
el sentido común les han proporcionado unas lecciones que sí deben dar a los
hijos.
La autoridad ejercida
con sentido común siempre ha sido un
potente foco educativo. A veces el hijo se
equivoca, pero la equivocación y el error son fenómenos humanos, hay que
admitirlos, hay que contar con ellos en una educación en la libertad.
3. Padres
creativos. Padres creadores de:
Confianza respeto constancia
Serenidad comprensión alegría
Afecto generosidad fortaleza
Espíritus resistentes buen humor orden
Lealtades ideales
Renuncia al consumo respeto a la intimidad
4. La paciencia. En la educación es necesario tener
muy en cuenta la importancia de la paciencia. Recordar:
-
Las grandes obras
de arte se hacen contando con el tiempo.
- En la educación
todo tiene que ser suave, continuado, seguido. No hay saltos bruscos.
-
Los criterios
empresariales y científicos de causa-efecto, aquí no sirven.
-
Saber escuchar.
- Padres con labor
parecida al agricultor, al campesino, que es un hombre paciente, pero no es un
hombre dormido.
-
La educación es
como un viaje largo. Y en un viaje largo hay de todo: momentos estupendos, y
después: fatiga, cansancio.
5. Ser constructores de hombres de voluntad. ¿Cómo?:
-
Desarrollando la
capacidad de amar.
-
Ayudándoles a que
rompan el círculo de su yo. Servicios.
-
Fomentando la obediencia.
-
Estimulando el
esfuerzo en el cumplimiento del deber.
-
Buscando el mejor
ambiente para ellos.
-
Con normas.
Pocas. Claras. Pensadas. Coherentes.
-
Atendiendo a la
formación de su conciencia.
6.
Acogedores y amables.
La exigencia, la virtud, el
orden y el bien, no tiene por qué ser odiosos.
Crear un hogar acogedor y
amable es estimular el deseo de volver cuanto antes a él.
7.
Sinceridad. Favorecer
la verdad, insistentemente la verdad.
No se puede ser hipócrita,
condescendiendo con lo que siempre ha sido y es un mal para el hombre,
especialmente todo aquello que no produce un respeto al mismo.
8.
Interacción educativa. Sobre tal cuestión, escribe Edelmira Deménech en Revista Española de Pedagogía. Nº 196. 1993):
• Principalmente debe darse por medio
de la presencia y la comunicación entre el estudiante y su educador. Para ello
es muy conveniente:
• Que el rato de mutua presencia sea
agradable y relajante para el chico, sin prisas. No estar con un chico y
nuestra cabeza en cien cosas.
• Si hay que presentar alguna
exigencia, hacerla dentro de una buena relación afectiva.
• Valorar al chico en todo lo que tiene
de positivo. Ejercer una sana autoestima sobre sí mismo y sobre los demás, que
nos proporcionará conductas adaptables y flexibles.
• Saber escuchar y comprender sin
agobiar. Escuchando y comprendiendo se puede llegar a intuir lo que al otro
preocupa y necesita.
• El punto más negativo para el
estudiante es que se haya roto la comunicación con sus educadores.