Una vez que Jesucristo sube a los cielos, los Apóstoles
comienzan a parlotear con amigos, familiares, vecinos, gentes de sus mismos
oficios y otros muchos más: unos ciento veinte, al principio. El fruto de ese afortunado uso de la palabra
son los seguidores de los Apóstoles, en verdad, los seguidores de
Cristo. También se les puede llamar los primeros cristianos. La lista es
cuantiosa: Bernabé, Lucas, Marcos, José Barsaba, Esteban, Felipe, Nicanor, Timón,
Pármenas, Nicolás de Antioquía, Ananías, Tabita, Cornelio, Aquila y su esposa
Priscila, Silas, Judas, Lidia de Tiatira. Los de Chipre y Cirene evangelizan en
Antioquia. Todos son personajes reales, históricos que aparecen en los Hechos
de los Apóstoles. También hay que contar con el innumerable número de los que
aparecen en las despedidas de las trece cartas que S. Pablo escribió a los
discípulos y amigos de las ciudades que visitaba y evangelizaba.
Esta pequeña multitud de seguidores “perseveraban
en oír la enseñanza de los apóstoles, y en la unión, en la fracción del pan
(Eucaristía) y en la oración” (Hch 2, 42). Cuatro esenciales aspectos que
los convirtió en cristianos de una pieza.
Y hoy, ¿qué?
Pienso que revitalizar hoy la vida cristiana se logrará
volviendo a los principios:
1.
Conocer
a Jesucristo y sus enseñanzas.
2.
Hablando muy frecuentemente con Dios, con
Jesucristo: oración.
3.
Ejercicio
de la caridad: amar a los otros-próximos.
4.
Con
la frecuencia de los sacramentos: Eucaristía y Confesión.
Se me ocurre una idea: Comenzar por las dos primeras: Conocer
a Jesucristo y sus enseñanzas y la oración. Realmente el conocimiento de Jesús
conduce a la oración y la práctica de la oración facilita conocer al Maestro y
Señor.
Propongo un plan: Dedicar unas sesiones a conocer a
Jesucristo.