La educación del niño, del
adolescente y del joven en el contexto
de una educación en libertad, es muy conveniente que cuente con la presencia de
Dios en sus vidas. Como ya dije, procuraré semana tras semana ofrecer materias
a los padres, educadores y chicos con temas que posibiliten este tipo de
educación. Y parece lógico y normal, que al comenzar sea el Matrimonio y la
familia el primer punto a tratar.
Dios ha querido el
matrimonio.
Él es su fundador. A todo
matrimonio le entrega una doble misión: al amor mutuo en el estado conyugal y
la generación del ser humano, que es la asociación de los esposos a la obra
creadora de Dios. El Creador concede a los esposos, las gracias de estado para
cumplir esta doble misión.
Matrimonio y
santidad.
Dijo S. Juan Pablo II: “Todos, incluidos los cónyuges, están
llamados a la santidad, vocación que puede exigir también el heroísmo” (17-9-83).
¿Qué pide esta frase? Pide:
- Vivir con el heroísmo de la fe, tener confianza en Dios,
porque unos pueden ser los planes de Dios y otros los nuestros.
- Vivir con esperanza: los dos santos más grandes del cielo
son un matrimonio: Santa María y San José.
El amor conyugal.
El amor es expansivo, difusivo y
comunicativo. Esas características incrementan la calidad del amor entre los
enamorados y entre ellos y su entorno. El amor difusivo a menudo exige
sacrificios. Se consigue con el olvido de sí mismo. Olvidarse de los propios
intereses y satisfacciones, que por otra parte, nos pueden hacer un perfecto infeliz
y desgraciado, para darse al otro. Esto supone que una vez celebrado el
matrimonio, el más importante oficio del hombre es la atención a su esposa, y
el más importante oficio de la esposa, la atención al marido.
El amor conyugal es el patrimonio
más precioso del matrimonio.
El amor conyugal pide un proyecto
familiar y matrimonial atrayente, que enamore e ilusione.
Amor conyugal es también
sobrenaturalizar la vida ordinaria del hogar: relaciones, esfuerzo por sacar
adelante a la familia, el cuidado y atención a los hijos, las tareas del hogar
...
Conservación del
amor.
Enamorarse es relativamente
fácil, pero mantenerse enamorado depende de un trabajo laborioso, de un
esfuerzo para que los sentimientos no se apaguen. ¿Cómo lograrlo? Dándole gran
importancia a los detalles pequeños. En la relación conyugal, el descuido de
las cosas pequeñas es la ruina del amor. ¿Qué destruye el amor? El egoísmo, el
consumismo materialista y la ola de sensualidad que desde revistas, cierta
literatura, programas de TV y el cine, han convertido a algunos hombres y
mujeres en unos ansiosos de búsqueda de placer a cualquier precio.
La unión amorosa origina la
fecundidad.
El ser vivo más simple es la
célula. Se reproduce por fisión, división. Crecen, se multiplican y el proceso
se repite una y otra vez.
Al planear la raza humana, Dios
pudo haber elegido que se propagara de forma parecida. El hombre podría crecer
más y más, hasta formar un duplicado y en ese momento dividirse. Pero Dios no
lo quiso así e hizo a los seres humanos varones y hembras y les dio el poder de
producir nuevas vida en unión con Él.
Unión que para los católicos es
sacramento. La grandeza de esa unión está confirmada por el propio Jesucristo
que eleva el matrimonio a sacramento. La unión conyugal de alta calidad evita
el resentimiento y fomenta el agradecimiento.
Modelos conyugales. Según
se puede ver en El amor inteligente, de
Enrique Rojas:
Modelo físico-material. El centro de la vida es lo sexual y
práctico. Sus dos valores fundamentales son el sexo y el dinero. No respetan
las leyes de la naturaleza. Produce un gran vacío. Es un amor enfermizo
pendiente de lo superficial…
Modelo light. Es el de las parejas que viven con un alto componente
de hedonismo, consumismo y permisividad. Asientan sus vidas sobre lo liviano y
superficial. El casamiento y la ruptura carecen de gran importancia entre
ellos. Nada es grave. Lo único importante es consumir, disfrutar, pasarlo bien
y sortear los sufrimientos. En las parejas light no hay convicciones firmes.
Sus puntos de atracción son el dinero, el poder, el éxito, el triunfo y el
sexo. Se da la espalda a Dios.
Modelo con dos profesionales fuera de casa. Es un modelo que
funciona bien si el hombre ayuda a la mujer y no la sobrecarga de tareas. Es
necesaria la distribución de trabajos, gran capacidad de diálogo y tiempo libre
para los cónyuges. También hay que cuidar que la vida profesional no inunde “lo
familiar”.
Modelo integrado. En este modelo, marido y mujer buscan la cohesión
interior. Viven y participan en todo lo que afecta a la vida de los dos. Se
respetan las leyes de la naturaleza, se procura la procreación y se tiene en
cuenta la dimensión personal del amor. Están persuadidos de la doble misión de
su matrimonio: amor mutuo y generación de seres humanos. Misión sagrada que se
apoya en el sacrificio gustoso por un gran amor personal. Le dan un importante
sentido a la amistad con Jesucristo.
Educación de los
hijos.
Por ser el padre principio de generación, es así mismo
principio de educación de sus hijos (Sto. Tomás).
¿Cuándo comienza la educación del
hijo? En la gestación. Los hábitos de los padres, influyen en el hijo. Los
hijos no buscarán normas (se las daremos porque es bueno que las tengan), pero
ellos buscarán siempre la encarnación de esas normas en un modelo.
Ir favoreciendo la búsqueda de lo que S. Juan Pablo II llama
lo más profundamente humano:
- La búsqueda de la verdad. -
La insaciable necesidad del bien.
- El hambre de la libertad. -
La nostalgia de lo bello
- La voz de la conciencia. (Redemptor Hominis, nº 18).
La formación integral de una persona requiere tiempo,
dedicación, cariño. El ejemplo de los
padres es vital. Dos aspectos
importantes: formar la conciencia de los hijos y educarles en la fe.
Familia y
evangelización.
Somos corresponsables con el Papa
y los obispos de la mejora de la Iglesia y de la sociedad.
La familia cristiana no puede
estar nunca al margen del mundo, si no en medio de la vida diaria y del tiempo
que nos toca vivir.
Ahí se edifica y desde ahí se
participa, construyendo un mundo mejor. Somos, tenemos que ser, libro de
ejemplo para otras muchas familias.
Porque una familia que transmite
valores de categoría, crea una fuerza transformadora en la sociedad.
En fin, todo se resume en
palabras de Juan Pablo II en que “el hombre tiene que esforzarse para llegar a
ser un don para los demás”.
Y ¿quién nos ayudará? La Familia
de Nazaret. Las gracias de estado, los sacramentos y las convicciones profundas
y firmes.