Obra: “Purezza
e Verginitá”
Autor: Dietrich von Hildebrand,
Editor: Borla Editore, 210 páginas,
Torino 1964
La Ascesis y el
principio de Indivisión
Una consecuencia del pecado
original, es la tendencia del hombre hacia lo que es bajo, esa predisposición
al orgullo y a la concupiscencia. Aun cuando desea no ofender a Dios, el hombre
no deja de sentir esta atracción hacia lo bajo y lo concupiscente. Por eso en
la práctica de la ascesis (ayunos, mortificaciones, vigilias), la persona
resulta liberada de su debilidad con respecto al cuerpo y a la esfera de los
instintos. Es el medio que Dios nos ha dado para dar alivio al cuerpo. El
sentido más profundo de los tres consejos evangélicos no está en realidad en el
ascetismo.
Existe un nuevo elemento:
"la pertenencia a Dios" sin divisiones. Cuanto más el corazón está
libre del apego a un bien terrenal, tanto más puede pertenecer a Dios sin
reservas. La virginidad implica una indivisión de la criatura humana, una
renuncia a la comunidad de amor y vida del matrimonio. Esta renuncia al más
elevado de los bienes terrenales es la vía por excelencia para alcanzar la
indivisión, en cuánto es justo aquí que el corazón humano corre el mayor
peligro de ser dividido .
Dios, quien llama el alma al
estado de perfección, la llenará de sí mismo, si ella sigue su llamada. La
esencia de la virginidad consagrada a Dios es pues que sea la respuesta a la
misteriosa invitación que Dios dirige al alma a través de Jesús. Solamente
quién haya comprendido el carácter central de la esfera sensual, será capaz de
entender la razón misteriosa que eleva la virginidad consagrada a Dios al mismo del matrimonio con
Cristo, determinando el resplandor de la virginidad consagrada a Dios. Aquí el
voto representa un noviazgo, un “desposorio”, el acto de “hacer voto de sí
mismos a Dios”.
Conclusión.
“Bienaventurados los de corazón
puro, porque verán a Dios”. Llama la atención constatar que de todas las
bienaventuranzas, solamente a la práctica de una se le promete la visión de
Dios: a los puros de corazón. Ser puro de corazón significa ser limpio, ser
auténtico. Ser auténtico significa ser transparente y ser transparente
significa dejar ver a Dios a través de nosotros y eso precisamente es la santidad:
cuanto más una persona sea santa, tanto más participará en la vida divina del
Cristo.
El valor y el sentido de la
virginidad consagrada a Dios, con respecto a la pureza, está en el matrimonio
con Cristo. La Virgen consagrada a Dios es por tanto una verdadera Esposa de
Cristo, realiza el sentido de su estado sublime y vive el matrimonio con
Cristo. La Esposa de Cristo puede amar solamente en Jesús y por Jesús. Cuanto
más estrechamente el alma está unida a Dios, tanto más ama. La Esposa de
Cristo, casada con el amor encarnado, representa sobre la tierra el estado más
sublime que pueda existir. Como los mártires, las vírgenes adelantan el cielo,
atraen a viva fuerza el cielo a sí.