La terapeuta familiar Anne Fishel
asegura que “en los últimos treinta años ha decaído de modo dramático” la
costumbre de cenar todos juntos, padres con hijos, en familia. Recuperar esta
práctica, según Fishel, es la mejor forma de invertir en nuestra familia.
El 95 por ciento de las familias
estadounidenses consideran que cenar en familia es una buena costumbre. En
España, cada vez es más frecuente que los niños cenen pronto para irse a la
cama y que, una vez acostados, cenen los padres.
También es habitual que, cuando
los hijos son mayores, cada uno cene conforme llega a casa, en “compañía” de la
televisión o de un dispositivo electrónico…
Con el objetivo de “rescatar”
esta sana costumbre y de hacerla más placentera para aquellas familias que aún
la siguen practicando, nació hace seis años una iniciativa interdisciplinar
como parte del Proyecto Zero desarrollado por la Universidad de Harvard: The
Family Dinner Project (FDP o, en español, Proyecto Cenas en Familia).
La terapeuta familiar Anne
Fishel, cofundadora del proyecto FDP, asegura que las cenas son el evento de la
rutina familiar “que más dividendos produce”.
Fishel está convencida de que si
las familias cenaran juntas, su trabajo como terapeuta familiar “sería
innecesario”, pues está demostrado que “aquellas que cenan juntas padecen menos
estrés y sus miembros se sienten mucho más unidos”.
Además, “al llegar a la
adolescencia, los hijos de estas familias son menos propensos a padecer
desórdenes alimenticios o depresión, así como a abusar de ciertas sustancias o
a ejercer de forma precoz su sexualidad”, dice.
Por si fuera poco, Fishel añade
un par de datos especialmente llamativos: “La conversación que tiene lugar
alrededor de la mesa incrementa de un modo significativo el vocabulario de los
niños, incluso más que leerles cuentos antes de dormir, y, además, mejora su
rendimiento escolar”.
Por eso, Proyecto Cenas en
Familia intenta que cada vez sean más las familias que puedan beneficiarse de
estas ventajas. Y lo está logrando: “Más de un millón de familias en Estados
Unidos ya han participado en alguna de las modalidades de FDP”, afirma.
Proyecto Cenas en Familia se
centra en sacar el máximo partido de todo lo que ocurre alrededor de la mesa
familiar. Por una parte, la cena puede convertirse en un espacio de
entretenimiento cotidiano y, a la vez, garantiza una alimentación más
saludable.
Según Fishel, “está comprobado
que, durante las cenas en familia, los niños comen menos grasa, azúcar y sal, y
que aprenden a comer más verduras y vegetales, por lo que disminuye la
probabilidad de que sufran obesidad. Además, se ha demostrado que cuando estos
niños comienzan a hacerse cargo de su alimentación, mantienen estos hábitos
saludables”, asegura.
Para aprovechar estos múltiples
beneficios, es suficiente con que la familia cene junta cinco días a la semana.
Sin embargo, si para una familia es difícil reunirse a la hora de la cena, Proyecto
Cenas en familia les plantea que desayunen juntos, tomen la merienda o se
reserven las comidas del fin de semana.
No hay una fórmula única, lo
importante es establecer esta “cita familiar”, en un horario y un espacio
previamente concertados.
Muchas familias dicen estar
demasiado ocupadas o muy cansadas al final del día para ponerse a cocinar. En
estos casos, Fishel recomienda cocinar el doble durante el fin de semana y
congelar en tuppers lo que sobre para otro día de la semana.
Cuando se lamentan de que sus
niños se resisten a comer, Fishel indica que no conviene caer en el “si te
tomas el calabacín, podrás comer helado de postre”, pues esto los hace aún más
quisquillosos con la comida. También aconseja no dejarlos picar entre horas ni
comer en el coche.
En aquellos casos en los que los
adolescentes de la familia se muestren reticentes a participar en las cenas, la
terapeuta familiar sugiere “crear una atmósfera alegre y cálida durante la
cena”, ¡y libre de tecnología!, pues “la tecnología es una de las mayores
fuentes de tensión”.
Fishel ha estudiado el fenómeno y
ha observado que los padres utilizan los dispositivos tecnológicos en la mesa
el doble que sus hijos, así que propone que sean los adultos los primeros en
modificar su comportamiento, y que “fijen parámetros claros: ‘vamos a dejar los
móviles en una cesta’ o ‘solo vamos a usar el móvil para compartir entre
nosotros (una foto graciosa, un e-mail…), pero no para comunicarnos con alguien
que no esté con nosotros en la mesa”.
Fishel recomienda que los niños
participen en el proceso de planear y preparar las cenas para que las disfruten
más.
“Cualquier tarea que implique que
los niños toquen los alimentos, los mezclen o los elijan, los convierte en
‘accionistas’ de este proyecto y contribuye a que quieran cenar con más gusto”.
Por ejemplo, podemos pedirles que
nos acompañen al supermercado y que elijan un vegetal interesante para, luego,
poder cocinarlo juntos en casa”.
Y concluye: “A la mayoría de los
niños les gusta ayudar y debemos animarlos a hacerlo”.
Proyecto Cenas en Familia anima a
los participantes a contar historias sobre su familia durante las cenas, pues
se ha descubierto que esta práctica genera grandes beneficios. Por ejemplo,
“los niños que aprenden a contar historias son mejores lectores –explica
Fishel–. Además, aquellos que conocen el pasado de su familia son más
resilientes y tienen una mayor autoestima”.
(Publicado
originariamente por Isabel Molina en www.revistamision.com)
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