Un año más y San Valentín. Se puede asegurar que todo ser humano tiene un día en el que se le presenta un venturoso “encuentro”. Suele ser un día normal, pero a lo largo de sus horas surge la presencia de él o de ella. Antes de ese día, existía “ese” personaje, pero era un desconocido/a. Pero en aquel día, todo cambió.
Es el fenómeno del descubrimiento del otro. Y como ese
“encuentro” afecta a nuestros sentimientos, tenemos que aprender a vivir y a relacionarnos
con nuestras emociones y sentimientos: qué comprensión tenemos de nuestras
emociones, cuál es nuestro estado de ánimo ante ellas y qué pensamientos
tenemos ante un determinado estado de ánimo. Todo un mundo nuevo que tiene
manifestaciones internas y otras externas: Una emoción produce un cambio
corporal que llega caracterizado por variables fisiológicas que se pueden
observar y medir: ritmo cardíaco, ritmo respiratorio, tensión arterial,
temperatura corporal, sudoración, producción salivar, apertura de las pupilas,
hormonas en la sangre, etc.
Es el “encuentro” que estuvo acompañado de una mirada, de una
voz sosegada y cálida, de una conversación animosa, de una sonrisa, de una
moderación en el tono y en los gestos, de un denodado interés por ti.
Y tú no sabías que te ocurría: te temblaban las piernas, te
oprimía el estómago, se te anudaban tus propias palabras en la garganta,
aumentaba el calor dentro de ti mismo, nunca habías tartamudeado y hoy, ahora,
te salían las palabras con sacacorchos. Estabas experimentando que además de tu
yo, había un tú. Era tu “Tú”. Era una situación de placer y agrado que
fuertemente te atraía. Situación tan antigua como la humanidad sobre la tierra:
Adán y Eva fueron los primeros en experimentarla. Y hoy te ha sucedido a ti. ¿Qué
ha sucedido? Responde Platón en Fedón: “La locura del amor es la mayor de las
bendiciones del cielo”.