Encuestas realizadas en el año 2000, nos decían que España
era uno de los países más permisivos de Europa. Este sí que es un fenómeno que
influye considerablemente en los adolescentes y jóvenes (también en los
adultos), porque a mayor permisividad, “comúnmente hago lo que quiero”, podrán
decirnos esos chicos.
La situación de permisividad sí que hay que analizarla. Cada
comunidad –familiar, escolar, municipal, regional, nacional. etc. -, convendría
que hiciese una reflexión. De ella pueden aparecer conclusiones muy valiosas
que, aplicadas serán de gran ayuda en la educación de estos muchachos. Porque
el origen de por qué el/la adolescente se viste como no nos gusta, insulta, se
escapa de casa, hace pellas, se ha convertido en un agresivo y peleón, no
regresa en toda la noche a casa, es respondón y amenazador, tal vez arranque de
años atrás, cuando consentíamos, permitíamos y hacíamos dejación de principios
educativos muy elementales. Alguna vez he conocido a una jovencita, de doce
años, que continuamente hablaba fatal de todos sus profesores. ¡De todos! Sus
críticas y juicios sobre ellos eran duros e inapelables. Fue una actitud que
aprendió de su madre, que solía efectuar el mismo discurso delante de la chica.
Esta muchacha, transcurridos unos años, ¿cómo se pronunciará respecto a sus
autoridades locales, profesionales, y ante sus mismos padres?
Insisto en la necesidad de revisar la permisividad en todos
los campos, puesto que, con el clima permisivo, no solamente tendremos
adolescentes rebeldes, lo más normal es que de la rebeldía se pase al
vandalismo o a otras actuaciones más problemáticas.