jueves, 4 de mayo de 2023

EL ÁRBOL CULTIVADO

Escribe un ilustre escritor español: “El árbol cultivado y guardado, con el beneficio de su dueño da la fruta en el tiempo que de él se espera”.  Esto mismo ocurre en la educación de un niño, de una niña. ¿Quieres que al llegar su adecuada edad dé frutos que reflejen su bondad, comprensión, respeto, saber estar, generosidad…? ¡Cultiva tales virtudes desde su más temprana infancia!

En el siglo XIX, presentarse en casa de una dama o de una señorita sin afeitar, era señal de deficiente educación, excepto claro está, para aquellos que habían optado por dejarse la barba.

En el siglo XX, es decir, ayer, mantener una compostura exterior de volver la cabeza de una parte a otra, revelaba extremada curiosidad; mirar de reojo, era suma grosería; arrellanarse muellemente, estirar las piernas eran aceptadas en privado, en familia, pero no en lugares públicos. Mostrar respeto y obediencia a los padres se consideraban señales auténticas de amor. Llenar los platos en las comidas, eran signos de glotonería. Sorber haciendo ruidos, lamer la cuchara, comer a dos carrillos eran faltas en la mesa.

Evitar saludar a los conocidos en la calle, era algo detestable.

O sea, que educar es cultivar y guardar todo aquello que sabemos que es delicadeza, señorío, virtud. Es decir, eso que penosamente echamos de menos en algunas familias de nuestro entorno.


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