PUREZA Y VIRGINIDAD SEGÚN DIETRICH, VON HILDEBRAND. 2
Obra: “Purezza e
Verginitá”
Autor: Dietrich von Hildebrand,
Editor: Borla Editore, 210 páginas,
Torino 1964
Pureza, Indiferencia
Sensual y Castidad.
Una persona es sensual cuando
tiene la esfera de sus instintos desarrollada en toda su amplitud. Se trata de una simple disposición
constitucional que puede encontrarse incluso en una persona espiritual, como
también en un libertino. Con la diferencia que el primero tratará de frenar con
la voluntad su naturaleza instintiva y no le permitirá tener ventaja.
Por "insensualidad" se
entiende la incomprensión de la esfera sensual, propia del hombre carnal. La
insensualidad, no debe ser identificada con la pureza y tampoco constituye un
terreno propicio para tal virtud. La distinción entre pureza e insensualidad
radica en el hecho que la primera otorga a la persona una espiritualidad
específica, que no sucede en la impureza como tal. Más bien ésta tiene una
grave “deficiencia espiritual”. El individuo indiferente es un ser incompleto a
quien le falta algo para ser completamente hombre, es un ser capaz de
condicionar la vida humana en todos sus aspectos. Solamente el ser puro es un
hombre completo.
La insensualidad es una simple
disposición natural, la pureza en cambio una virtud típica. La insensualidad es
la falta de receptividad con respecto de la esfera sensual, sin la mínima toma
de posición con respecto del ámbito de lo puro o lo impuro. La Virtud de la
pureza en cambio asume una posición diametralmente opuesta: es tomar los
valores positivos y negativos inherentes a tal esfera y darles una respectiva
respuesta. El hombre puro comprende que la esfera sensual pertenece a Dios de
modo especial y su empleo tiene que ser según el diseño de Dios, y éste se da exclusivamente
en el sacramento del Matrimonio.
Estableciendo una comparación
entre la pureza y la castidad podemos constatar que la castidad está predispuesta a la esfera
sensual y la “custodia”. Ella constituye al mismo tiempo un presupuesto y una
consecuencia de la pureza y está ordenada con base en la esfera sensual y
consiste únicamente en el recto comportamiento de la persona con respecto de
ella, mientras que la pureza presenta una aptitud de respuesta a los valores.
En el hombre, la castidad está necesariamente unida a la pureza: Es la pureza
quien le otorga un sentido a la castidad.
El hombre puro en el ámbito del matrimonio.
La actualización de la esfera
sensual representa, "el acto central" de nuestro cuerpo. En él se
despierta la vida corporal: constituye el acto dotado de mayor intensidad
vital: engendrar nuevos seres. La esfera sensual representa la más grande
potencia en la zona del ser vital corporal. Solamente el amor conyugal tiene en
si la fuerza de unir orgánicamente la esfera sensual con la persona espiritual
para transformarla y liberarla de todo cuanto podría turbar el “resplandor del
alma delante de Dios”.
En el amor verdadero están
presentes dos elementos fundamentales: la “benevolentia” y la “intentio
unitiva”. De una parte nuestra respuesta se da como una efusión de bondad, de
otro lado se expresa en la aspiración a la unión con el otro, en el don de
nuestro corazón, en la sed de poseer el corazón del otro y de constituir un
todo único con él.
En el amor hacia Dios predomina
la “intentio unitiva”, a quien va dirigida la efusión de bondad. La unión
conyugal debe ser penetrada e invadida por la ternura. El hombre puro dirige
una mirada particular a Dios: es indispensable fijar sobre Dios una mirada
humilde, colmada de respeto y de gratitud. El hombre puro sabe que la esfera
del acto conyugal pertenece a Dios porque es consciente de la frase: “Y ellos
serán una sola carne."
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