La rebeldía es un síntoma común del adolescente. Es un
momento en el que se vuelven más mentirosos, agresivos e impulsivos. Insultan y
se pelean con los hermanos. La rebeldía
puede provenir en parte, de haber soportado tensiones emocionales durante un
cierto periodo de tiempo o pura y simplemente, porque es la edad de discrepar.
Pero se puede acentuar si se dan algunas de las situaciones siguientes:
-
Hay sentimientos de inferioridad o culpabilidad.
-
Estado de inadaptación o de frustración.
-
Conflicto con los padres o con algún profesor.
-
La agresividad de otros compañeros.
-
Frecuente consumo de alcohol,
-
Pertenencia a una pandilla de conductas antisociales.
Más seria
es la rebeldía como consecuencia de un trastorno afectivo importante.
La rebeldía suele presentar
reacciones desproporcionadas a los diversos estímulos. En ese momento aparecen
los estallidos emocionales del sujeto. En esas situaciones, el rebelde obra
según el estímulo del momento. Actúa sin autocontrol, sin reflexión. No piensa
en los resultados y carece de hábitos de voluntad y previsión.
Un buen día
aparece el chico o la chica con unos colores llamativos en sus cabellos, con un
pantalón ajustadísimo y con un mensaje exagerado en pleno trasero, con los
pantalones rotos, con pinturas o tatuajes curiosísimos, sus repuestas son
distintas, como diferente es la factura del teléfono que tienen que pagar ahora
sus padres.
Una
angustiada madre se dirige a un foro de internet y dice: No sé que hacer con
mis hijas de 17 y 19 años. Esta última está cada vez más rebelde, acaba de
perder un bebé (no por voluntad propia si no que no se desarrolló) sin estar
casada. Le acaban de hacer un legrado y ya quiere incorporarse otra vez a la
“movida”. Hemos hablado con ella, la apoyamos, le damos cariño y comprensión.
Hemos comentado lo que ha sucedido, de cómo nos dolió y se lastimó ella misma
pero sigue con sus actitudes de querer hacer lo que se le antoja. Ya no puedo
más. Además obviamente, la menor ve todo lo que ocurre y quiere imitar a la
mayor.
¿Por qué
este comportamiento tan desafiante y desconsiderado por parte del adolescente?
La rebeldía común de la adolescencia se debe esencialmente a la aparición de
nuevos intereses. El niño tenía sus intereses, pero no eran tan peligrosos.
Ahora, con la adolescencia, algunos de esos intereses son arriesgados e
imprudentes y los adultos que están a su alrededor, tienen que decirle ¡No!
Ante esa negativa, él reacciona con un estado de frustración que a su vez
produce la rebeldía. Solamente, en aquellos adolescentes que en la educación de
su infancia fueron entrenados en asumir la frustración, al llegar la
adolescencia, presentan buena tolerancia a la misma y su rebeldía no es tan
violenta.
Siempre que la rebeldía no responda a un trastorno de
personalidad, lo común es que sea el producto de unos intereses no resueltos a
su favor.
Lo más
frecuente es que la rebeldía se manifieste como una forma de desacuerdo
respecto a lo establecido por los padres, profesores o la autoridad en general.
Su desacuerdo aparece como una oposición o sublevación que puede ser verbal o
con un comportamiento más violento, como cuando lo expresa con golpes al
mobiliario u otros objetos, o bien, con
negarse a hablar durante varias horas o días con quien se opone a sus deseos.
Pero de todas formas, normalmente, la rebeldía suele ser más humana que la
violencia o el vandalismo.
Las
manifestaciones más comunes del adolescente rebelde son:
. Que se
viste como un vagabundo. .
Se hace poner tatuajes vulgares.
. Se escapa
alguna noche de casa. .
Vuelve tarde o no vuelve una noche
. Se pelea
muchísimo con sus hermanos. . Hace
pellas.
. Dice
palabrotas e insulta. .
Maltrata el mobiliario de la casa.
.
Frecuentemente tiene una actitud beligerante y agresiva.
. Es
respondón y antipático, con rabietas y amenazas.
Encuestas realizadas en el año
2000, nos decían que España era uno de los países más permisivos de Europa.
Este sí que es un fenómeno que influye considerablemente en los adolescentes y
jóvenes (también en los adultos), porque a mayor permisividad, “comúnmente hago
lo que quiero”, podrán decirnos esos chicos.
La
situación de permisividad sí que hay que analizarla. Cada comunidad –familiar,
escolar, municipal, regional, etc. -, convendría que hiciese una reflexión. De
ella pueden aparecer conclusiones muy valiosas que aplicadas, serán de gran
ayuda en la educación de estos muchachos. Porque el origen de por qué el niño
se viste como no nos gusta, insulta, se escapa de casa, hace pellas, se ha
convertido en un agresivo y peleón, no regresa en toda la noche a casa, es
respondón y amenazador, tal vez arranque de años atrás, cuando consentíamos,
permitíamos y hacíamos dejación de principios educativos muy elementales.
Insisto en
la necesidad de revisar la permisividad en todos los campos, puesto que con el
clima permisivo, no solamente tendremos adolescentes rebeldes, lo más normal es
que de la rebeldía se pase al vandalismo o a otras actuaciones más
problemáticas. Son demasiados los actos permisivos que se han producido en la
historia y dieron lugar a auténticas tragedias. Porque seamos sinceros: los
tatuajes vulgares que se ha puesto el joven, los shorts ajustadísimos y
provocativos de la chica, el volver tardísimo a casa, los insultos que se oyen
dentro de la casa, sus amenazas, los destrozos que realiza en el mobiliario y
en las paredes del hogar, ¿no comenzaron un día lejano en el que debíamos
haberle corregido y no lo hicimos? ¿No hubo un momento en el que teníamos que
haber hablado y dado criterios claros y optamos por el silencio, simplemente
porque era más cómodo? Ante aquel suceso público y que atañía a modelos
sociales influyentes, ¿no habría sido más conveniente e importante, también
nuestra protesta pública que no hicimos? ¿No nos echamos unas risas el día que
por primera vez oímos una palabrota en la boca del hijo? ¿No es también verdad
que a las primeras transgresiones sobre la hora de la recogida nocturna y al
conocimiento de que estaba saliendo con amiguetes poco recomendables, no le
dimos especial importancia? ¿No es cierto también, que muchísimos ratos de
convivencia familiar deberíamos haberlos aprovechado para formar mejor sus
cabezas, con la propia tertulia hogareña, y frecuentemente la suplimos porque
queríamos ver programas o retransmisiones televisivas?
El
permisivismo es tan extenso en la sociedad, que poco a poco ha eclipsado lo que
padres, educadores y los grupos sociales han venido haciendo durante siglos:
educar constantemente. Porque, ¿quién dice hoy a un joven que en un transporte
público pone sus zapatos sobre un asiento, que ese proceder es incorrecto y
perjudica al próximo viajero que allí pretenda sentarse?
El
occidental busca ansiosamente todo aquello en lo que prevalezca su interés
personal, su bienestar, su abundancia de cosas a tener, su placer y su éxito.
La fuerza social y humanizadora de las normas y valores desaparecen y entramos
abiertamente en esta disposición permisiva que lo inunda todo y que desde luego
afecta notablemente a la educación de los adolescentes.
La rebeldía
del joven y del adolescente, ha decrecido como tal rebeldía. Ahora más que
rebelarse en el sentido estricto de este fenómeno, optan por otros
comportamientos más nocivos, como el abuso del alcohol, la droga, la anorexia y
la actividad sexual obsesiva.
Actuación educativa.
Entre los
planes de actuación con el rebelde, cuestión importante que hay que evitar es
que se convierta en un “abusón”, violento y desconsiderado. Igualmente es
necesario impedir que se acostumbre a tener rabietas y salirse con las suyas. Además:
1. Procurar que
actúe en juegos o concursos de clase,
prestando especial atención a que se respeten las reglas.
2. Hacerle participar en actividades pro-sociales: asistencia
a dar comidas en una Residencia de Ancianos (una vez por semana); entretener
con juegos a niños hospitalizados con algún tipo de discapacidad; participar en
la limpieza de un jardín o bosque; tener un encargo en el aula y en el hogar
con el que preste un servicio destacado a sus compañeros, y familia, etc.
3. Reforzar positivamente siempre que se presente una
conducta adecuada. Evitar reforzar las conductas antisociales con una mayor
atención educativa. Buscar la extinción de las mismas.
4. Negociar acuerdos a las conductas antisociales del alumno.
Castigar en los momentos en los que el comportamiento fue peligroso. Aclararle
que se castiga el suceso.
5.
Prepararle un plan de animación a la lectura para que mejore su capacidad
lectora y se aficione a leer textos y narraciones que conllevan un estímulo a
la colaboración pro-social y solidaridad. También pueden ser lecturas de
“casos” preparados o historias seleccionados.
6.
Ejercicios de relajación que facilitan el reposo mental.
7.
Incluirle en un programa de actividad deportiva. El deporte canaliza la
agresividad.
8.
Aplicación del enfoque cognitivo a sus pensamientos temerarios.
9.
También para las rebeldías es muy útil, recurrir a un plan personal de acción y
a la formación en valores
Finalmente, interesa terminar con una llamada a la esperanza de padres y
educadores. Esperanza que proviene fundamentalmente en que lo peor que puede
ocurrirle al adolescente es que sus padres y educadores no tuviesen ningún plan
para él. Por lo tanto, siempre que hay un proyecto y se lleve a término, las
posibilidades de mejora de sus conductas pueden garantizarse. Por eso, las
últimas palabras de este artículo tendrán que ser “ningún adolescente sin un
plan de mejora”. O dicho afirmativamente: “cada adolescente con su proyecto”.
Cuando compramos un coche, lo matriculamos; si adquirimos una mascota, le
ponemos nombre. No se contente con que su hijo tenga nombre. Vaya a más.
Prepare un proyecto para cada uno, en el que no solamente incluya el apartado
estudios. Haga algo más. Coloque en el proyecto, qué valores desea que se
desarrollen en cada uno de ellos. Y después, sin prisas y sin cansancio, deje
que la esperanza, que dicho de paso es una gran virtud, se estacione en su vida. Aplique día a día, el proyecto que ha
definido y espere un muy buen resultado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario