Proteger en exceso a los hijos, nunca decirles 'no' y
complacerles en todo aquello que piden suele acabar creando pequeños
"tiranos", niños exigentes, poco agradecidos y problemáticos. Este comportamiento
se ha extendido y son muchos los padres que sin ser conscientes educan así a
sus niños. Sin embargo, ante las nefastas consecuencias algo está empezando a
cambiar. El diagnóstico está realizado y ahora hace falta un tratamiento.
En el diario El Mundo, expertos en educación proponen una
educación del carácter que haga frente a la generación conocida como
"niños blanditos" que acaban siendo totalmente dependientes. Estas
son sus propuestas:
Suma escolar: padres que llevan la mochila al niño hasta la
puerta del colegio + padres que piden que no se premie a los mejores de la
clase porque los demás pueden traumatizarse + padres que le hacen los deberes a
los niños que previamente han consultado en los grupos de WhatsApp = niños
blanditos, hiperprotegidos y poco resolutivos. Niños que cuando se caen, esperan
a que les levanten.
Cuenta Eva Millet, la autora de Hiperpaternidad (Ed.
Plataforma), que ya hay niños que, al caerse, no se levantan: esperan esa mano
siempre atenta que tirará de ellos. En ciertos colegios han empezado a tomar
nota. Y, en algunos países, el carácter ya forma parte del debate sobre la
Educación.
Esto no es la nueva pedagogía. Gregorio Luri, filósofo y
autor del libro Mejor Educados (Ed. Ariel), suele recordar que la educación del
carácter es tan tradicional en ciertos colegios británicos como para que haya
llegado a nuestros días una frase atribuida al Duque de Welington: “La batalla
de Waterloo se empezó a ganar en los campos de deporte de Eton”. En los campos
de Waterloo o en las canchas del mítico colegio inglés, cuna del establishment,
ningún niño esperaba que le levantaran si podía solo.
En España, se habla de “educación en valores”, pero puede que
no sea lo mismo. El carácter se entiende como echarle valor, coraje, actuar en
consecuencia cuando se sabe lo que está bien o está mal, no limitarse a
indignarse. Los niños a los que se les consiente todo suelen ser irritables y
malhumorados.
El carácter ha vuelto cuando se ha sido consciente de que
podríamos estar criando a una oleada de niños demasiado blanditos. Con padres
que se presentan a las revisiones de exámenes de sus hijos, que abuchean a los
árbitros en los partidos y que han hecho el vacío a niños que no invitaban a
sus retoños a los cumpleaños. “Yo he tenido a un chaval de 19 años que se me ha
echado a llorar porque le suspendí un examen”, cuenta Elvira Roca, profesora de
instituto. “Le dije que no me diera el espectáculo. Vino su madre a verme y me
dijo que había humillado a su hijo. Le tuve que decir que estaba siendo ella
quien le humillaba a él”.
Nicky Morgan era ministra británica de Educación con David
Cameron e hizo bandera de la educación del carácter. “Para mí, los rasgos del
carácter son esas cualidades que nos engrandecen como personas: la resistencia,
la habilidad para trabajar con otros, enseñar humildad mientras se disfruta del
éxito y capacidad de recuperación en el fracaso”, decía en su cruzada por
extender ese tipo de educación.
En España, el libro “En busca de la excelencia” publicado por
Palabra y de reciente aparición y con gran éxito entre padres y educadores,
apuesta decididamente por la educación del carácter. El amplio capítulo
dedicado al carácter según Séneca,
deberían conocerlo todo educador.
Un veterano profesor confirma que tenemos ahora a generaciones
de niños blanditos y no se escandaliza: “Son ciclos normales del desarrollo de
una sociedad. Cuando una familia quiere que sus hijos no pasen las dificultades
por las que sí pasaron ellos la sociedad se vuelve más cómoda, blanda, menos
esforzada. Pasa también con los países”. Continúa el profesor: la educación del
carácter no tiene que ver con el dinero y sí con el capital cultural de las
familias, con el modo de transmitir cómo afrontar la vida: “He conocido a
madres que limpiaban escaleras para que sus hijos llevaran unas zapatillas de
marca y a gente de dinero que también los mimaba mucho”.
En EEUU, la cadena de colegios KIPP, con tasas de éxito
académico inéditas en las zonas donde se instalan, insisten en la educación del
carácter como indispensable: “Trabaja duro. Sé amable”, han resumido en los
carteles enormes que decoran sus centros.
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