lunes, 26 de mayo de 2025

SINFONÍA INACABADA


Es la número ocho en sí menor de Schubert. Comenzó su composición a principios de1822, cuando Schubert se encontraba en el cenit de su carrera. A finales de ese año, ya había compuesto los dos primeros movimientos y esbozado un tercero. Pero debido a una enfermedad, dejó de trabajar esta sinfonía.

Quiero referirme a la importancia de los trabajos inacabados o incompletos. Esas tareas, con frecuencia cotidianas, que no ven el final. Aunque esta misma denominación podemos atribuir a la labor acabada pero imperfecta. Tal vez, por presura, irresponsabilidad o inmadurez del autor.

Hay que considerar el trabajo humano, sea el que sea, con toda la propiedad y calidad que siempre debe tener. Es tan importante que, incluso frecuentemente a una persona se le denomina justamente con su nombre más el tipo de trabajo al que se dedica. Así, por ejemplo, decimos: Emilio el herrero; Joaquín farmacéutico; Ana modista;  Rosalía enfermera; Sergio pedagogo.

La acción que hay que realizar y que se realiza es el principio de un preciso juicio: realizó o no realizó la acción que le corresponde. La persona se revela a sí misma en la acción y a través de la acción. Su acción, su trabajo, manifiesta qué tipo de persona es.

Y como todo humano está conectado con una determinada tarea -también los que están en paro y la buscan, pues justamente en ese período, ese es su trabajo- esa labor es parte importante de su felicidad, más aún, de su bondad y verdad como cristiano.

Ahora bien, para el cristiano, el trabajo es factor ineludible de su santidad.

Sin embargo, tanto en el trabajo como en la relación con la divinidad, aparecen a menudo tareas inacabadas.

Voy a citar algunas: Los dos discípulos de Emaús abandonan el grupo sin haber llegado al final, a conocer qué ha sucedido realmente; Marta, duda de la posibilidad de que su hermano, Lázaro, vuelva a la vida; nueve leprosos recuperan la salud, pero con un cometido incompleto, inacabado…

También los hay que dan por resuelto perfectamente aquello en lo que se embarcaron: Bartimeo, Jairo, Zaqueo, la mujer cananea, etc.

Ofrezco mi reflexión: si el cristiano tiene con Dios una relación de reciprocidad, ¿por qué se limita con enorme frecuencia a presentar su solicitud a Dios y no espera qué le dice este su Dios y Padre? Es como si nos gustase demasiado lo inacabado, también en nuestra relación y trato con el Señor.

Claro que una relación inacabada, incompleta, con el Señor, tiene además una gran trascendencia.

Y, ¿si algunos comportamientos los tenemos desconectados del premio correspondiente?: “poseerás la tierra, si practicas la mansedumbre; verás a Dios, si tu conciencia está limpia; alcanzarás misericordia, si eres misericordioso; tendrás consuelo, si eres un sufriente; serás llamado hijo de Dios, si cultivas la paz”.

¡Vivamos con coherencia!: unidos a Cristo que nos enardece de bondad, de verdad, de paciencia, de esperanza… que nos pide acabar bien, lo que bien comenzó: ¿la vida cristiana?

No hay comentarios:

Publicar un comentario