Las personas ilusionadas en hacer algo valioso para los
demás, nos dejaron un buen ejemplo de voluntad. Algunos ejemplos:
• Colón •
El doctor Fleming. •
Cervantes.
Hay que concienciar a los chicos de que el mundo está preciso
de hombres que trabajen con perfección, que hagan su trabajo como lo deben
hacer, porque esa realización es una gran fuerza transformadora de la sociedad.
Entonces, ¿cuál es el remedio contra la pereza?: "El
gran dilema estriba en la siguiente pregunta: ¿cómo fomentar la voluntad cuando
siendo la meta buena, positiva, la vemos al principio como algo bastante
costoso y difícil?: Sabiendo hacer atractiva la exigencia y mirando siempre
fijamente al horizonte de las ilusiones del porvenir. ¿Cómo?: utilizando la inteligencia,
sublimando los esfuerzos... sólo quien sabe esperar es capaz de utilizar la
voluntad sin recoger frutos inmediatos"(E. Rojas.1994).
Hay que realizar un esfuerzo para crear ilusión en el chico.
Ilusión por algo para empezar, y a continuación proporcionar el refuerzo
intermitente: hay que lograr que el perezoso haga algo bien, que se le pueda
premiar. Ese premio es de una importante significación para el logro del
siguiente aprendizaje.
Si hay ilusión, hay motor, hay fuerzas, se puede poner algo en
movimiento.
Gran fuerza motivadora tiene la presencia del educador. A
veces, incluso mayor que la del propio mensaje. Educadores creadores de
situaciones gratas, tranquilas, serenas, comprensivas, acogedoras, suelen ser
personas propiciadoras de ilusión para el alumno.
Tener el concepto de fuerza de voluntad no es suficiente en
el chico; eso es una idea y las ideas serían suficientes para los seres
espirituales. El ser humano necesita algo más; su naturaleza necesita además
estímulos que lo muevan hacia lo útil, necesario y conveniente.
Importante enemigo de la ilusión es hacerle ver al chico que
su tarea la podemos hacer mejor nosotros, o peor aún, hacerla por él. Aquí
tienen una gran responsabilidad los padres que no dejan a los hijos realizar
cometidos domésticos porque les salen mal. Evidentemente que se debe superar el
trabajo mal hecho: ayudando y orientando.
El profesor-educador en
la exigencia y tolerancia.
El profesor aporta a la educación una serie de cualidades
insustituibles, esenciales. Tales como:
* Ser querido.
* Tener prestigio.
* Saber mandar, dirigir la tarea de aprendizaje en el aula.
"En cualquier caso, es el alumno el que aprende. El
papel del profesor es de presentar materiales (a ser posible en términos de
algún programa que tenga sentido), motivar al alumno (hacer que le guste el
material presentado) y reforzarle (manteniéndole informado de sus
progresos)" (Bugelski).
Y corresponde desde luego al profesor, aunque no
exclusivamente, presentar objetivos de exigencia. Así tiene que ser, porque
educar es una de las cuestiones más importantes de la vida, al ser un acto de
amor. Y amar es lo más grande que el hombre puede hacer. Pues bien, el
verdadero amor nos lleva a la exigencia.
Joseph Rassam en un interesante artículo sobre "El profesor y los
alumnos", se refiere a lo anterior diciendo: "El profesor debe hacer
prueba a la vez de un tremendo rigor y de una extremada flexibilidad, ser
severo e indulgente, enérgico y bondadoso, exigente y tolerante, serio y
sonriente, distante y próximo, discreto y benévolo. La verdadera autoridad es
invisible y silenciosa, se ejerce sin mostrarse ostentosamente".
En educación la exigencia es necesaria, porque si no, no hay
mejora, ni desde luego educación, puesto que ésta es el proceso de mejora. Pasar de lo imperfecto a lo
perfecto, requiere medios, esos son los puntos de exigencia o metas, que tienen
que ser razonables y justos. Crecer en educación es algo costoso. No nacemos
educados, más bien tendemos a la comodidad, a la dejadez. Educarse es dificultad,
y vencer la dificultad exigirá esfuerzos continuos.
Así pues, exigencia con el correspondiente equilibrio entre
firmeza y flexibilidad.
¿Cómo?:
- Distinguiendo los puntos prioritarios y exigirlos. Sobre
ellos no se negocia.
- Otros objetivos no son tan importantes, sobre ellos,
flexibilidad.
El equilibrio es conveniente: un arco siempre tensado termina
roto.
Es verdad que nunca puede haber descanso para la buena
educación, pero con flexibilidad y equilibrio.
Un buen proceso de exigencia contará con los pasos
siguientes:
1º. Informar. Explicar qué es lo que queremos, las reglas del
juego. Es mejor informar antes que después.
2º. Motivar. Con entusiasmo y espíritu animoso. La firmeza
del profesor, su seguridad, su alegría y sentido positivo de las cosas, es
tremendamente contagioso.
3º. Recordar. Los alumnos olvidan fácilmente; otras muchas
veces es que no escucharon. Por eso, el profesor debe recordar lo que pide.
4º. Comprobar resultados. Pedir el día determinado, aquello
que se dijo al informar. Comprobar cómo se hizo y dar recompensas.
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