Hoy el hombre tiene hambre de amor. Asunto casi imposible
porque carece de relaciones interpersonales profundas e íntimas. Sin embargo,
le vemos constantemente pidiendo ser amado. Es un amor egoísta y celoso.
Total, que el ser humano de hoy es un mendigador del amor.
Así va, con un corazón herido, desconfiado, especialmente desconfiado de la
bondad de Dios.
Desconfiado y con heridas, también en las relaciones con su
pareja. Al mismo tiempo, hay apegos que entorpecen el verdadero amor. Un amor
verdadero que se produce si hay comunicación, diálogo, encuentro y apertura con
la persona amada.
La primera etapa del amor verdadero es el conocimiento y la aceptación de lo que somos. Esta aceptación es a veces un camino largo en el
que hay que tener paciencia.
Pero sin el conocimiento propio, el amor es difícil,
prácticamente imposible. El conocimiento de sí mismo y de la realidad que nos
rodea es lo que transforma nuestro corazón. Lo consolida en un ser confiado,
abierto a lo real en el que aparece sin previo aviso el olvido de sí mismo,
mientras que el otro ocupa tu tiempo, tu interés, tu verdadero amor.
Adaptación del artículo de Tedeusz Kotiewski: Confiar, creer
y amar.
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