Escribe Hildebrand que “no es posible imaginar una revolución más honda en el plano de la moral práctica que la parábola del publicano y el fariseo. Sócrates también vio la desagradable tontería que implica la vanidad. Pero la misteriosa belleza de la persona <que se humilla a sí misma>, que se coloca en un peldaño más bajo del que el pertenece, que ama apartar los honores que se le brindan y aceptar las humillaciones con alegría, habría sido un jeroglífico para el filósofo griego. Tal persona representa <un escándalo y una locura>, a los ojos de la moral natural. La importancia de la humildad es de tal envergadura que transforma la suma total de la ética, empapa todas las virtudes y las dota de un valor que no tiene paralelismo. Sólo cuando la virtud está en la base, todas las otras virtudes revelan su plena belleza”.
Hildebrand, D von. El arte de vivir. Buenos Aires, 1966.
No hay comentarios:
Publicar un comentario