En la antigüedad, Grecia ofrecía algunos hombres cuyas vidas
eran un excelente testimonio de la riqueza de sus convicciones. Su influencia
en Occidente ha sido y sigue siendo imprescindible para entender nuestra
cultura. Sólo quiero detenerme en dos y muy brevemente.
El primero Aquiles, ese héroe de la Iliada de Homero. Hay un
momento en el que el héroe dice a su madre, que le acaba de manifestar el
peligro de la vida en la que se entremete (la guerra): “Prefiero la vida breve pero
llena de sentido, antes que una larga y que nada signifique”.
Ciertamente, vale la pena preguntarse ¿qué es una vida que no
tenga sentido? Una vida frívola, superficial, líquida, como siglos después ha
venido a decir Bauman. Sin embargo, cuando la vida se enfoca con un sentido, siempre deja una venturosa huella a
nuestros semejantes, aunque esa señal sea pequeña, pero vale la pena.
El segundo Sócrates. Al final de su vida, en la Apología,
dice el gran maestro: “Sólo os pido que cuando mis hijos sean mayores, si os
parece que se preocupan del dinero, o de cualquier otra cosa, antes que de la excelencia,
y si creen ser algo no siendo nada, echadles en cara, como yo a vosotros, que no están preocupándose de lo
que deben”.
Sócrates da sentido a su vida en la búsqueda de la justicia y
de la verdad. Eso es ya la excelencia, y cosa lógica, ese mismo camino es el
que quiere para los suyos, para los que ama.
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