Enemigos importantes, que dificultan el tener voluntad son
los caprichos, hacer los primeros deseos no bien pensados y planeados, cambiar
de planes o actividad al menor contratiempo. Conseguir las cosas muy fácilmente
(niños caprichosos) es fatal, porque no hay correlación entre la consecución de
algo y el esfuerzo puesto. Con muy poco esfuerzo - se pide y basta -, se
obtiene lo que se quiere. Para tener autocontrol hay que ganar en voluntad: el
caprichoso, en el fondo, no es dueño de su vida.
El egocentrismo. Esa disposición, en muchos casos fruto de
los caprichos, a colocar los propios intereses por encima de todo y a buscar
anhelosamente que sean satisfechos.
La superprotección. Que pretende evitar incomodidades o
enfrentamiento con el deber propio de la edad, infantiliza al chico, le impiden
realizar la operación educativa de superar dificultades, se le despoja de la
capacidad de superarse a sí mismo.
La desobediencia. En un estudio realizado por LAMBERT,
encontró que había una correlación muy alta entre los niños que sacaban buenas
notas y los que estaban acostumbrados a obedecer órdenes estrictas de sus
padres, y a su vez, los niños que sacaban malas notas tenían padres que no se
preocupaban por hacerse obedecer. Efectivamente, el niño no acostumbrado a la obediencia, no sabrá
equilibrar su comportamiento para poder estar centrado en una tarea sin
distraerse. José Antonio Marina en un estupendo artículo -"Paradojas de la
obediencia"-, lo expresa bien claramente: "Acabo de escribir un
estudio sobre el aprendizaje de la libertad, y no salgo de mi asombro. Resulta
que el niño aprende a ser libre obedeciendo. No hay razón alguna, por lo tanto,
para pensar que la obediencia o la disciplina son castradoras. Eso sería tanto
como decir que obedecer a las reglas de la sintaxis inhibe la creatividad
literaria. Kant debió tenerlo presente cuando escribió "la disciplina es
lo que consigue transformar la animalidad en humanidad".
El ambiente desmotivador es otro importante enemigo. Un
ambiente flojo, desganado y superficial, es desmotivador para el aprendizaje,
la exigencia y el ejercicio de la voluntad. El buen ambiente, por el contrario,
arrastra, facilita la tarea. Un ambiente escolar en el que continuamente
encontremos murales en la clase, competiciones, premios, chicos que trabajan,
logros propios, fomento de la capacidad de observación partiendo desde la
vertiente superficial y variable que naturalmente tienen los alumnos, a una
observación más profunda que descubra y se fije en detalles y en las conexiones
que hay entre las cosas y conceptos. Este sí que es un ambiente que impulsa a
la laboriosidad.
Hay profesores que habitualmente predisponen un buen ambiente
con frases estimuladoras:
-"esfuérzate
en terminar".
-"ya sé
que te cuesta, pero esfuérzate un poco más".
-"comienza
tus trabajos a tiempo".
-"anímate
en llegar al final".
-"concéntrate
unos minutos más".
-"esta
tarea es estupenda".
-"me
gustaría que enseñases este buen trabajo a tus padres", etc, etc.
En fin, recuérdese que el perezoso está menos capacitado que
aquél que está constantemente ocupado en hacer algo.
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