Sembramos un
almendro. Esperamos que en unos años nos dé almendras. -¿Nos las dará? -
¡Depende! - ¿De qué depende? - De cómo cuidemos el árbol: abonándole,
retirándole las hierbas, podándole en su momento, …
Igualmente,
el estudiante ya tiene su instituto, colegio o universidad; también tiene
libros. ¿Qué más necesita para alcanzar la excelencia? – Precisa ser una
persona de carácter. Ya lo vimos en el diálogo entre Sócrates y Agustín.
El carácter,
esa huella que el individuo debe tener, es fruto de sus experiencias y
conocimientos, es la consecuencia de una formación. Todo estudiante debe tener carácter. Su ausencia suele convertirse
en varios quebraderos de cabeza, uno tras otro.
La voluntad y el esfuerzo son los creadores
del carácter.
Observemos a dos posibles
estudiantes: Marcos y Gonzalo.
·
Marcos
se ha preparado un plan de trabajo semanal y diario. Y cada día, se esfuerza en
cumplirlo.
·
Gonzalo,
ha confeccionado un horario semanal de trabajo. Pero después de doce días aún no ha comenzado vivirlo.
Ahí tenemos bien delimitado lo que es
el carácter de cada uno: Marcos, persevera en lo que él mismo ha preparado.
Permanece en su plan. Gonzalo, por el momento, es débil, poco constante y sin
determinación.
Para aclarar aún más la cuestión,
comprobemos el ejemplo de un personaje
célebre.
LA FORMACIÓN DE GRANDES PERSONAJES
JULIO CÉSAR
((100-44 A. c.). Militar y político de Roma.
A los diez años,
comenzó su educación con esmerados maestros griegos. Aprendió a leer y escribir
en una traducción de la Odisea de Homero. Perfeccionó su lenguaje y aprendió oratoria y retórica.
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