Una vida para los demás.
Una vez más el cine nos deja una imagen que favorece el
pensamiento. Me refiero a la película “Qué bello es vivir”. Película de Frank Capra, que goza de un guion
excelente.
George Bailey se encuentra en la madurez con un alto sentido
de responsabilidad. Se ha ganado el afecto de amigos, parientes y vecinos que
desean que sea un hombre feliz. Desde muy joven intervino en diversos
accidentes o tareas en los que se olvidaba de sí mismo, para lograr el bien de
los demás. Muy joven consiguió que su hermano Harry no muriese ahogado. Años
después, en la graduación de Harry, conoce a Mary Hatch. Se enamoran y casan.
Pero no pueden realizar el viaje de “luna de miel”, porque se produjo un grave
accidente bancario que afectó a mucha gente, y George utilizó el dinero
reservado para su viaje de novios para conceder préstamos a los clientes de la
compañía de empréstitos.
Más adelante, se pierden ocho mil dólares del banco que
George creó para ayudar a la gente humilde. Pérdida que deja en la ruina a
muchas personas conocidas. Como solución fatal, George se marcha a un puente
con la intención de suicidarse. Aquí interviene un ángel enviado por el cielo
que le hace comprender la cantidad de cosas buenas realizadas y el gran número
de personas que se han beneficiado de su dedicación a los demás. Es entonces,
cuando la despierta, audaz y generosa Mary habla con los amigos y les comunica
que George tiene problemas. Toda la ciudad, encariñada como está con George, se
vuelca en una colecta y recuperan más de los ocho mil dólares perdidos.
George y Mary formaron una familia en la que los dos pusieron
tanto amor, que toda la película está llena de él. En la cotidianidad de sus
vidas dieron sentido a todo quehacer, a toda tarea, a toda adversidad. Y
pusieron en aquel pueblo una imagen clara y transparente de lo bello que es
vivir.
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