En la segunda mitad del siglo XX y en lo que llevamos del
XXI, nos hemos venido encontrando con diversos tipos de triunfadores. En primer lugar, están los grandes ricos y
también todos los que últimamente han mejorado sustancialmente su patrimonio:
nuevos ricos, les llaman. Aquí están los que han dejado de interesarse por los
miles de euros porque están en los millones.
Pero hay más. En estos últimos setenta años han aparecido tres tipos de triunfadores, fruto de su trabajo y unas habilidades específicas que
han adquirido y mejorado, más unas circunstancias que en estos pasados decenios
han puesto a sus pies. Son los triunfadores del mundo del cine, del deporte y
de la canción.
Y hay otro grupo curiosamente muy interesante: son los que
han elevado y lanzado los medios: Los “famosos de los medios de comunicación”.
Los ligados a la cultura de la “perfomance”.
Un grupo de triunfadores con gran influencia social y
bastante apoyo socio-económico son los intelectuales de la corriente “progre”.
Hoy, ser progre tiene muchas puertas abiertas. Quizá es que es lo moderno. De
su durabilidad aún nada se sabe.
Y, ¿qué ocurre con la ética?
He conocido a otros muchos triunfadores: D. Calixto, médico
rural de los años setenta, que atendía a los enfermos de tres pueblos. A D.
Argimiro, maestro de primaria que consagró varios años de su vida a enseñar y
educar a los niños y muchachotes de pueblos de la “Siberia extremeña”. A Pepe,
herrador, con jornadas de catorce y dieciséis horas, cuidando los cascos de los
mulos, asnos y caballos de una comarca. A Julio, jardinero, con pasión y
esfuerzos para que el jardín del colegio creciese años tras años en lozanía y
hermosura.
Todos, personas sencillas, naturales, optimistas y con las
alforjas llenas de esperanza. Triunfadores en lo pequeño, en la tarea
cotidiana, en el quehacer bien hecho. Casi todos ya desaparecidos o jubilados.
Se fueron sin medallas. Se fueron o jubilaron con algo grande: un trabajo
excelente y el cariño de sus conciudadanos. Porque todos y cada uno de estos
últimos, fueron “señores” de la amistad. No tuvieron clientes, tuvieron amigos;
gentes muy variadas, que pusieron noble y generosamente , gran cariño en
ellos..
Estos triunfadores dejaron huella. Enseñaron un modo de vivir
y de sentir cálido y cercano con todos aquellos a los que trataron. Y se
formaron principalmente en el amplio campo de la excelencia.
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