Se ha venido convirtiendo en costumbre que cada vez que hay
un nuevo gobierno, una de sus primeras medidas, mejor dicho, su primera medida,
es anunciar que promulgará una nueva ley de educación. En esta estamos otra vez
y ya tenemos una buena cosecha de leyes de educación, de distintos gobiernos y
en no muchos años. Es como si la evolución de nuestros niños, adolescentes y
jóvenes estuviesen experimentando una vertiginosa fuerza centrífuga o
centrípeta cada seis meses y hubiese que proporcionarles nuevas leyes
protectoras ante esa loca evolución.
Sin embargo, todo puede ser razonable si estas leyes se
apoyan en estudios y experimentos científicos realizados sobre la población
educativa. Pero la impresión que se tiene desde el ámbito educativo es que tal
condición parece que no se cumple.
Veamos qué se conoce según estudios y experiencias
relacionados con la educación.
En varias Universidades de EE UU: Illinois, Berkeley de
California, Pensilvania, Stanfor, Princeton, tras la experimentación de varios
cursos, han demostrado tras concienzudos estudios e investigaciones, que en el
rendimiento de los alumnos participan de una parte el CI, pero en los
resultados de los exámenes también cuenta la fortaleza que ellos tienen, es
decir, el carácter con el que se enfrentan al trabajo y a unas pruebas. Este es
el caso de los graduados en el Kipp Tough College de N. Y., promoción de 2003. Obtienen
el título universitario el 21% en ese año. Para los años siguientes, comienzan
un plan de formación del carácter y en la Promoción de 2005, obtiene el título
universitario, el 46%. Y en la promoción de 2007, consiguen título
universitario, el 44%. Evidentemente, el plan de formación del carácter, que ha
sido la única variable introducida en los estudios, proporciona un rendimiento
más positivo.
Un apunte más: Los Premios Extraordinarios de Bachillerato
que se dan en España. Un equipo de la UNED, realizó una investigación sobre los
alumnos con PEB, convocatorias de 1998-99 y 1999-2000. Sus conclusiones fueron
las siguientes: Proceden de clase media, y media-alta, de familias estables y
maduras. Chicos que consiguieron hábitos de trabajo intelectual. Dedicaban
sistemáticamente horas al estudio, con unos padres comprometidos. Amaban la
lectura a la que dedicaban la mayor parte de su tiempo libre. Habían realizado
estudios paralelos: Bachillerato Internacional; o música; o idiomas; o
informática. Chicos en los que además de su capacidad intelectual, sobresalía
en ellos una notable formación del carácter.
Si recopilamos los datos de esos estudios, obtenemos que una
mejora en el rendimiento académico, posiblemente también en la vida personal,
está conectada con la formación del carácter, conseguir hábitos de trabajo
intelectual, dedicación sistemática al estudio, práctica de la lectura, un plan
de estudios paralelos y pertenecer a familias estables y maduras.
Pues bien, si con esos factores se ha demostrado que la
educación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes se sitúa en alza, ¿qué deberán
hacer los legisladores? La respuesta es clara: dejarse de ideologizar y
trabajar en el crecimiento y desarrollo de lo que ya por estudios y
experiencias empíricas se conoce que es lo mejor para la educación.
¿Serán capaces de hacerlo?...
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