1. Son los libros escritos bajo la inspiración del Espíritu
Santo, que tiene a Dios por autor y son, en consecuencia, “una carta escrita
por Dios a sus criaturas” (San Gregorio Magno).
Del profeta Jeremías: "Encontré tus palabras y me alimenté con
ellas; tu palabra fue la gloria y la alegría de mi corazón".(Jr. 15, 16).
2. Propiedades de estos
libros.
Son auténticos. En el caso de los evangelios, fueron
recibidos como auténticos por los discípulos inmediatos de los Apóstoles (San
Clemente, San Policarpo, etc .), quienes citan tales libros atribuyéndolos a
sus autores, como lo hacen asimismo los Padres de los siglos tercero y cuarto.
Son íntegros. La Iglesia veló por su integridad
impidiendo la más insignificante alteración, como lo demuestra la sustancial
identidad que se observa en los códices y manuscritos antiguos.
Son veraces. Los escritores del Nuevo Testamento
refieren hechos de los cuales fueron testigos o actores, Refieren hechos
públicos de los que era testigo un pueblo entero y que podían, por
consiguiente, ser fácilmente desmentidos en el caso de que hubiesen sido
inventados o tergiversados. Murieron mártires por mantener la verdad de los
hechos que habían expuesto.
¿Cómo explicar, pues, la conversión del mundo? Responde San
Agustín: O el mundo se convirtió por los milagros, o no. Si se convirtió por la
indiscutible realidad de los milagros, la religión cristiana es verdadera. Si
se convirtió sin milagros, se convirtió sin causa suficiente, en cuyo caso esa
conversión, debida a doce Apóstoles desprovistos de todo recurso humano y
realizada a despecho de las pasiones, contra el poder del mundo y en medio de
terribles dificultades y persecuciones, constituyen por sí sola un milagro de
orden moral.
O como decía Pascal: “Sólo creo en la historia, cuyos testigos
se dejarían degollar”.
3. La inspiración.
La inspiración es un influjo o carisma de Dios sobre la
inteligencia del profeta de tal modo que lo escrito debe ser considerado ante
todo de Dios. Los libros inspirados son, por consiguiente, divinos, no sólo por
razón de su autor. Dios es el autor principal de la Escritura; el escritor
sagrado es solamente el autor secundario; es el instrumento –inteligente y
libre- de que Dios se ha servido.
La inspiración exige:
Primero, que el autor se mueva a escribir por impulso del
Espíritu Santo.
Segundo, que sea iluminado por Él en orden a conocer lo que
debe escribir.
Tercero, que esté asistido de tal manera que escriba sin
error todo aquello y sólo aquello que Dios quiere.
4. La posibilidad de
errores.
No la hay. Todo lo que contenido en la Sagrada Escritura es
palabra de Dios; como Dios no puede mentir ni errar, ni engañar, también su
palabra debe necesariamente estar inmune de toda mentira, error o engaño.
5. Confrontar el
Antiguo y el Nuevo Testamento.
En particular, El Primer Testamento sea leído a la luz del
Segundo, donde encuentra su sentido pleno, y a su vez que el Nuevo
Testamento sea leído a la luz del
Antiguo en orden a reconocer la pedagogía divina que guía a la humanidad por el
camino histórico de la Salvación.
6. La Sagrada Escritura
tiene respuesta a los problemas de hoy.
Efectivamente, en el texto bíblico se encuentra la respuesta
a los grandes interrogantes de hoy; la Escritura es viva y eficaz, y por eso
contemporánea a todos y a cada uno de los lectores, a los que exhorta, ilumina
y conforta. San Jerónimo añade que el
desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo.
7. La Sagrada Escritura
en el Vaticano II.
“Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios,
que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza en la fe para sus hijos,
alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual” (Dei Verbum,
capítulo 6).
8. Sustento y vigor de
la Iglesia.
Es su alimento. Sin alimentos no hay vigor. El sustento y
vigor del estudiante es el estudio. Si no se estudia, no hay nada.
La Iglesia se alimenta continuamente de la Sagrada Escritura.
Cualquier encíclica de todos los Papas está rebosante de citas de las S.E.
En ella encontramos todo lo que pertenece a la fe, esperanza,
caridad y costumbres del pueblo cristiano.
Sócrates, Aristóteles,… encuentran que el conocimiento, el
acto de conocer, es importante sustento para ellos. Algo semejante es la S. E.
para la Iglesia.
El reciente Catecismo de la Iglesia Católica, nace de la
fuerza de las S. E.
9. Firmeza en la fe
para sus hijos.
Cuando San Pablo argumenta que la salvación nos viene por
Jesús, se apoya en la fe de los grandes patriarcas del A. T. Y él, se convierte
en un hombre de fe, que domina la S. E.
El hombre que cree, hombre de fe, mejora a la humanidad, a
todo ser humano. David cree que el Señor puede perdonarle y nos deja un montón
de salmos.
La propia vida de Moisés, es un continuo acto de fe. O la de
San Francisco de Asís que nos descubre el valor de todo hombre y de la
naturaleza. Y así, tantos otros.
10. Alimento del alma.
Dos poderosos alimentos tiene el alma: la Eucaristía y la
Sagrada Escritura. Con esos alimentos, Sto, Tomás de Aquino escribe su
teología. San Juan de la Cruz y Sta. Teresa de Jesús, sus escritos místicos.
San Josemaría encuentra en las S. E., las tres ideas madres de su
espiritualidad: la llamada universal a la santidad, la santificación del
trabajo y la filiación divina.
En el episodio de la Transfiguración, una voz de una nube
dice: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle” (Mt.
17,5). Esto es, leed el evangelio!
11. Fuente de vida
espiritual. Algunos ejemplos.
11.1.Benedicto XVI: “El Magníficat es un tejido e palabras de
la Sagrada Escritura, y nos muestra como María vivió en un coloquio permanente
con la palabra de Dios y, así, con Dios mismo” (Encuentro con sacerdotes en
Roma el 22-2-2007).
11.2. El Vaticano II dice: “Que los cristianos hallen en la
S. E. la fuente principal de sus oración y de su vida religiosa”. Es por lo
tanto, el libro base para conocer la voluntad de Dios. Es el gran recurso y
medio para la oración.
11.3. San Pablo quince días de coloquio con San Pedro en Jerusalén (conociendo el
evangelio) y de allí saca gran parte de la fuerza para evangelizar.
11.4. “Como la lluvia y la nieve descienden del cielo y ya no
vuelven más allá hasta que no han empapado y fecundado la tierra…, lo mismo
sucede con la Palabra que sale de mi boca. No vuelve otra vez a mí sin efecto,
sino que ejecuta lo que yo he querido” (Is, 55, 10-11).
11.5. “Es necesario que la escucha de la Palabra se convierta
en un encuentro vital…, que permite encontrar en el texto bíblico la palabra
viva que interpela, orienta y modela la existencia” (Juan Pablo II: Novo Millenio
Ineunte).
11.6. Cuenta Holzner que “el héroe de la marina inglesa,
Nelson, leyó el Nuevo Testamento en su capitana la mañana de la batalla naval
de Trafalgar. Hijo de un clérigo inglés, estaba familiarizado desde joven con
la Sagrada Escritura, y hallaba en ella, como otros atrevidos héroes, consuelo
y fortaleza. La Sagrada Escritura es útil para todo. Es un libro
extraordinariamente práctico para todas las situaciones de la vida. Es también
un libro heroico: un libro de héroes y para héroes y para la formación de
héroes”.
11.7. Teresa de Calcula dice:
“Llevando el
evangelio a la oración, permitiremos a Cristo crecer en nosotros” (Para Orar
con Teresa de C., 61,6).
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