Un inestimable encuentro se produjo entre Tolkien y Lewis.
J. R. R. Tolkien autor de “El Hobbit”, “El Señor de los
anillos” y “Silmarillion”. C. S. Lewis, escribió “Las crónicas de Narnia” y
“Cartas del diablo a su sobrino”, entre otras. Los dos, profesores de la
Universidad de Oxford, son dos pesos pesados de la literatura fantástica.
Grandes amigos y fervientes creyentes, Tolkien católico y Lewis cristiano de la
iglesia de Inglaterra.
Junto a otros profesores de Oxford se reunían un día de la
semana en un pub donde bebían cerveza, fumaban en pipa y hablaban o leían sobre
literatura en una agradable tertulia. Al grupo también se le conoce como el
“círculo de Oxford”. Tolkien escribió sobre Lewis: “Fue mi más íntimo amigo
poco más o menos desde 1927 a 1940 y siguió siendo muy querido para mí”.
Westley, Iñigo Montoya y FezziK (también conocido como André el
Gigante). Los tres célebres personajes de “La princesa prometida”. Aunque cada
uno persigue unos interese personales – Westley, la recuperación de su amada;
Iñigo, la venganza de la muerte de su padre-, sin embargo, los tres establecen
una sólida amistad asentada en la inteligencia de Westley, la maestría de Iñigo
con la espada y la enorme fuerza de Fezzik, proporcionando como resultado la
recuperación de la bella Buttercup y que Iñigo cumpla su promesa y propósito
con relación a la muerte de su progenitor. Toda una enrevesada operación que sale
bien y consuma la amistad entre los tres.
El hombre no puede hacerse enteramente hombre mediante su
relación consigo mismo, sino gracias a su relación con otro. Es una relación en
la que el diálogo es parte fundamental.
Tiene la amistad una importante tarea: acercarse a la
realidad, a las cosas, al descubrimiento de nuevos planteamientos sobre los
problemas, a pensar y hacer juntos unos quehaceres. Hay en la amistad una fase
madura. Es aquella en la que el amigo nos interesa no sólo por lo que dice, sino
por lo que es.
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