viernes, 2 de febrero de 2018

LA PARTICIPACIÓN DE LOS PADRES EN LA EDUCACIÓN (2)


Continuando con el apasionante apartado sobre qué resuelven y aportan los padres en la educación de los hijos, hay que añadir a lo ya expuesto, que tampoco suele ser buen estudiante el hijo consumista. El consumista con el dinero de los padres no es fácil que sea buen estudiante, porque estudiar requiere voluntad y esfuerzo y él ya tiene muchas cosas sin esa voluntad y ese esfuerzo. De lo que se deduce que la política de austeridad económica con los hijos es necesaria, o sea, un poquito menos de móviles, de videojuegos. etc. etc.
Más cuestiones corresponden aún a los padres, me refiero a la formación de la conciencia. Porque en la conciencia hay una dinámica de lucha es posible educarla, perfeccionarla. Asunto no tan difícil cuando el educador, padre y madre en este caso, es un individuo lleno de amor, de comprensión, engendrador de confianza y consecuentemente exigente. Es así como se sientan las más firmes bases para que la conciencia se forme objetivamente bien.
Todo educador sabe que la conciencia se moldea si se atiende a los instintos, se forma la inteligencia, se cultiva la afectividad, se fortalece la voluntad y se practica el esfuerzo.
En la formación de la conciencia, el niño debe conocer que hay instintos buenos y malos, cómo actúan y la trascendencia que pueden tener en su persona.  Igualmente deben conocer los valores y el beneficio y enriquecimiento personal que proporcionan. Todo esto es más importante para los niños que lo vean plasmado en una persona concreta, que el que los conozcan mediante una explicación.
En resumen, que si los padres funcionamos bien transmitimos categorías de gran valor para los demás. Por ello es necesaria la presencia estable de adultos que sirvan de “modelos” y proporcionen apoyo, ánimo, comprensión y dirección a cada chico.
Y, ¿cómo debe ser la relación de la familia con el centro educativo?
Lo primero es que esa relación tiene que existir, es decir, hay que buscarla, quererla. No podemos quedarnos en la información breve y escrita de un boletín de calificaciones. La dificultad del tiempo hay que solucionarla, exigiéndose y exigiendo calidad en esa relación. Hay que visitar a los profesores de los hijos, es especial al tutor. En esas entrevistas, dos o tres como mínimo en cada curso escolar, será conveniente tratar:
A. Rendimiento en los estudios.
B. Metas educativas. Bien definidas, buscando que sean formadoras del carácter.
C. Convivencia en casa y en el colegio. Comportamiento.
D.Trazar planes de mejora para periodos de tiempo determinados. Planes confeccionados con optimismo, con esperanza, con alegría.
Hay una cuestión más, que parece que debemos abordar por su alta repercusión en el objetivo que tenemos planteado: que los hijos puedan estudiar. Me refiero a los hábitos de trabajo y su apoyo en casa. O lo que es lo mismo, cómo desarrollar la capacidad de esfuerzo.
Las tareas en casa tienen que valer para conseguir hábitos, para desarrollar  facultades mentales, como la memoria, la observación, la asociación, la asimilación, la comprensión y para adquirir destrezas en la realización de los trabajos.
Lo primero que deben hacer los padres es conocer cómo es la forma de aprender que tienen los hijos. Deben conocer:
·         Cómo razonan.
·         Si les cuesta retener.
·         Si tienen facilidad para expresarse.
·         Si estudian de forma activa, con lápiz y papel.
·         Si son ordenados.
Los padres motivan para que realicen las tareas si son positivos, si manifiestan satisfacción por el trabajo bien hecho del chaval, cuando siguen de cerca sus estudios, que les dará además la posibilidad de conocerlos mejor y comprenderles., si valoran más el esfuerzo que los resultados, cuando son creadores de un estilo deportivo ante el trabajo: estilo de lucha, pelea, paciencia y constancia.
La tarde de los hijos es una acción educativa más. Para ello es imprescindible un poco de organización que tiene que contar con un horario, un plan de trabajo y hacer vivir el plan organizado.
El horario es conveniente que sea fijo, escrito, con organización y con  las tareas bien distribuidas. Hay que hacerles conocer que con la repetición del horario, día a día, se adquiere un hábito y así cada vez costará menos. El primer logro del horario es comenzar el trabajo a la hora prevista. Ni un  minuto después a ser posible. El horario es necesario porque el estudio y el trabajo ocupan tiempo, como decía Unamuno: “Al aforismo de “el saber no ocupa lugar”- lo cual en rigor es falso- pongo siempre este otro: “pero aprender ocupa tiempo”.  El chico tendrá que adaptarse a ese horario.
Decía que ayuda mucho tener cada día un plan de trabajo. Claro y concreto para saber en cada momento lo que hay que hacer. El plan de trabajo debe abarcar al menos, cinco días semanales. En ese plan aparecerá también el tiempo que se dedicará al repaso de las lecciones.  Si está bien confeccionado contará con una previsión para la preparación de los controles y pruebas.

Pero desde luego lo más importante del horario y del plan preparado es cumplirlos. Un excelente horario o plan de trabajo que no se cumple, no sirve para nada.  A lo largo de los días pueden aparecer razones, que no son razones, para posponerlo. No es esto lo que hay que hacer.  Lo normal es hacerlo y valorar el esfuerzo puesto, procurando que cada media hora de trabajo se conviertan realmente en treinta minutos de trabajo. Es decir, en los tiempos de trabajo se trabaja y en los de descanso, se descansa. Es cierto que eso enseña a vivir con espíritu de sacrificio, pero ese es el camino. En fin que el trabajo en casa tiene un valor instrumental y educativo muy importante en cuanto contribuye a aprender a trabajar en soledad, por propia cuenta, sin dependencia. 

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