martes, 29 de septiembre de 2020

ABIERTOS A LA AMISTAD

“Sin amigos nadie desearía vivir aunque poseyera todos los demás bienes” (Ética a Nicómaco. Libro VIII, 1). “Si el hombre bueno se convierte en amigo, se convierte en un bien para aquel de quién es amigo” (Ética a Nicómaco. Libro VIII, 5). 

S. Ignacio de Antioquía escribe carta al joven obispo Policarpo y le exhorta a acercarse con mansedumbre a quienes están lejos de la Iglesia, ya que no tendría mérito amar sólo a los buenos discípulos.  Amar es ser comprensivo, misericordioso.

Aumenta la capacidad de querer: el carácter amable, tender puentes, favorecer el “encuentro” por nuestra forma de hablar, de movernos… y cuando queremos y nos apasionamos por las cosas del amigo.

Actividades que se pueden hacer con los amigos: deportivas, paseos, leer libros, oír o hablar sobre música. Realzar servicios juntos y la conversación amena. Y sobre todo, disfrutar de su compañía.

También contamos con la amistad de los buenos alimentos compartidos; la gente se abre más comiendo y bebiendo.

¿Qué más pide una verdadera amistad? Momentos de intimidad: uno con uno. Ahí surgen los excelentes consejos, las confidencias. Se cuentan nuestras cosas   y ellos cuentan variadas experiencias. También contamos nuestra amistad con Jesucristo.

Obstáculos: excesivo estrés, activismo: hacer, hacer, hacer, correr, correr… es necesario descansar con cosas sencillas. Otro obstáculo: ser demasiados categóricos en nuestras exposiciones. Evitar las rigideces cuando algo es opinable. No convencer, sino proponer. Buscar puntos de encuentros y cerrar lo que nos separa. Escuchar, ponerse en el lugar del otro y paciencia, no olvidar que el vino mejora con el tiempo … y la amistad también.

viernes, 18 de septiembre de 2020

AMOR MATRIMONIAL

 

AMOR MATRIMONIAL Y CASTIDAD.

En una reunión de sacerdotes dedicados a la pastoral juvenil, en 1973, el arzobispo Karol Wojtyla -en 1978 Papa Juan Pablo II- presentó dos ponencias con las que se editó el libro “Los jóvenes y el amor”. Del cual ofrezco hoy el último capítulo.

Los dos mandamientos de la castidad son:

-“Tú la amarás”.                                        Mandamiento positivo.

-“Tú no buscarás solo el placer”.              Mandamiento negativo.

Antes de casarse:Antes de casarse, el joven y la joven deben lograr cierta madurez espiritual. La castidad antes del matrimonio es un indicador y una prueba de una correcta maduración para el matrimonio”.

Amor matrimonial

Hombre y mujer se convierten en una misma carne mediante el amor conyugal que, se materializa en el abrazo que origina la unión de los esposos. Los cónyuges comparten sus cuerpos sexuados. Entre marido y mujer hay una copertenencia de los cuerpos. Podemos darnos con toda nuestra intimidad e historicidad. La unión sexual de sus cuerpos hace que los gametos masculino y femenino se fusionen y puedan procrear el cuerpo del hijo.

Aquel que quiere un matrimonio feliz, busca y vive un “amor hermoso”, un amor bello. Sin embargo, un ambiente en el que aparece casi constantemente la exaltación de la pasión y del sentimiento, no favorece el hallazgo de un verdadero amor.

Ciertamente, la pasión, el deseo, los sentimientos y los afectos son ingredientes necesarios del verdadero amor. Pero, “el amor no es sólo sentimiento. Los sentimientos van y vienen. Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor”. (B. XVI. Deus carita est)

El amor verdadero es el que se siente responsable de la felicidad de la persona elegida para una comunión de amor: “Siempre tendré miedo de no hacerte todo lo feliz que tú te mereces”, le dice el novio a su chica.

El matrimonio es una gran responsabilidad, porque cada uno recibe todo del otro. Es la entrega de la persona a otra persona, y si una de las dos defrauda a la otra, es lo más penoso que puede sucederle a quien se entregó plenamente en cuerpo y alma.

El sacramento del matrimonio introduce el amor humano en ese Gran Amor que es Dios revelado y que actúa en Cristo”.

Karol Wojtyla. Los jóvenes y el amor. Preparación al matrimonio.

viernes, 11 de septiembre de 2020

LOS JÓVENES Y EL AMOR. Karol Wojtyla III. Amor maduro

 Amor maduro.

En una reunión de sacerdotes dedicados a la pastoral juvenil, en 1973, el arzobispo Karol Wojtyla -en 1978 Papa Juan Pablo II- presentó dos ponencias con las que se editó el libro “Los jóvenes y el amor”. Del cual ofrezco hoy un nuevo capítulo.

Amor maduro y castidad.

La madurez es clave para la justificación de la pureza prematrimonial, sea varón o mujer. Esa maduración se encuentra con la exigencia de la castidad prematrimonial convirtiéndose esa castidad en expresión y prueba de la madure como persona. El hombre madura como persona a través de las relaciones con otras personas, al tiempo que va madurando para estas relaciones. El hombre maduro es capaz de guiarse así mismo, siendo en cierto sentido su propio educador”. Maduración es conocimiento y conciencia, libertad y responsabilidad. Por eso, el muchacho maduro cuidará de su novia y de los valores de ella -es responsable de esos valores-, y también por supuesto, del valor de la castidad de ella, porque la castidad es un valor. Igualmente, ella lo hará lo mismo son su novio.

El amor se halla psicológicamente maduro… la persona es amada y no admite de ninguna manera que sea objeto de placer”.

La castidad está subordinada a la virtud de la templanza. Los movimientos sexuales estarán subordinados al entendimiento, este es el papel de la templanza. Esta, ayuda a vivir según la razón.

Aristóteles escribe: “El exceso en relación con los placeres es intemperancia y cosa reprobable”. (A Nicómaco. Libro III, 11).

El autodominio facilita la templanza. No ejercerlo es dejar que aquello que es inferior y por eso, subordinado, mande sobre lo que es superior: la templanza.

Castidad es a aptitud con la que se domina la concupiscencia.

La castidad se comprende con relación a la virtud del amor. Ella tiene la misión de liberar el amor de la actitud de gozo egoísta”.

Hay castidad. Se vive. Pues entonces, hay valor de la persona.

No hay castidad. En este caso, se da supremacía a los valores del sexo.

La castidad verdadera no puede conducir al menosprecio del cuerpo ni al desprecio del matrimonio y la vida sexual”.

El valor del cuerpo y del sexo está supeditado al valor de la persona.

Consecuencia: Hay un alto valor de la persona, también habrá entonces, una alta valoración del cuerpo y del sexo.

Por eso, un hombre y una mujer castos son los que experimentarán un verdadero amor”.

Dicho de otra manera: un verdadero amor, aquel en el que se ama por igual el alma y el cuerpo, origina la virtud de la castidad.

Karol Wojtyla. Los jóvenes y el amor. Preparación al matrimonio.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Karol Wojtyla. Los jóvenes y el amor (II)

 En una reunión de sacerdotes dedicados a la pastoral juvenil, en 1973, el arzobispo Karol Wojtyla presentó una ponencia titulada: “La enseñanza sobre el amor que deberíamos establecer como fundamento para la preparación al matrimonio de la juventud”. En 1977, el entonces cardenal Wojtyla volvió con otra ponencia. Esta vez sobre la maduración y su importancia en las relaciones humanas y por supuesto, también en el matrimonio. Al año siguiente, 1978, el cardenal Wojtyla fue elegido Papa: Juan Pablo II. Con ambas ponencias, se editó el libro “Los jóvenes y el amor”. Del cual ofrezco hoy un capítulo.

El amor.

Todo amor humano verdadero se convierte en participación en el amor de Dios. También el amor conyugal es la participación real en el amor de Dios. La participación en el amor divino permite a dos personas (Adán y Eva), hombre y mujer, perseverar en su relación de amor mutuo. Les permite continuar en el proceso de entrega recíproca. Les permite confiarse el uno en el otro y convertirse en un don recíproco, también en los ámbitos corporal y sexual. Esa sociedad de varón y mujer es la expresión de la comunión de personas. Comunión en el cuerpo y en el sexo”.

Amor caído y redimido. Ciertamente, esta concepción del amor humano, no nos debe olvidar que se deformó por el pecado original, y también “ha de estar unida a la verdad de la redención con todas sus implicaciones… El hombre y el amor no sólo se encuentra en estado de naturaleza caída, sino también en el estado de naturaleza redimida. Este amor ha de ser captado, ha de ser acogido, sin olvidar que este don (el del amor) puede ser bien usado o puede ser malgastado.

Amor continuamente recreado. Y más aún, “el amor no puede sólo recibirse, no es posible ser su propietario, porque es necesario recrearlo continuamente y construirlo constantemente.”  El amor “es paciente, servicial, no tiene envidia, no hace alarde… goza con la verdad… todo lo disculpa, lo cree, lo espera, lo soporta. (1. Cor. 13, 4-7).

Paciente. Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira. Finalmente, nos convertimos en personas que no sabemos convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla.

Servicial. Sal por esta puerta con la pasión por servir, leemos en la puerta de salida en un colegio. “Dormía y soñaba que la vida no era más que alegría. Me desperté y vi que la vida no era más que servir. Serví vi que servir era la alegría”. (R. Tagore).

No tiene envidia. “El amor nos lleva a una sentida valoración de cada ser humano, reconociendo su derecho a la felicidad”. (Amoris Laetitia Cap. 4º)

No hace alarde. “El amor no puede volverse arrogante e insoportable”. (Amoris Laetitia. Cap. 4º)

Goza con la verdad. La gracia del sacramento del matrimonio está destinada ante todo «a perfeccionar el amor de los cónyuges» (A. L. 89).

Todo lo disculpa. La alegría se encuentra dentro del matrimonio cuando se acepta que este es una necesaria combinación de “gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres” (AL. 126).

Todo lo cree. Amo a esa persona, la miro con la mirada de Dios Padre, que nos regala todo «para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17), y entonces acepto en mi interior que pueda disfrutar de un buen momento.

Todo lo espera. “El amor que no crece comienza a correr riesgos, y sólo podemos crecer respondiendo a la gracia divina con más actos de amor, con actos de cariño más frecuentes, más intensos, más generosos, más tiernos, más alegres.” (A. L. 134).

Todo lo Soporta. “El amor se va transformando, pues la apariencia física, con los años, se modifica. Ello, sin embargo, no es obstáculo para que la atracción mutua se debilite o desaparezca”. (A. L. cap 4º).

El matrimonio, comunión de amor, es suprema grandeza, Excelsa belleza. Verdadera dignidad. Templo que cobija a los amantes. “El amor no es solamente un asunto de la pareja, sino algo entre ellos y Dios”.

Karol Wojtyla. Los jóvenes y el amor. Preparación al matrimonio.