lunes, 28 de enero de 2019

LA FAMILIA EDUCADORA Y FORMADORA DE PERSONAS.



Conocemos claramente que, en gran medida, la educación de los hijos depende más especialmente de que la familia viva y actúe como verdadera familia. Ciertamente, en la formación de los hijos la familia no es la única que influye, pero sí que su influencia es más poderosa y decisiva. Pero, ¿es que hay alguna duda sobre que los padres tienen que estar en primera línea en la educación de los hijos?
Por supuesto que no, y basarán la educación en dos grandes columnas que tienen en sus manos: la autoridad y la afectividad.
Autoridad que tiene que ser madura y justa. Es cierto que los padres no son los únicos propietarios de la verdad, pero la experiencia y el sentido común les ha proporcionado unas lecciones que sí deben dar a los hijos.
En fin, que la autoridad ejercida con sentido común siempre ha sido un potente foco educativo porque afecto y autoridad tienen que ser correlativos: son las dos muletas que sostienen la progresión afectiva del niño. Nadie puede suplir lo que pueden hacer un padre y una madre. Nadie puede llegar a dar la relación afectiva e íntima que mantienen con cada hijo.
El problema es que cada vez es menor en Occidente “el porcentaje de matrimonios intactos y con hijos. Hay menos gente con hijos; hay menos padres capaces de mantener  intacto el hogar biparental para criar a los hijos”[1]. Estamos en una etapa del siglo en el que se pide a la familia un esfuerzo enorme para que sea lo educadora que debe ser. Es cierto que la familia tiene hoy menos influencia social que hace unos años.
Existe una relación fundamental entre la fe débil y la familia débil. Propuesta que también puede hacerse a la inversa: una familia débil, produce una fe débil. Cuando la familia flojea, la fe se oscurece. Hay un dato que puede ser importante. Según estudios históricos y sociológicos, en los años que siguieron al final de la Segunda guerra mundial, el número de matrimonios y de bautizos creció de forma notable en Europa y en Estados Unidos. ¿Cuál fue la causa? Puede que no fuese una, sino varias causas. Pero indudablemente una de ellas, es que el horror de la guerra y de los grandes dramas producidos, ocasionaron que los hombres y mujeres de Occidente le dieron un vuelco al concepto de familia y de vida familiar. Y a mejores familias, mejor fe y práctica de fe. Las familias de finales de la gran guerra transmitían mejor la fe y sanas costumbres a sus componentes.
Los padres protegen y forman a sus hijos cuando también favorecen la creación y sostenimiento de instituciones que igualmente tienen como meta prioritaria la educación en el bien y en el alejamiento del mal. Porque cuando uno se sabe querido es feliz. Cuando uno se sabe querido  de verdad, gratuitamente como es el amor de verdad, está sereno. Cuando uno se sabe querido y no pone límites a la correcta educación que se le ofrece, cada vez es más feliz y transmite esas felicidad a los demás.
Y todo esto en medio del notable desarme moral que se observa en los países de Occidente, como consecuencia de la pobre atención a la formación en valores, del hundimiento de las creencias religiosas y la difusión de modelos sociales no educativos, preferentemente por la utilización inadecuada de las nuevas tecnologías y el abuso de las redes sociales que vienen produciendo en algunos esa nueva enfermedad que se llama obesidad tecnológica, entre adolescentes y jóvenes que crean un clima de inseguridad y desorientación en esta crítica etapa de la vida. Porque este es un período en el que muchas inseguridades de la niñez superadas en diversos momentos, vuelven a reaparecer. Es una etapa que suele ir acompañada de inestabilidad y de labilidad emocional. Es como si el adolescente dudara entre seguir siendo niño o el adulto que quiere llegar a ser.
La familia hace todo lo que puede y tal vez más de lo que puede, pero para lograr mejores resultados es imprescindible el apoyo de la sociedad. Un sencillo proverbio africano da la clave y solución al problema. Dice así: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Sin embargo, quiero hoy pedir a los padres que no se desanimen. Continúen educando. Ofrezcan valores a los hijos. Y esperen, tengan paciencia. El bien y la educación positiva terminan por triunfar.
[1] Mary Eberstadt. Cómo el mundo occidental perdió realmente a Dios. Rialp. 2014

viernes, 25 de enero de 2019

EL PODER CURATIVO DEL AMOR. EL HOMBRE NECESITA AMOR



El hombre necesita amor. Feliz pues, aquel que ha encontrado el amor. Gran fortuna la del hombre o la mujer que encontrado el amor,  desea que su historia sea la de un hermoso amor en su vida.
Pero el amor es un regalo y a la vez una tarea. Es un regalo porque encontramos el amor, pero es tarea porque esa “joya encontrada” hay que mantenerla, procurar que no languidezca, lo cual nos lleva a pelear para mantener vivo ese amor. Amor que tiene una gran fuerza, por eso su poder es curativo. Efectivamente, nos transforma y el vigor de ese afecto nos puede purificar, enderezar, recomponer, allanar, siempre que naturalmente le dejemos. Para conseguirlo, no solamente amar, sino también dejarse amar. Es entonces, conjugando amar (darse) y dejarse amar, cuando es realmente transformador.
Sófocles dice en Antígona: “No estoy en este mundo para odiar, sino para amar”. Aspecto importante en el amor es el cariño.  La base del cariño es la delicadeza en el trato, El amor conyugal nos conduce a la intimidad creada por la participación en todo lo que afecte a la vida de los dos. Ser educados siempre. También en los momentos de intimidad. Pero, si la relación se focaliza en lo negativo, esa relación termina mal.
Hay que fomentar las creencias para que cuando las cosas se estropean un poco o mucho, sean las creencias quiénes nos sostengan.
El amor se establece en los sentimientos, en la inteligencia y en la voluntad. La formación ayuda a continuar progresivamente en el camino elegido.
Es fácil enamorarse, pero algo más difícil mantenerse enamorado. Depende de un trabajo laborioso, de un esfuerzo para que los sentimientos no se apaguen ¿Cómo lograrlo? Dándole gran importancia a los detalles pequeños. El descuido de las cosas pequeñas, es la ruina del amor.
Enamorarse es decirle a alguien: no entiendo la vida sin ti, eres parte fundamental de mi proyecto. El enamorado/a es aquel que toma conciencia de que el bienestar del otro es más importante que el propio.
La unión amorosa origina la fecundidad. El amor puede expresarse de diversas maneras, una de ellas es con el acto sexual con el que se  expresa corporalmente el amor y de él puede proceder una nueva vida. O sea, en concreto, en el matrimonio y con el acto sexual expresamos vida y amor.
Qué destruye el amor? : El egoísmo. El consumismo materialista. La ola de sensualidad que desde revistas, cierta literatura, programas de TV,  algunas películas y la pornografía, han convertido al hombre y a la mujer en unos “mirones”. Su objetivo: la búsqueda del placer a cualquier precio.
EL MATRIMONIO. En él encontramos: Dos caracteres. Dos puntos de vista. Dos gustos. Dos personas con sus virtudes y defectos.
Un escritor dice: “El amor es un ejercicio de jardinería: arranca lo que hace daño, prepara el terreno, siembra, ten paciencia y riega. Habrá plagas, sequías o exceso de lluvia, pero no abandones el jardín”.
MISIONES DEL MATRIMONIO: Quererse. Apertura. Educación de los hijos. Iglesia doméstica.
PADRES EDUCADORES.
Son por ellos los padres, los mejores educadores: Unos padres capaces de crecer y transformarse (Torelló, 1991), puesto que los educadores educan cuando han obrado en sí un conjunto de transformaciones por las que llegan a ser mejores personas. Un gran medio: Un entorno familiar saludable. Un entorno hogareño, escolar y social saludable estimula la autoestima, el sentido de pertenencia a un grupo, el sentido de hermandad, de justicia, ... Para ello es importante la presencia estable de adultos que sirvan de modelos y proporcionen apoyo, ánimo, comprensión, sentido de disciplina, dirección y que enseñen al chico a discriminar entre el bien y el mal.
Por el contrario, bajo condiciones perjudiciales de abandono, inseguridad, privación, falta de afecto y abuso físico o psicológico, las criaturas tienden a adoptar un talante desconfiado, dubitativo y temeroso." (LUIS ROJAS MARCOS: Las semillas de la violencia. ED. Espasa Calpe).
El hogar, el buen hogar, favorece el progreso, muy distinto, al hogar problemático. Estudios efectuados sobre ambos tipos de familia verificaron  que las mayores diferencias residen:
         en los valores
         la presencia o ausencia de una actitud de ayuda por parte de los padres
         y el papel definidor de los progenitores, en especial del padre". (Gilmore, 1971, pág. 237).
La familia educadora necesita: Madurez psicológica. Capacidad de sacrificio. Amor maduro: comprender, perdonar, ayudar, valorar al otro/a.

lunes, 21 de enero de 2019

LA VERDAD Y EL ESTUDIO



“Todos los hombres desean saber”  (Aristóteles: Metafísica, I, 1). Y Platón dijo que el hombre busca el conocimiento seguro que es uno e igual en todas partes. Con su pensamiento, el hombre puede llegar a la verdad.
“Todo hombre participa de la razón eterna y por ello, tiene en sí mismo la posibilidad de vislumbrar la verdad. Por eso, todo lo bello que ha sido expresado por cualquier persona, nos pertenece a nosotros, los cristianos”[1]. El hombre de pensamiento abierto tiene una mejor disposición al encuentro con la verdad, que el de pensamiento cerrado.
De igual modo que dos personas pueden contemplar el techo de la Capilla Sixtina y tener un goce completo a la vista de la obra maestra de Miguel Ángel. Pero el que tenga mejor formación artística obtendrá un placer mayor que el otro, de gusto menos cultivado. El de menor apreciación artística quedará totalmente satisfecho; ni siquiera se dará cuenta de que pierde algo, aunque esté perdiendo mucho. De un modo parecido, le ocurre al hombre con mejor formación cuando se topa con la verdad.
Por lo tanto, hay una fuerte relación entre la verdad y el estudio y la formación. La verdad es lo real, es decir, el conocimiento exacto de las cosas. Y esa verdad debe ser segura para todos y para siempre. Fuera de la verdad, del conocimiento exacto de las cosas, nos podemos encontrar con la mentira, con la duda, la incertidumbre y sobre esas situaciones no se puede vivir. La vida no es igual, si  consideramos que el hombre puede conocer la verdad, o por el contrario, afirmamos que ello no es posible. Si el hombre puede conocer la verdad, esto influye en el concepto que tengamos de la vida, y en lo que hacemos y debemos hacer.
El abandono de la idea de una verdad universal sobre el bien y el mal, conduce al hombre a la formación de una conciencia subjetiva y a obrar de acuerdo con ella. ¿Adónde llegamos, pues? A una ética individualista: cada uno tiene “su verdad”, diversa de la verdad de los demás.  Es un pensamiento que procede de las falsas sabidurías que siempre han levantado imponentes obstáculos a una renovación del hombre. ¿No tiene el hombre una luz en su inteligencia – la llamada ley natural-, para conocer el bien y el mal, que es el gran objeto de la verdad? Tenemos el deber de buscar la verdad. La búsqueda responsable de la verdad es señal de madurez.
No tiene el mismo valor un juicio adecuado a una verdad, que aquel otro que se pronuncia asentado en el error.  ¿Quién está en la verdad, Susana (Dan 13, 22-23) o los dos jueces injustos que le proponen una pasión impura y a continuación la acusan injustamente de haber consentido en esa propuesta?
La ley divina es la gran fuente de la verdad.  El bien de la persona consiste en estar en la verdad y es justo y necesario declarar que algunas afirmaciones filosóficas y del pensamiento pueden no estar en la verdad, por lo que anteriormente ya se ha dicho: no poseen el conocimiento exacto de las cosas. Veamos una posibilidad: Un ciudadano dirá que cree en la democracia, en el gobierno constitucional y en la libertad de los ciudadanos. Pero si luego, no votara, no pagara los impuestos, ni respetara las leyes del país, indudablemente es un hipócrita. De igual modo, no solamente hay que creer en las verdades reveladas por Dios, también hay que observar sus leyes. La verdad siempre ha sido negada por los diferentes totalitarismos.
Ricardo Yepes en “La verdad como inspiración”. Dice lo siguiente: En el mundo ha cundido una mentalidad según la cual la verdad no puede ser absoluta, capaz de desafiar el paso del tiempo, válida para todos los hombres. Es un proceder originado en el relativismo.
El relativismo de hoy está en parte fundado sobre un falso dilema entre una supuesta verdad absoluta y la libertad. Una verdad absoluta sería algo que la autoridad impone. Algo asfixiante. Pero eso es un equívoco puesto que la auténtica verdad es universal, pero no absoluta. Son dos cosas completamente distintas. Resulta, en efecto, paradójico que la época histórica que ha defendido más la libertad haya sido capaz, simultáneamente, de crear sistema de verdades absolutas que han contribuido notablemente al relativismo, al escepticismo y a la crisis generalizada de la noción misma de verdad. Eso no impide que seamos críticos. Pero una cosa es ser crítico, y afirmar que hay  puntos de vista diferentes, y aún opuestos, que contienen siempre verdades razonables, y otra bien distinta es sostener que no hay verdad universal.  Sin embargo, la verdad afecta tan profundamente al hombre que le conmueve por completo. Esta es la primera consecuencia del encuentro: la conmoción.   Por ella, me transformo interiormente y reorganizo mi vida para una conquista, porque la verdad merece ser conquistada. Y ese encuentro o conquista me inspira: trataré de reproducir y expresar la verdad que he encontrado. Entonces, lo decisivo es preguntarnos qué verdad inspira nuestra vida, qué alcance tiene.
Ese inspiración y deseo es un hecho muy claro en la vida de muchos hombres, grandes y pequeños. Una verdad vista claramente en un momento ha marcado el rumbo de su vida de modo definitivo. Las grandes gestas humanas (artísticas, religiosas, políticas, intelectuales...) son fruto de la inspiración que una determinada verdad ha puesto en las vidas    de sus protagonistas. Por eso, negar que la verdad existe es negar la mayor parte de la grandeza del hombre. Suprimirla es suprimir la inspiración, el arte, e incluso el ejercicio de la libertad.
La formación abre las puertas y ventanas a la verdad. La persona con formación o en proceso de formación, piensa mejor. Sabe pensar los pros y los contras de las cosas; tiene más y mejores recursos para diferenciar el bien y el mal.
CONCLUSIÓN.
         Amar la verdad.
         Buscarla a partir de la propia formación personal.
         El estudio sincero es puerta de la verdad. Es preciso cultivarlo.


[1] San Justino, cristiano seglar y maestro de filosofía en Roma,

lunes, 14 de enero de 2019

RAÍCES CRISTIANAS DE EUROPA

LOS PADRES DE EUROPA.


ROBERT SCHUMAN. (S. XX).  Político francés. Fue ministro de Finanzas, de Asuntos Exteriores y de Justicia.
El 9-5-1959 propuso la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero.  Presentó la célebre “Declaración Schuman”.
Recibió desde la infancia una esmerada educación católica.
Creo la Confederación francesa de trabajadores cristianos.

KONRAD ADENAUER (S. XX). Canciller de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Creo el partido alemán: CDU.
Unido a Schuman en la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero.

ALCIDE  DE  GASPERI.  (S. XX). Ministro de Asuntos Exteriores y Presidente del Consejo de Ministros de Italia.
Fundador de la Democracia Cristiana.
Igualmente unido a los dos anteriores en la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero.
Está en curso su proceso de beatificación.

Los tres pusieron el germen de lo que hoy es la Comunidad Europea.

OTROS PADRES  DE EUROPA.

SAN BENITO DE NURSIA. (480-547.  S. V y VI).
Inició la vida monástica en Occidente. Fundó la Orden de Benedictinos. Es considerado patrón de Europa y patriarca del monacato Occidental. Escribió una “regla” para sus monjes que fue inspiración para los reglamentos de otras muchas instituciones.

SAN BONIFACIO. Nació hacia el 672 ó 673,  en una familia noble. Se educó en el monasterio de Exeter. Más adelante abrazó la vida monástica. Recibió una formación muy esmerada. Su gran amor fue las Sagradas Escrituras a las que consagró las mejores horas de su existencia.  Fue un gran predicador. Evangelizó Germania. Su fama se extendió por toda Germania y su nombre circuló ampliamente por todo el país. Escribió numerosas cartas.

ALGUNOS  PATRONOS DE EUROPA.

SAN BENITO DE NURSIA.                              S. V y VI,
SANTOS CIRILO Y METODIO.                       S. IX.
STA. CATALINA DE SIENA.                                    S. XIV.
STA. BRÍGIDA DE SUECIA.                                     S. XIV.
STA. TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ.    S. XX.

Las tres últimas, mujeres. Y es “muy significativo que las tres coinciden en vivir en momentos críticos de la historia de la Iglesia y que son capaces de interpelar a las autoridades civiles y religiosas. Por ejemplo Catalina de Siena se dirigía con fuerza a los eclesiásticos de todos los rangos para pedir la más rigurosa coherencia en su vida y en su ministerio pastoral. Impresiona el tono libre, vigoroso y tajante con el que amonestaba a sacerdotes, obispos y cardenales. Era preciso –decía- arrancar del jardín de la Iglesia las plantas podridas sustituyéndolas con plantas nuevas, frescas y fragantes”[1].

S. Juan Pablo II la declaró copatrona de Europa con “el deseo de que el Viejo Continente nunca olvide las raíces cristianas que son la base de su camino y siga afianzando en el Evangelio los valores fundamentales que aseguran la justicia y la concordia”.

Y sobre la última de las DOCTORAS afirma S. Juan Pablo II: Declarar hoy a Edith Stein (Sta. Teresa Benedicta de la Cruz) copatrona de Europa significa poner en el horizonte del viejo continente una bandera de respeto, de tolerancia y de acogida que invita a hombres y mujeres a comprenderse y a aceptarse, más allá de las diversidades étnicas, culturales y religiosas, para formar una sociedad verdaderamente fraterna”[2]

Muchos otros más (cientos o miles) han aportado suficientes ideas y testimonios en la formación de una Europa cristiana. Un ejemplo más:

S. Isidoro (S. VI y VII). Fue el alma de los Concilios de Toledo. Está considerado como el hombre más culto de su tiempo.

RAÍCES CRISTIANAS DE EUROPA.

España  se hizo plenamente cristiana en el siglo VI con el visigodo Recaredo. Aunque ya anteriormente, la población lo era.
Camino semejante sucedió en Francia, Italia, etc.
Polonia se hizo cristiana en el 966. Hungría, en el 972. Kiev en el 988.

Palabras de S. Juan Pablo II: “Quiero proponer a todos, para que nunca se olvide, el gran signo de esperanza constituido por los numerosos testigos  de la fe cristiana que ha habido en el último siglo, tanto en el Este como en el Oeste. Ellos han sabido vivir el Evangelio en situaciones de hostilidad y persecución, frecuentemente hasta el testimonio supremo de la sangre.

El  profesor Albert Viciano, doctor en Teología y en Filología Clásica y Catedrático de la Universidad de Murcia pone el acento en el carácter aglutinante del cristianismo que está en la base de la conciencia europea. Europa nace, según su tesis, gracias a la labor de inculturación del Evangelio llevada a cabo por los intelectuales cristianos de los últimos siglos de la Edad Antigua, conocidos como “Padres de la Iglesia”.

De hecho, en el proceso de construcción europea, el pensamiento personalista, de inspiración cristiana, ha sido determinante tanto a nivel filosófico como a nivel de acción política. Que la raíz cristiana de Europa es una realidad podemos comprobarla en la misma actualidad.

Efectivamente a principio de mayo de 2011 el parlamento húngaro ha aprobado una nueva Constitución cuyos ejes son el reconocimiento de las raíces tradicionales –esencialmente cristianas- del país: la defensa del matrimonio, la de la libertad educativa y de la vida. El texto constitucional fe aprobado por 262 votos a favor, 44 en contra, una abstención y 78 legisladores que se negaron  a participar.

Estamos orgullosos de que nuestro rey Esteban, santo patrón de Hungría desde hace mil años, haya fundado nuestra patria sobre sólidos cimientos incorporándola a la Europa cristiana”, dice la Constitución.

Y continúa afirmando:

-“Reconocemos el papel de la cristiandad en la pervivencia de la nación”.
- “Consideramos que la familia y la nación constituyen el marco principal de nuestra convivencia y que nuestros valores fundamentales son la fidelidad, la fe y el amor”.

 EL RESURGIR DE EUROPA.

Benedicto XVI el 6-11-2010 en la plaza del Obradorio. Santiago de Compostela: “Es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa no se pronuncie jamás en vano… Es necesario que la percibamos así en la vida de cada día, en el silencio del trabajo, en el amor fraterno y en las dificultades que los años traen consigo. Europa ha de abrirse a Dios, salir en su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones”.

“La Europa de la ciencia y de la tecnología, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero. Esto es lo que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por Dios y velar por el hombre”.

TENEMOS CREER EN LO QUE HACEMOS.

Schuman, Adenauer, De Gasperi, ¿imaginaban adónde se iba a llegar en la construcción de Europa?

Pocas veces sabemos cómo terminan las cosas.

Desde nuestra actividad (la enseñanza, el estudio, la labor profesional que tengamos) tenemos que tener confianza en que con nuestro trabajo bien hecho, estamos construyendo un mundo mejor, una civilización mejor.

Hoy para dar sentido cristiano a la sociedad, es preciso formación y sentido de responsabilidad. Los valores cristianos hay que difundirlos y defenderlos en la familia, en el trabajo, en la comunidad de vecinos, en las organizaciones sociales, en los deportes y el ocio.
Tenemos que sabernos comprometidos en la construcción de un mundo mejor, el nuestro, el de nuestro ambiente. La mejor respuesta es vivir con plenitud nuestra vocación de cristianos. Nada de pasividad. Tenemos que aportar iniciativas e ir contracorriente cuando sea necesario. Desde una mentalidad, la de ser positivos, trataremos de ahogar  el mal con la abundancia del bien, idea que además nos empeñaremos en contagiar a otros, para que también ellos, arrimando el hombro, logremos un sentido cristiano de la vida. Sin miedos, sin timideces. Mucha gente desea esa mejora en los valores y en las costumbres.



[1] Emilia Bea. Karol Wojtyla y las raíces de Europa. Comunicación en la II Jornadas de la Asociación Española de Personalismo. 16-18 de febrero de 2006.
[2] Juan Pablo II. Homilía de la misa de canonización de Teresa Benedicta de la Cruz.

jueves, 10 de enero de 2019

LA EXCELENCIA



-   Unir dos ciudades separadas por un caudaloso río, mediante un grandioso y ancho puente, es lograr la excelencia.
-         Lograr que entre Canarias y la Península, se incrementen el número de vuelos en uno y otro sentido, es lograr la excelencia.
-        Superar el exceso de ideologías que proliferan en la actualidad, para centrarnos más en la realidad, es llegar a la excelencia.
-       Desterrar un buen número de manipulaciones (mejor todas), que condicionan y anulan nuestra libertad, es estar en la gran excelencia.
-      Buscar denodadamente el conocimiento exacto de las cosas, ante tanta complejidad y corrupción, es vivir en la excelencia.
-     Educar en lo real, que es la verdad, enterrando a tanta mísera ideología educativa, es preparar un mundo para la excelencia.
-   Lograr que finalmente Extremadura goce de un eficaz y continuado buen servicio ferroviario, es proporcionar la excelencia a una de nuestras regiones.
-      Mejorar la atención responsable y generosa a los emigrantes hasta introducirlos en un ambiente de vida sano y respetuoso, también es la excelencia.
-   Superar las mentalidades pequeñas y pueblerinas, por un concepto de vida integral armónico, equilibrado y responsable, es la excelencia.
-   Superar la creencia de que la democracia y ser demócrata es la gloria, sin haber matizado sus numerosas limitaciones, también es la excelencia.
-       Formar personas en la verdad, huyendo de ideologías esclavizadoras del ser humano, es buscar responsablemente la excelencia.
-     Tener la posibilidad de poder leer buenos libros, escritos por autores que pretenden el bien integral de la persona, es la excelencia.
-      Si tú y yo nos comprometemos en ser mejores personas con planes concretos, es que queremos ilusionadamente la excelencia.

lunes, 7 de enero de 2019

QUE NO NOS ROBEN LA LIBERTAD



Al finalizar la Segunda  Guerra Mundial, un fabricante de Stuttgart recibió una carta de un desconocido. Decía: “Tras uno de los ataques aéreos de la última guerra, me permití sustraer varias herramientas de su fábrica en ruinas. Como mi conciencia no me deja en paz, deseo restituirle el doble del valor sustraído. Le adjunto 300 marcos”.

“Un  chico de 5º curso de Primaria había roto un cristal jugando al fútbol. Todos los jugadores salieron volando y desaparecieron por encanto. A causa de su mala conciencia, evitaron ulteriormente volver al lugar del suceso. Al cabo de una semana se presentó el chico culpable y pagó el cristal. Al hacerlo, manifestó: Este asunto no me ha dejado en paz durante todo el tiempo. Ahora vuelvo a tener por fin buena conciencia. El muchacho concibió, asimismo, el propósito de nunca más escapar, cuando hiciera alguna trastada, sino hacer frente a la situación y responder personalmente”[1] .

Un tercer y último caso: Un  chico de nueve años copia las operaciones  matemáticas que su profesor ha puesto en la pizarra.  Muy pocos minutos después, guarda el cuaderno, saca un libro de lectura y se pone a leer. El profesor observa que es uno de los primeros de la clase que ha finalizado el trabajo, le pregunta y el chico responde que ha concluido con las operaciones. Minutos después, vuelve a guardar el libro, nuevamente coge el cuaderno de matemáticas y continúa con las operaciones.  El profesor se le acerca y se interesa qué ocurre. El niño le dice: Las hice mal. Puse los resultados a “voleo” pero no me he quedado tranquilo con lo que había hecho y ahora las estoy haciendo bien.

Ahí tenemos unas breves historias que finalizan bien porque los personajes han llegado a tener un conocimiento exacto de las cosas y reaccionan modificando sus conductas. Es decir han sido bien educados por sus padres, profesores, políticos, periodistas… por la sociedad.
La pregunta siguiente puede ser: ¿Se educa hoy procurando que las personas (niños, jóvenes, adultos) lleguen a tener un conocimiento exacto de las cosas? ¿No es verdad que desde ambientes muy diversos: periodismo, enseñanza, políticos, asociaciones,… se manipula la realidad por falta de conocimiento, por pereza, por adhesión inquebrantable a una ideología inmadura, por… y gran parte de la población vive en el error y en la mentira?

La consecuencia más grave es que carecer del conocimiento exacto de las cosas, que es lo mismo que carecer de la verdad, es una pérdida de libertad.
Un sencillo ejemplo: llevamos cuarenta años en los que las autoridades que hemos tenido, no han sido capaces de elaborar una Ley de Educación que valga para el ser humano y por lo tanto que valdría para todos.
Y sin embargo, el ser humano ha nacido en libertad y para la libertad. Esa es la verdad.
Si pasamos a examinar algunas de nuestras conductas o de nuestros ocios, continuamos encontrándonos con lo mismo: manipulación, manipulación. ¿O no es eso lo que  proporcionan bastantes videojuegos, por ejemplo?
Los que ahora me leéis, ¿qué hacer para recobrar esa libertad de la que tanto se habla y que para darnos tantos bienes nos retiran, con lo cual resulta que uno de nuestros mejores bienes nos está desapareciendo? ¡Haz, algo, por favor! Escribe, protesta, habla, estudia, lee para conseguir mejores argumentos que te lleven a luchar por la conquista de tu libertad, de mi libertad.



[1] Otto Dúrr. Educación en la libertad. Editorial Rialp. Página 101.


viernes, 4 de enero de 2019

UNA BATALLA SIN TREGUA


Una batalla sin tregua
por Juan Manuel de Prada   Opinión 30 diciembre 2018
Hubo un tiempo en el que, al llegar la Navidad, las naciones en guerra decretaban una breve tregua. Todavía en 1914 se interrumpieron las hostilidades en los frentes; y los soldados franceses abandonaron las trincheras y avanzaron desorientados entre la niebla, como muertos convocados por la trompeta del Juicio Final, hasta encontrarse con los soldados alemanes, con los que intercambiaron cigarrillos, mientras les mostraban las fotos de sus novias o de sus hijos recién nacidos, mientras los abrazaban y palmeaban en la espalda enteca, y juntos lloraban, haciéndose la ilusión de que la guerra había terminado, o que no había empezado nunca. Después de aquellas breves treguas navideñas, los oficiales observaban que a los soldados les costaba mucho más volver al combate y disparar contra quienes hasta el día interior habían sido enemigos sin rostro. Así que las autoridades francesas y alemanas, para evitar que estas confraternizaciones efímeras apagasen el ardor guerrero de sus ejércitos, prohibieron las treguas navideñas. Había que mantener el odio encendido, para poder ganar la guerra.
Aquellos gobernantes malvados que decidieron prohibir las treguas en Navidad sabían lo que hacían. Y es que el amor, si es verdadero, siempre necesita encarnarse en alguien concreto (por eso la Navidad es la fiesta del amor por excelencia), necesita abrazar a su destinatario; mientras que el odio puede prescindir tranquilamente de la persona concreta y dirigirse contra cualquier entelequia o realidad abstracta, contra una muchedumbre o una estadística. Pero nuestra época, tan sibarítica en sus expresiones de maldad, ha instaurado algo mucho más abominable que el odio, que es un simulacro de amor que ya no se encarna en nadie concreto; un amor desencarnado que ama las entelequias y las abstracciones. Así, por ejemplo, en Navidad, se hacen exaltaciones amorosas de la «Paz», una «Paz» que, por supuesto, no es la que proclamaron los ángeles la noche de Navidad, sino más bien aquella paz proterva a la que se refería un cabecilla bretón llamado Calgaco, en frase inmortalizada por Tácito: Ubi solitudinem faciunt, pacem apellant («Allá donde crearon la desolación, lo llaman paz»).
Esta paz es la que pretendía, por ejemplo, Herodes; y para que no viniese ningún alborotador a alterarla exterminó a los recién nacidos (nuestra época, mucho más refinada que la herodiana, extermina a los nonatos; o, todavía más refinadamente, impulsa ideologías fundadas en el odio a la procreación). Nadie podrá negar que Herodes, como aquellos gobernantes que impidieron la celebración de treguas durante la Navidad, sabía lo que hacía. Pues el Niño que había nacido, a quienes los falsificadores de la Navidad presentan como un apóstol de la «Paz», venía en realidad a traer la espada y a incendiar el mundo, según declaró sin ambages cuando se hizo mayorcito. La Navidad no es, como pretende la maldad de los amantes de las abstracciones y el ternurismo de los pánfilos profesionales, una fiesta pacífica: «Las campanas que celebran el nacimiento del Niño -escribió Chesterton- suenan como cañonazos». Pues aquel Niño que nacía en una gruta venía a instaurar una guerra sin cuartel contra quienes como Herodes se encargaban de garantizar la pax romana: una paz pérfida fundada sobre la desolación, sobre la injusticia, sobre la mentira, sobre la iniquidad, sobre la abolición de la naturaleza, sobre el escarnio de las virtudes, sobre el exterminio de los inocentes, sobre la negación o envilecimiento de todo lo que aquel Niño venía a restaurar. Todo por lo que aquel Niño estaba dispuesto a batallar sin tregua.
Publicado en ABC.