viernes, 31 de agosto de 2018

LA AMISTAD




En recuerdo del que fue gran amigo y profesor, Ricardo Yepes Stork, redacto estas líneas entremezcladas con las suyas de tal manera que me es difícil separar unas de otras.

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Dice C. S. Lewis en el excelente libro “Los cuatro amores”, que la amistad hoy es considerada “algo bastante marginal, no un plato fuerte en el banquete de la vida... Pocos la valoran, porque pocos la experimentan”.
Así que la amistad no es algo innato. No se da sin esfuerzo, hay que conquistarla y luego ha de ser alcanzada y mantenida. Es decir, exactamente igual que el amor que además no nos deja intactos. Se conquista, pero más difícil es luego su mantenimiento si no hay un propósito exigente de hacerlo. A todo ello, el profesor Millán Puelles añade que también necesita tiempo de crecimiento, de esfuerzo para ganarse la confianza del amigo.
Ahora bien, ya estamos en la amistad. Si es verdadera, aguanta, no se rompe por cualquier desacuerdo. Consiste en mantenerse amigos en el desacuerdo. Porque no forma parte del ideal de la amistad estar  de acuerdo en todo. Estarlo enteramente es prácticamente imposible. Discrepar es saludable si se mantiene el diálogo
Tiene la amistad una importante tarea: acercarse a la realidad, a las cosas, al descubrimiento de nuevos planteamientos sobre los problemas, a pensar y hacer juntos unos quehaceres.
Hay en la amistad una fase madura. Es aquella en la que el amigo nos interesa no sólo por lo que dice, sino por lo que es. Su lazo se convierte en imán atrayente, más fuerte que la disgregación connatural a la vida, porque la amistad es lealtad, estar unidos en la adversidad y la ventura, asumir como parte de nuestra existencia la del otro.
Pero es probablemente el carácter iluminante del diálogo, lo que da a la amistad un tono único. Pues ante todo amistad es conversar, hablar, intercambiar miradas, participar del saber de otro. Dice Pieper que la amistad se nota en el decir sin reticencias ni disimulos: el amigo es la persona con la que se piensa en alto, con la que se habla sinceramente, aquel con quien somos sinceros. Con el amigo no nos andamos con remilgos, es aquel con quien nos podemos sincerar. Estamos ante uno de los ámbitos de la intimidad.
Tenemos que seguir hablando del diálogo debido a su ser fundamental en este tipo de conexión. El diálogo va del desacuerdo al intercambio de opiniones, al dejarse convencer sola y exclusivamente si el otro tiene razón, si lo que dice es verdad. Eso es ser amigos. La justificación para hablar con el amigo es justamente que haya algo importante que decir: “los pequeños círculos de amigos que dan la espalda al mundo son los que los transforman de veras”, dice Lewis.
Por ahí hemos llegado a un punto fundamental de la amistad: la de darse. La persona es el único ser que puede dar sin perder. Darse, el don, es parte irrenunciable de la amistad: quien regala algo no espera nada a cambio. El don es gratuito.
Por eso una gran dificultad para el desarrollo de la amistad es el interés, ya que el interés sacrifica la amistad. Primero mantiene unas relaciones humanas “amistosas”, pero superficiales, fruto de la conveniencia mutua, que no aguantan el tiempo ni las dificultades. En segundo lugar, nuestra amistad no llega hasta donde coinciden nuestros intereses y entonces se vive con el amigo una separación amable porque no coincido con él en los mismos problemas, en la solución a los intereses comunes.
Sin embargo sin el otro no alcanzo a conocerme a mí mismo, pues para conocerme necesito expresarme, y para expresarme he de manifestarme. Manifestarse es hablar, ser escuchado, comprendido. Y eso exige alguien que escuche.
En el fondo surge un mal concepto de amistad,  porque ser amigo incluye la estimación, pero también la irritación: el que no se irrita cuando el amigo se porta mal es un adulador o un indiferente, pero no un amigo. Ahora bien, no olvidemos la estimación, sin ella la amistad es imposible. Estimar es ser partidario del amigo, estar a su lado, defenderle, querer lo mejor para él.
El hombre precisa de la amistad, de tal manera que si no tengo amigos, estoy empobrecido como ser humano. Realmente si tal cuestión sucediese habría que preguntarse qué tal andamos con relación al egocentrismo.