viernes, 29 de noviembre de 2019

TAN DÉBILES, TAN FUERTES



Quizá como nunca, tenemos hoy estupendos medios para cubrir nuestras necesidades. Estamos enfermos y vamos al médico y a continuación al farmacéutico. Tenemos una dificultad económica y nos acercamos al banco que nos podrá facilitar un préstamo o hipoteca. El hijo/a se ha metido en un penoso lío o ha cambiado sustancialmente su conducta, y nos vamos al psicólogo… Estos y otros muchos avances en disciplinas muy diversas, han logrado que tengamos en muchos aspectos una vida más agradable.
Sin embargo, la influencia del individualismo y del racionalismo también es asunto evidente. En occidente, el racionalismo se ha extendido y anclado en exceso. Nuestro tiempo es científico y tecnológico en el que parece que no tienen cabida ni la religión ni Dios. Hoy gran número de cristianos viven de espaldas a Dios. Es una realidad que procede de la Ilustración.
No obstante, prestigiosos científicos y humanistas declaran su plena adhesión a la trascendencia.

El europeo sufre un preocupante enfriamiento, incluso hay casos de congelación, respecto a la religión. Son tiempos de debilidad.
Sin embargo, la religión en África, América y Asia es una parte fundamental de la sociedad humana. Esos numerosos países están constituidos por hombres con creencias. “En ellos con frecuencia la religión es la que redime al hombre del materialismo, de la guerra y de las luchas fratricidas, de la pobreza y de la desesperación, del individualismo y el egoísmo”[1].

Tiempos fuertes. También los hubo y continúan con nosotros, puesto que otros muchos consideran a la religión el referente más claro y fuerte ante el bien y el mal. Es una convicción con más de veinte siglos de existencia.

Uno de esos tiempos fuertes lo vivió Emérito. En el año 304, en Cartago, el jefe de policía detuvo en casa de Emérito a veintiséis hombres y dieciocho mujeres, todos cristianos que se habían reunido un domingo para celebrar la santa misa. El procónsul interroga a Emérito:
-          ¿Se han celebrado algunas asambleas en tu casa?
-         Sí, replicó Emérito. Nosotros hemos celebrado el dominicum en mi casa.
-         ¿Por qué les permites entrar a todos esos?
-         Porque son mis hermanos y no podía prohibírselo.
-         Hubieras debido hacerlo.
-         Yo no podía, porque nosotros no podemos vivir sin el dominicum.
Esta respuesta le envió al suplicio.

Es lo mismo de Teresa de Jesús en su sencilla y bella poesía en la que dice: “Sólo Dios basta”. O la estrofa del Cántico espiritual de Juan de la Cruz: “Y yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de hermosura”. Esta es la cuestión: dejar que Él pase y hermosee el alma.

La religión es necesaria. Dios tiene una presencia continua en el mundo. La relación con Dios origina una mejor estima del hombre. Su ausencia, daña al hombre, lo hace más inhumano. No cabe duda que en el cristianismo fuerte, el hombre gana en apertura mental, conoce y vive en una mayor plenitud. Olvidar esta afirmación o combatirla es una forma perfectamente clara de ir contra el hombre y su libertad.

Tan débiles, tan fuertes. Varios Papas y predicadores expertos han propuesto una llegada y consolidación de los tiempos fuertes, son estos: Mejorar el trato con el Espíritu Santo, aumento de la adoración eucarística y arrimar el hombre hasta conseguir un fuerte crecimiento de la caridad.


[1] R. Yepes Stork. Entender el mundo de hoy. Página 223. Año 2010.

viernes, 22 de noviembre de 2019

LOS TRIUNFADORES



En la segunda mitad del siglo XX y en lo que llevamos del XXI, nos hemos venido encontrando con diversos tipos de triunfadores.  En primer lugar, están los grandes ricos y también todos los que últimamente han mejorado sustancialmente su patrimonio: nuevos ricos, les llaman. Aquí están los que han dejado de interesarse por los miles de euros porque están en los millones.

Pero hay más. En estos últimos setenta años han aparecido tres tipos de triunfadores, fruto de su trabajo y unas habilidades específicas que han adquirido y mejorado, más unas circunstancias que en estos pasados decenios han puesto a sus pies. Son los triunfadores del mundo del cine, del deporte y de la canción.
Y hay otro grupo curiosamente muy interesante: son los que han elevado y lanzado los medios: Los “famosos de los medios de comunicación”. Los ligados a la cultura de la “perfomance”.

Un grupo de triunfadores con gran influencia social y bastante apoyo socio-económico son los intelectuales de la corriente “progre”. Hoy, ser progre tiene muchas puertas abiertas. Quizá es que es lo moderno. De su durabilidad aún nada se sabe.

Y, ¿qué ocurre con la ética?
He conocido a otros muchos triunfadores: D. Calixto, médico rural de los años setenta, que atendía a los enfermos de tres pueblos. A D. Argimiro, maestro de primaria que consagró varios años de su vida a enseñar y educar a los niños y muchachotes de pueblos de la “Siberia extremeña”. A Pepe, herrador, con jornadas de catorce y dieciséis horas, cuidando los cascos de los mulos, asnos y caballos de una comarca. A Julio, jardinero, con pasión y esfuerzos para que el jardín del colegio creciese años tras años en lozanía y hermosura.

Todos, personas sencillas, naturales, optimistas y con las alforjas llenas de esperanza. Triunfadores en lo pequeño, en la tarea cotidiana, en el quehacer bien hecho. Casi todos ya desaparecidos o jubilados. Se fueron sin medallas. Se fueron o jubilaron con algo grande: un trabajo excelente y el cariño de sus conciudadanos. Porque todos y cada uno de estos últimos, fueron “señores” de la amistad. No tuvieron clientes, tuvieron amigos; gentes muy variadas, que pusieron noble y generosamente , gran cariño en ellos..
Estos triunfadores dejaron huella. Enseñaron un modo de vivir y de sentir cálido y cercano con todos aquellos a los que trataron. Y se formaron principalmente en el amplio campo de la excelencia.




viernes, 15 de noviembre de 2019

CON GRAN AGRADECIMIENTO


Cuando miro lo mucho y excelente que nuestros antepasados nos han dejado, me entran escalofríos. Me refiero al amplio y excelso trabajo de escritores, pintores, músicos, arquitectos y escultores.

Ponerse delante de la Meninas o del Entierro del conde Orgaz, o de la Creación de Miguel Ángel… ¿no te produce un gran gozo? A mí sí.

Visitar el Partenón de Atenas, el Coliseo de Roma, Las catedrales de Colonia y Toledo. Admirar las vidrieras de la catedral de León o el Monasterio de El Escorial, me produce un agradable agradecimiento.

Visitar Florencia y detenerse ante el David. Hacer lo mismo en la Galería Borghese ante la majestad de las obras de Bernini. Acercarse a San Petersburgo y permanecer horas ante la obra de Rembrandt, ¿no es verdad que las horas se convierte en minutos?
Reencontrarse con Sófocles, con Shakespeare, Ovidio, Lope de Vega, Calderón, Cervantes y Gerardo Diego, ¿no es como transportarse a otro mundo?

La herencia que hemos recibido es de un valor inmenso. Todo fue obra de antepasados inteligentes, trabajadores, creativos y con una férrea voluntad.

Les llegaron luces, se encendieron sus corazones y sus ojos, junto a sus manos hicieron el resto.
Si has escuchado el Réquiem de Mozart, alguna o varias de las sinfonías de Beethoven, la quinta de Piotr Ilich Chaikovski, el Concierto de Aranjuez o las diversas sinfonías de Schubert, te habrás dado cuenta que entre todos han contribuido notablemente a llenar el mundo de belleza.

Mi respuesta a tanta hermosura, a la que también te invito, es de agradecimiento y de un determinado deseo de profundizar más y mejor en tan sublimes creaciones, sean del orden que sean.

En este ajetreado siglo XXI, vale la pena mirar con sosiego tanto esplendor como nuestros antepasados nos han dejado para el disfrute y cultivo del alma. Y quien tenga posibilidad de presentarse en Florencia, Burgos, Colonia, Viena, etc, se llenará de unas experiencias imposible de olvidar.

Finalmente, tener presente que todo ese gran mundo de belleza y esplendor, obra de unos hombres extraordinarios, también lo ha sido de Dios que puso en ellos esas habilidades con tanta grandeza.

viernes, 8 de noviembre de 2019

LOS PACÍFICOS

ESTHER  DUFLO, premio Nóbel por su lucha contra la pobreza global.

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La paz y las dificultades. Hay que intentar descubrir las actitudes profundas de nuestro corazón. Esas que, por ser negativas, quitan la paz.

Una imagen o comparación: La superficie de un lago sobre la que brilla el sol. Si está serena y tranquila, el sol se refleja perfectamente. Si está agitada, removida, la imagen del sol no podrá reflejarse. Algo parecido ocurre en el alma: cuanto más serena esté, más se reflejará Dios en ella. (Jacques Philippe y Dietrich von Hildebrand)

Todos tenemos preocupaciones y temor a equivocarnos. Y una y otra cosa, nos pueden hacer perder la paz. Efectivamente, los problemas de salud, del dinero, de afectos, de ser estimados, profesionales, etc.  Más aún, el mayor peligro es creer que podemos resolver todos los problemas de la vida solamente con nuestro esfuerzo y nuestro interés. No es así, porque somos torpes, limitados, débiles.

Nos hace perder la paz desear una cosa buena y que no llegue. Por ejemplo, que un hijo marche bien, y a veces impacientarnos e incluso ofrecemos actitudes negativas ante él, como gritos, indiferencias, olvidos… El deseo bueno, lo hemos estropeado. Nos faltó paz y paciencia para ver que Dios, que también es padre de ese hijo, la tiene y espera.

Enemigos de la paz, son: 1. El amor desmesurado a uno mismo. 2. La absoluta confianza en uno mismo. 3. La complacencia en uno mismo 4 Poner los afectos en uno mismo. 5. Un desproporcionado exceso de trabajos profesionales. 6. La falta de paz es un veneno para nuestra felicidad.
Iréne Némirovsky escribe la novela “El baile”. La adolescente, hija de la señora Kampf, herida en su orgullo por la prohibición materna de asistir al ágape, planifica una venganza en toda regla. Su alma no estaba en paz.
Pone en peligro la paz: el hombre susceptible que se siente ofendido con extraordinaria facilidad. Sus reacciones son de irritación o de apartamiento de aquellos que, según él, le ofendieron. Es una postura que no encaja con la vida de acercamiento a Jesucristo. Hay que examinar esa susceptibilidad que a veces nace de los celos. Otra cuestión distinta es cuando realmente ha habido una auténtica ofensa. En este caso, la actitud cristina es perdonar. Perdonando continuamos viviendo en la paz.
Siempre estaremos dispuestos a destruir en nosotros, todo rencor, toda amargura, toda enemistad y quemar los agravios recibidos enseguida.
Una cuestión distinta es si nuestros derechos y nuestra libertad, que es un gran don recibido de Dios, son atacados o menoscabados. En esos casos, sí que es necesaria la lucha para defender esos derechos. Dejar de hacerlo, no es propio de la vida cristiana. Un ejemplo: S. Pablo dice al centurión: ¿Os es lícito azotar a un romano sin haberle juzgado? Al oír esto el centurión se fue al tribuno y se lo comunicó, diciendo: ¿Qué ibas a hacer? Porque este hombre es romano” (Hech. 22, 25-26).

La paz no es separación en las relaciones humanas, cuya trágica situación muy bien escribió ALBERR CAMUS: “Es como si dos personas estuvieran separadas por la pared de cristal de una cabina telefónica. Se ven, están muy próximos, y, sin embargo, está esa pared que los hace mutuamente inaccesibles.”

Facilitan la paz: El amor. Este don constituye familias, sociedades y amistades en las que brillan la paz. Sin el amor surgen las guerras, las rencillas, las faltas de entendimiento entre las personas. El que ama es además un agente del amor. Además, la oración, los sacramentos, la purificación del corazón y la docilidad al Espíritu Santo. La paz es fruto de la lucha. Especialmente contra las tres concupiscencias.
El Señor nos dice: “la paz os dejo, la paz os doy; no es como la del mundo la que yo os doy. No tengáis más el corazón turbado y encogido” (Jn. 14. 27).  Estas palabras tienen la misma fuerza que las que crearon el cielo y la tierra de la nada, o que las que calmaron la tempestad en Genesaret, o las que dijeron: “Talithá kumi” a la hija de Jairo, o a Lázaro, “sal fuera”.  Por lo tanto, confianza en que Dios quiere nuestra paz.

S. Francisco de Sales propone tres cuestiones:
A. Hay que tener la intención de buscar en toda la gloria de Dios.
B. Busquemos un buen consejero y sigamos sus consejos.
C. Y por último, dejemos que Dios se encargue del resto.
La paz nace de la humildad y del olvido de sí mismo.
El hombre que se pone en los brazos de Dios vive en gracia en el cuerpo místico de Cristo y se reconoce redimido por la Sangre del Señor. Será un individuo de paz interior. Todo esto es fruto de ser alma de oración, alma de eucaristía, alma de penitencia y caridad.
La paz interior consiste en el abandono de los estilos de vida que producen desasosiego y turbación y en la incesante búsqueda de unión con el amado y con lo bueno. Es la poesía de Sta. Teresa de Jesús:
“Nada te turbe                                                           Nada de espante,
Todo se pasa,                                                            Dios no se muda,
La paciencia                                                               Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene                                                     Nada le falta:
Sólo Dios basta.

Nuestros defectos no deben contribuir a que perdamos la paz. Se asumen, se lucha contra ellos, se pide ayuda al Señor y consejo en los casos necesarios.

domingo, 3 de noviembre de 2019

TAN CERCA TAN LEJOS


Es el título de una comedia romántica francesa, estrenada en España el veinticinco de octubre de dos mil diecinueve. Es decir, hace muy pocos días.
Rémy y Mélanie son dos jóvenes treintañeros que viven en París y buscan encontrar el amor. Ella lo hace por las redes sociales, acudiendo a citas a ciegas que nunca salen bien; él, sigue sin encontrar esa conexión especial que busca en su pareja.
Los protagonistas viven en la soledad y en los sueños y se van a ver a un psicólogo, que en Francia se le titula “ir a ver a alguien”, evitando su auténtica denominación profesional, para tapar la problemática del individuo necesitado de ayuda.
Me ha recordado el título de una ponencia que me han encargado sobre la comunicación en el matrimonio con el título: “Trabajo, casa, cole y … tú y yo ¿cuándo?” Es una denominación que me deja algo perplejo. Porque, ¿qué podemos entender por ese cuándo?: ¿cuándo vamos a casa de tus padres? ¿cuándo vamos a cambiar de coche? ¿cuándo vamos a tener otro hijo? … ¿Cuándo vamos a hablar un rato?...
Tan cerca, tan lejos”, también se puede titular la vida de algunos matrimonios en los que aún perdura la fidelidad, la relevancia del compromiso adquirido, cierto grado de erotismo y amor. Pero, al mismo tiempo ofrecen un declive en la amistad.
La amistad es fundamental en la pareja. Y la amistad es compartir tiempo, sí, y también compartir ideas, opiniones, intereses, aficiones. En definitiva: comunicarse.
Estos matrimonios podrían preguntarse por qué hace ya algunos años, se enamoraron. Se enamoraron porque cuando aún eran amigos, se comunicaban mucho. Es decir, fue la comunicación, un elemento principalísimo en su enamoramiento. Por la comunicación llegaron al amor.
Tan cerca, tan lejos”, nos debe recordar que el amor de amistad, en el que muy buen papel juega la comunicación, no es hablar por hablar. Convertir la conversación de cada atardecer, después de la jornada de trabajo, en un coloquio lánguido, triste y aburrido en el que siempre contamos las mismas cosas: las dificultades del trabajo; el autoritarismo de uno de los jefes; los precios de la carne y el pescado; la desobediencia de los hijos; la pesadez de las llamadas telefónicas de un familiar o amigo; lo difícil que es el ahorro; las quejas que el colegio nos da del adolescente; la separación de unos vecinos…
El amor de amistad cuenta con un tipo de comunicación mucho más alegre, optimista, variado, atractivo, dinámico y en gran manera divertido.
¿Cómo se logra? Es bastante fácil: la pareja tiene que conocer qué ocurre en el mundo, qué publican las grandes editoriales, qué defensa se viene haciendo últimamente sobre la naturaleza y la ecología, qué noticias o mensajes importantes viene dedicando el Papa a los cristianos y a los no cristianos, qué piensan nuestros amigos sobre las verdades esenciales de la vida, cómo nos defendemos de los ataques a nuestra dignidad y al matrimonio y a la familia… Infinito número de cuestiones de actualidad sobre las que intercambiar los pareceres.
Tan cerca, tan lejos”. El amor de amistad, mediante la buena comunicación, y también el cariño, nos llevará siempre a una vida “tan cerca” de aquel, de aquella al que tanto queremos, que bien podíamos cantar: “He encontrado al que ama mi alma, lo he encontrado y no lo dejaré jamás”. (Cantar, 3, 4).