jueves, 27 de mayo de 2021

LOS NIETOS


 El “Nieto Mayor”, siempre te desconcierta un poco. Lo has tenido como nieto único una temporada más o menos larga. Te has fijado más en él, has percibido sus cualidades y hazañas y te haces una imagen de cómo es. Pero pasan los años, bastantes años y ahora adolescentes o joven, ya no te da la misma imagen que creaste sobre él. Ahora, es más reposado, deportista, comunicador y mucho más guapo que cuando era apenas un muñeco que gateaba. ¡Gran mejoría!

Y te fijas en tu nieta “La Rubia”. Siendo aún muy pequeña, un día descubrió el “espejo”. Y fue su aliado, su amigo, su inseparable. Por eso “La Rubia”, es muy femenina, elegante, cuidadosa con su aspecto. Por ejemplo, jamás verás en la Rubia unos pantalones con agujeros en las rodillas. ¡Imposible! Es opuesto a su carácter. Su punto más negativo es que le falta afán de lucha. Sin embargo, es dulce y apacible y te recibe siempre con una sonrisa.

Después, percibes que tienes un nieto al que podemos llamar “Cuarto Creciente”. Es como si la gran meta de su vida fuera crecer y crecer. Ayer calzaba el número 38; hoy ya calza el 39 y mañana el 40. Lo mismo ocurre con las tallas de su ropa. ¿Recordáis cómo le hacían crecer los huesos a Wesly, (el de la Princesa prometida) en la máquina de estiramientos? “Cuarto Creciente” los hace crecer sin máquina ni artilugio alguno. Y mientras crece y crece nos muestra que es trabajador, serio, gran lector y amigo de los animales. Casi una joyita, ¡vamos! Un regalo para un abuelo.

Pero en toda amplia familia también suele estar la “Romántica”. Desde muy pequeña ya se le apreciaba que estaba adornada por una amplia colección de sentimientos. Buenos sentimientos, que le ayudaban a ser cariñosa, cálida, agradable, simpática… Buenas cosas y también peligrosas actitudes, porque apoyarse excesivamente en los sentimientos suelen jugar faenas penosas, ya que los sentimientos suben y bajan continuamente: Ayer estuvieron arriba, pero hoy están abajo. Esperemos que los acompañe con buenas dosis de razón y sensatez. Ahora bien, la Romántica, suele ser muy buena persona: responsable, trabajadora, servicial, alegre, risueña. Un lujo de niña. Muy sociable es rifada por una multitud de niñaaaaaas

Por favor, que nadie olvide al “Novio de la palabra”. Es el gran devorador del papel escrito. Recogido, silencioso, gran comunicador con el “Cuarto Creciente” y ¡ya está! Los demás, ¡a imaginarnos su vida! Es un fenómeno, pero no por su vida deportiva. Lo es por responsabilidad, capacidad de esfuerzo y de planificar el trabajo y por la agudeza de su pensamiento que, por desgracia, nosotros no solemos conocer, debido a carácter silencioso. Cualquier palabra le enamora. Da igual: neutrón o protón; ente o sustancia; ácido o sales; metáfora o hipérbole; meridiano o paralelo; tartesos o visigodos; ateísmo o agnosticismo, arquerías o arco lobulado… Es un futuro catedrático.

Toda gran familia suele tener una pianista, un guitarrista, un trompetista o una violinista. Y ¿qué decir de nuestra “Violinista”? Pues es una jovencita bastante silenciosa, algo independiente y con gran amor a la música. Me encanta su perfil. Me parece el de una imagen griega. Sin embargo, creo que mejorará mucho con el violín si logra avanzar en orden. Orden de las cosas y orden personal. Es un reto que le propongo. Y por favor, practica más con el violín. Creo que fue Liszt quien afirmaba: si un día no practico, lo noto yo; si no practico en tres días, lo conoce el público.

“La Nieta Menor”, suele estar considerada por unanimidad la “reina”. Es cierto, y yo, con otros familiares, asistimos a su coronación. Como buena reina, manda muy bien. Al propio primer ministro lo trae de jaque en jaque. Pero también tiene muchos momentos simpáticos y agradables. En ellos, el primer ministro se vuelve blando y condescendiente. Su “gran amor” es un perrito pequeñito y poco peludo, al que ella besa, acaricia y le hace todo tipo de perrerías, que para eso es perro. Está en un gran momento de su vida: su Primera Comunión. Sabe que nada hay mayor que poder tener a Jesús en su corazón: adorarle y prometerle ciega obediencia. Seguro que lo logrará porque tiene excelente voluntad.

Pero nada más imprescindible en una gran familia que tener un nieto “Moreno”. El “Moreno” es punto y aparte: cariñoso, simpático, aventurero, chistoso, alegre, genial. Es lo más opuesto al invierno o al otoño. Él es la primavera: todo luz, calor, energía, esplendidez. ¿Quién tiene la palabra acertada, ingeniosa, positiva y lúcida?: ¡el Moreno! Si quieres pasarlo bien, acércate un rato al Moreno. Tiene un proyecto algo costoso, pero que enfoca con alegría y solicitud: la responsabilidad escolar. Pero todos tranquilos, que “Zamora no se conquistó en una hora”. Y desde luego, estad seguros, que el Moreno es de los que conquista Zamora. Su mayor defecto: odia el atún y la pasta. También tiene un plan para resolver esta adversidad. Todos tranquilos y confianza, que el objetivo será dominado.

Con tal pandilla, un abuelo es siempre un afortunado.

domingo, 23 de mayo de 2021

MANTENER LA FE EN LA FAMILIA. 2


 Continuamos con los otros dos rasgos específicos que influyen en la formación religiosa de los hijos.

Acostumbrase a hablar de religión. Un segundo rasgo de los padres que transmiten con éxito la fe y la práctica religiosa a sus hijos es que, como parte normal de la vida familiar durante la semana, hablan con sus hijos sobre cosas religiosas: lo que creen y practican, lo que significa e implica y por qué les importa. En esas familias, la religión es parte de la urdimbre de la vida cotidiana. Viene y va hablando con facilidad. No está compartimentada en determinadas franjas horarias de la semana, ni es un tema inusual o incómodo. Es parte de “quiénes somos y qué nos importa”. Esto no significa que esas familias hablen todo el tiempo de religión. Pero sí les enseña a los hijos que la religión es importante y que es lo suficientemente relevante para el resto de la vida como para que surja normalmente en las conversaciones ordinarias sobre cualquier tipo de temas.

Una vez más, se trata de que los padres y las familias sean auténticamente lo que son, y no sermoneen de repente.

Los padres también tienen más probabilidades de lograr transmitir la religión a sus hijos si les permiten explorar y expresar sus propias ideas y sentimientos en su vida, pero sin dejar que las discusiones se conviertan en relativistas “sálvese quien pueda”. Esto significa otorgar libertad para considerar dudas, complicaciones y alternativas sin temor a la condena, combinado con la participación seria de los padres con sus hijos y expresarles sus propias creencias, razones y esperanzas.

Canales para la internalización. Dije anteriormente que las influencias ajenas a los padres (congregaciones, grupos de jóvenes, escuelas religiosas, etc.) palidecen en comparación con la influencia de los padres. Eso no significa que estos otros factores sean irrelevantes.

La idea es que los padres canalicen a sus hijos hacia participaciones y relaciones que refuercen (no reemplacen) su influencia paterna más directa. Canalizar significa empujar, presentar y guiar sutilmente a los niños en las direcciones religiosas “correctas”. La buena canalización tiene un propósito e incluso es estratégica, pero no es controladora ni dominante. Crea oportunidades, hace presentaciones y fomenta la participación. No coacciona ni soborna a los hijos hacia la religión.

El objetivo de la canalización religiosa es que los hijos personalicen e interioricen su fe e identidad religiosa a lo largo del tiempo.

La investigación sugiere que entre las más importantes de estas influencias de canalización se encuentra la presencia de adultos que conocen bien a los niños y pueden involucrarlos en conversaciones sobre temas serios, más allá de una charla superficial. Los padres que canalizan eficazmente saben cómo fomentar el desarrollo de tales relaciones congregacionales (escuelas de familias o centros juveniles) para sus hijos.

Los padres pueden canalizar a sus hijos de otras formas eficaces. Una forma es prestar atención a quiénes son los amigos de sus hijos y fomentar amistades más cercanas con aquellos cuya influencia parece más positiva. Los padres pueden involucrar a sus familias en retiros religiosos, proyectos asistenciales y otras actividades que los niños pueden encontrar divertidos y donde pueden construir relaciones. Dependiendo de la familia y las circunstancias, exponer a los niños a las formas adecuadas de medios religiosos, campamentos de verano y educación religiosa puede agregar “capas” adicionales de contactos, experiencias y modelos religiosos, lo que aumenta las posibilidades que la fe y la práctica religiosas “tomarán” de una manera personal e interiorizada. Independientemente de cómo se canalice, el propósito es facilitar, no coaccionar, las conexiones religiosas.

Aceptar las realidades descritas anteriormente puede resultar difícil para muchos padres. Para algunos, la responsabilidad parece abrumadora. Otros temen que si se esfuerzan demasiado por socializar religiosamente a sus hijos, provoquen la rebelión. Otros se ven afectados por complicaciones como cónyuges que no los apoyan, enfermedades mentales en la familia y otros factores que escapan a su control. Y aún otros padres abrazan la tarea con tanta seriedad que se sienten abrumados por la duda y la culpa cuando sus hijos no salen como se esperaba o planeaban.

Cabe recordar que nada de este proceso está garantizado. La vida es complicada y los hijos son finalmente los agentes de su propio desarrollo. Los padres tienen una gran influencia religiosa en sus hijos, pero esa influencia nunca es completa, controladora o infalible. Lo que los padres pueden hacer −en realidad, todo lo que pueden hacer− es practicar en sus propias vidas la fe que esperan que sus hijos abracen; forjar relaciones cálidas y autorizadas con sus hijos; ser consciente y tener la intención de guiar a los hijos hacia relaciones y actividades que puedan ayudar a personalizar la religión internamente; y luego rezar y esperar que las fuerzas divinas en las que creen conducirán a sus hijos a una vida de verdad, bondad y belleza.

Christian Smith

miércoles, 19 de mayo de 2021

MANTENER LA FE EN LA FAMILIA


 Muchas familias muestran preocupación por la formación religiosa de sus hijos y temen que su fe se debilite cuando se hagan mayores. Christian Smith sugiere en este artículo algunas ideas al respecto.

Smith, sociólogo y profesor en la Universidad de Notre Dame, lleva más de veinte años estudiando la vida religiosa de las familias norteamericanas y quiere dar a conocer algunos de sus hallazgos.

Cuanto más comprometidos con la fe son los padres, más desean que sus hijos crezcan creyendo y practicando la religión de la familia.

Después de pasar dos décadas estudiando la vida religiosa y espiritual de los adolescentes estadounidenses y adultos emergentes, me dediqué a estudiar la paternidad religiosa. Como sociólogo, busqué comprender cómo los padres estadounidenses religiosos abordan la tarea de transmitir la religión a sus hijos.

La buena noticia es que, entre todas las posibles influencias, los padres ejercen, y mucho, la mayor influencia en los resultados religiosos de sus hijos. Dicho de otro modo, la mala noticia es que casi toda la responsabilidad humana de la trayectoria religiosa de la vida de los niños recae sobre los hombros de sus padres. La evidencia empírica es clara. En casi todos los casos, ninguna otra institución o programa se acerca tanto a dar forma religiosa a los jóvenes como lo hacen sus padres: ni las congregaciones religiosas, los grupos de jóvenes, las escuelas religiosas, las misiones y el voluntariado, los campamentos de verano, la escuela dominical, los ministros jóvenes o cualquier otra cosa. Esas influencias pueden reforzar la influencia de los padres, pero casi nunca la superan o anulan. Lo que hace que cualquier otra influencia palidezca hasta convertirse en una insignificancia virtual es la importancia (o no) de las creencias y prácticas religiosas de los padres estadounidenses en sus vidas ordinarias, no solo en los días de fiesta, sino todos los días, durante semanas y años.

Los jóvenes estadounidenses que han crecido comprometidos con la religión casi siempre tuvieron padres muy comprometidos con la religión. En todo caso, la transmisión exitosa de la fe no está garantizada. Los resultados varían ampliamente. Los hijos eligen su propia vida. Pero dejando de lado los casos excepcionales, lo que está casi garantizado es que los padres estadounidenses que no están especialmente comprometidos, atentos e intencionados al transmitir su fe, criarán hijos menos religiosos que ellos, si es que son religiosos en realidad.

Más allá del consejo de “hacer lo que se dice”, una serie de rasgos específicos tienden a influir religiosamente en los hijos. Éstos son algunos de los más importantes: Estilo de crianza, acostumbrarse a hablar de religión y canales para la internalización.

Hoy nos detenemos en explicar el primero. Dejamos los otros dos para un segundo artículo.

Estilo de crianza. Estos padres combinan dos rasgos cruciales. Primero, mantienen constantemente a sus hijos con expectativas, estándares y límites claros y exigentes en todas las áreas de la vida. En segundo lugar, se relacionan con sus hijos con abundante calidez, apoyo y cuidado expresivo. La combinación de expectativas claras y calidez afectiva es poderosa en la formación del desarrollo de los hijos.

Los padres que son estrictos y exigentes con sus hijos, pero que muestran poca calidez o apoyo emocional, adoptan un estilo de crianza “autoritario”. Brindan a sus hijos pocas oportunidades de vinculación, compromiso e identificación y, por tanto, les dificulta identificarse con las preocupaciones de sus padres. Los padres que son todo afecto y empatía pero que ponen a sus hijos pocos límites y modelos muestran un estilo de crianza “permisivo”, lo que les indica a sus hijos que no importa mucho lo que hagan, incluso en lo que respecta a la religión. Y los padres que no dan a sus hijos calidez afectiva ni expectativas claras muestran un estilo de crianza “pasivo”, que también proporciona pocas bases para transmitir la religión.

En resumen, los hijos estadounidenses son más propensos a abrazar la religión de sus padres cuando disfrutan de una relación con ellos que expresa tanto una clara autoridad parental como una calidez afectiva. Estos hijos saben que sus padres les exigen altos estándares precisamente porque los aman. También saben que cuando no cumplen con esos modelos habrá consecuencias, pero esas consecuencias nunca incluirán la retirada del amor y el apoyo. Los otros tres estilos de crianza no transmiten estos mensajes con tanta claridad, y las consecuencias de transmitir la religión son empíricamente evidentes. No funcionan tan bien.

Christian Smith.

martes, 11 de mayo de 2021

¿QUÉ TRANSMITEN LOS PADRES?


 Transmiten: 

Muchas cosas. Unos padres filatélicos contagian y tienen hijos filatélicos. Unos padres deportistas, transmiten amor por la práctica del deporte. Unos padres amigos del “voluntariado”, obtienen hijos amantes del “voluntariado”. Unos padres unidos a los ejercicios del gimnasio tienen hijos que pisan frecuentemente el gimnasio. Unos padres lectores, amigos de los libros, gozan comprobando que sus hijos también poseen esa misma afición… Y así sucesivamente…

Unos padres conversadores, dialogantes y templados, tienen hijos dialogantes y pacíficos. Unos padres violentos, comprobarán como la violencia crece y se desarrolla en sus hijos. Unos padres esforzados y peleones en conseguir cuestiones beneficiosas, tienen hijos constantes y peleones…

Unos padres religiosos, con fe práctica, hijos religiosos y con fe. Unos padres comprensivos, hijos comprensivos.

Ciertamente, la motivación no da una consecuencia de efectividad al cien por cien. Y menos aún en los aspectos cualitativos. Pero en general, el padre que ama el ajedrez tiene hijos que aman el ajedrez. Y padres que aman a Jesucristo, hijos que aman a Jesucristo.

Esto es lo que sociológicamente se comprueba. Esto es lo que ocurre. Conocer esta regla no matemática, pero sí sociológica, puede ayudar a impartir el tipo de educación que queremos para ellos.