jueves, 25 de mayo de 2023

PERMISIVIDAD


 

Encuestas realizadas en el año 2000, nos decían que España era uno de los países más permisivos de Europa. Este sí que es un fenómeno que influye considerablemente en los adolescentes y jóvenes (también en los adultos), porque a mayor permisividad, “comúnmente hago lo que quiero”, podrán decirnos esos chicos.

La situación de permisividad sí que hay que analizarla. Cada comunidad –familiar, escolar, municipal, regional, nacional. etc. -, convendría que hiciese una reflexión. De ella pueden aparecer conclusiones muy valiosas que, aplicadas serán de gran ayuda en la educación de estos muchachos. Porque el origen de por qué el/la adolescente se viste como no nos gusta, insulta, se escapa de casa, hace pellas, se ha convertido en un agresivo y peleón, no regresa en toda la noche a casa, es respondón y amenazador, tal vez arranque de años atrás, cuando consentíamos, permitíamos y hacíamos dejación de principios educativos muy elementales. Alguna vez he conocido a una jovencita, de doce años, que continuamente hablaba fatal de todos sus profesores. ¡De todos! Sus críticas y juicios sobre ellos eran duros e inapelables. Fue una actitud que aprendió de su madre, que solía efectuar el mismo discurso delante de la chica. Esta muchacha, transcurridos unos años, ¿cómo se pronunciará respecto a sus autoridades locales, profesionales, y ante sus mismos padres?

Insisto en la necesidad de revisar la permisividad en todos los campos, puesto que, con el clima permisivo, no solamente tendremos adolescentes rebeldes, lo más normal es que de la rebeldía se pase al vandalismo o a otras actuaciones más problemáticas.

jueves, 4 de mayo de 2023

EL ÁRBOL CULTIVADO

Escribe un ilustre escritor español: “El árbol cultivado y guardado, con el beneficio de su dueño da la fruta en el tiempo que de él se espera”.  Esto mismo ocurre en la educación de un niño, de una niña. ¿Quieres que al llegar su adecuada edad dé frutos que reflejen su bondad, comprensión, respeto, saber estar, generosidad…? ¡Cultiva tales virtudes desde su más temprana infancia!

En el siglo XIX, presentarse en casa de una dama o de una señorita sin afeitar, era señal de deficiente educación, excepto claro está, para aquellos que habían optado por dejarse la barba.

En el siglo XX, es decir, ayer, mantener una compostura exterior de volver la cabeza de una parte a otra, revelaba extremada curiosidad; mirar de reojo, era suma grosería; arrellanarse muellemente, estirar las piernas eran aceptadas en privado, en familia, pero no en lugares públicos. Mostrar respeto y obediencia a los padres se consideraban señales auténticas de amor. Llenar los platos en las comidas, eran signos de glotonería. Sorber haciendo ruidos, lamer la cuchara, comer a dos carrillos eran faltas en la mesa.

Evitar saludar a los conocidos en la calle, era algo detestable.

O sea, que educar es cultivar y guardar todo aquello que sabemos que es delicadeza, señorío, virtud. Es decir, eso que penosamente echamos de menos en algunas familias de nuestro entorno.