jueves, 29 de noviembre de 2018

EL CINE Y LA FORMACIÓN DE LOS JÓVENES



¿Se puede formar a los jóvenes en la virtud viendo cine de la era dorada de Hollywood?
 Publicado en “Religión en Libertad” el 27 de noviembre de 2018.
¿Nos enseñan las grandes películas de la era dorada de Hollywood lecciones útiles para nuestra vida personal y también para las luchas culturales de nuestro tiempo? La doctora Onalee McGraw cree que sí, y por eso fundó en 1986 el Educational Guidance Institute, que a lo largo de todos estos años ha desarrollado programas de enseñanza escolares y extraescolares utilizando todo ese arsenal artístico para, según su lema, "enseñar la Verdad, el Bien y la Belleza a las jóvenes generaciones a través de las películas clásicas". El profesor Anthony Esolen, escritor y profesor en la Thomas More [Tomás Moro] College of the Liberal Arts de Merrimack (New Hampshire, Estados Unidos), le ha dedicado recientemente un artículo a esa labor en Crisis Magazine:
La labor de la doctora McGraw.
Es su trabajo el que yo deseo promover, con entusiasmo y con un cierto sentido de urgencia. La Dra. McGraw es la fundadora de Educational Guidance Institute, cuya tarea es llevar la palabra que da vida a una cultura muerta utilizando películas clásicas.
No frunzáis el ceño, queridos lectores. Mi trabajo en clase es introducir a la gente joven al legado de poesía y arte de Occidente, legado que abarca tres mil años. Están hambrientos de belleza. En el mejor de los casos, tengo la gran oportunidad de estar cerca mientras Shakespeare o Milton cambian la vida de una persona. Las circunstancias no son siempre las mejores. ¡Ojalá mis estudiantes fueran granjeros de manos curtidas, honestos e ignorantes! Pero no lo son. ¿Quién, hoy en día, lo es? ¿Acaso hay alguna joven que no haya respirado el aire contaminado de feminismo que nos rodea? ¿Acaso hay algún joven que no haya quemado su cerebro con pornografía? Y no seamos tan estúpidos como para creer que estos son hábitos que requieren mucho tiempo. ¿Cuántos asesinatos tiene que ver un miembro de una banda para llegar a corromperse?
Hay que ganarse de nuevo la imaginación, atraerla. Este es el objetivo de Onalee McGraw, que lucha utilizando las mejores películas producidas en nuestro país, por el propio Hollywood y, a veces, por hombres y mujeres perversos. He leído la programación de sus clases, disponible para los padres, los profesores y todo el que quiera construir de nuevo una verdadera cultura americana. Es espléndida.
La Dra. McGraw pasa sin esfuerzo de un momento a otro de las películas sobre las que habla, centrándose siempre, una y otra vez, en las grandes preguntas. Sobre El sol brilla para todos [1961, de Daniel Petrie, con Sidney Poitier], Onalee plantea algo más que las preguntas obvias relacionadas con el mal del racismo: nos pide que veamos en la película una sólida afirmación de la dignidad de todos los hombres, y no porque estos sean sabios y santos. Walter Lee, el duro y cínico cabeza de familia de los Younger, no es ninguna de las dos cosas. Se juega el dinero del seguro de su familia y lo pierde, engañado por un hombre de su confianza, un compañero afroamericano. Su hermana Beneatha está dispuesta a echarle, pero su madre la reprende con una sabiduría que es profundamente humana y cristiana a la vez.
"Creía que te había enseñado a amarle", dice la anciana. "Siempre queda algo para amar... Hija, ¿cuándo crees que debemos amar más? ¿Cuándo el otro ha hecho todo bien, facilitando las cosas a los demás? Ese no es para nada el mejor momento para amar. Es cuando el otro está en su peor momento y no puede creer en sí mismo, porque el mundo le ha maltratado. Cuando estés valorando a una persona, valórala bien, hija, valórala bien. Y asegúrate de que has tomado en consideración los altibajos por los que ha tenido que pasar para estar donde está en ese momento".
Ésta es la escena de A raisin in the Sun [El Sol brilla para todos] cuyas palabras recoge Esolen.
En Cayo Largo [1948, de John Huston], la Dra. McGraw resalta lo que parecería algo nimio en una vida humana -un hombre le da algo de beber a una mujer que tiene sed- para demostrar que en esos breves instantes, tan breves como el giro de cabeza del ladrón que está muriendo, un alma muerta puede volver a la vida. Frank McCloud (Humphrey Bogart) es, como dice ella, "un veterano decepcionado que se da cuenta de que no puede desvincularse de la lucha humana universal entre el bien y el mal". Está en un hotel, gestionado por un hombre en silla de ruedas (Lionel Barrymore), del que se ha apoderado una banda dirigida por el psicópata Rocco (Edward G. Robinson). Una buena mujer que le ama (interpretada por la esposa de Bogart en la vida real, la actriz Lauren Bacall), le pide que haga algo, pero McCloud inicialmente se encoge de hombros y dice: "No vale la pena morir por un Rocco de más o de menos".
No es el asesinato lo que lleva a McCloud a actuar. Es cuando ve a Rocco maltratar con crueldad a su amante, a la que ahora desprecia (interpretada por Claire Trevor, que ganó un Oscar por su actuación). McCloud le da a la mujer la bebida que pide. "En su deseo de poner en peligro su vida por ella", dice la Dra. McGraw, "recupera la valentía moral que le sostuvo durante la guerra". Y cuando un huracán azota los Cayos y Rocco se siente aterrorizado por una tormenta a la que no puede mandar y controlar, McCloud ve que el hombre es realmente un cobarde, y toma la decisión que castiga a los malvados y salva su propia alma.
McGraw conoce este campo. Hay una bonita imagen suya con el fallecido Robert Osborne en el set de Turner Classic Movies, charlando sobre la película que tenía que presentar, Doce hombres sin piedad [1957, de Sidney Lumet con, entre otros, Henry Fonda].

Las películas incluidas en su guía de estudios tienen todas que ver con construir una verdadera conciencia social, y las ha puesto también en iglesias y en cárceles juveniles.
¿Cómo vamos a tener hombres buenos si a los chicos se les enseña que su sexo es tóxico? Hagamos que vean Raíces profundas [1953, de George Stevens, con Alan Ladd] o El hombre que mató a Liberty Valance [1962, de John Ford, con James Stewart y John Wayne], y que aprendan que la masculinidad implica, a veces, renunciar a lo que más se ama para hacer lo que es justo, independientemente de las consecuencias.
¿Cómo vamos a tener mujeres buenas si a las chicas se les enseña que su sexo no puede hacer nada mal, salvo comportarse de una manera femenina y ser de verdad atractiva para un hombre bueno? Hagamos que vean qué es un cortejo en Sucedió una noche [1934, de Frank Capra, con Clark Gable y Claudette Colbert] o El bazar de las sorpresas [1940, de Ernst Lubitsch, con James Stewart y Margaret Sullavan].
¿Qué sucede en toda una ciudad cuando sus habitantes se niegan a reconocer el mal que han hecho y viven en una mentira? Para ello, basta ver Conspiración de silencio [1955, de John Sturges, con Spencer Tracy]. ¿Qué sucede cuando un hombre, por amor a una mujer buena, comprende por fin que la verdad y la bondad son más importantes que la comodidad, e incluso más que los antiguos vínculos de lealtad? Basta ver a Marlon Brando recorriendo su propia Via Dolorosa en la escena final de La ley del silencio [1954, de Elia Kazan]. [Atención, spoiler: no veas la siguiente escena si no has visto la película, porque desvela su final.]
¿Estamos mirando atrás, con un sentimiento de nostalgia, a películas que amamos porque fueron las primeras que vimos? En absoluto. Recuerdo crecer con algunas de ellas porque las cadenas de televisión ponían las mejores en el momento de mayor audiencia, como El puente sobre el río Kwai [1957, de David Lean, con Alec Guinness], Ben-Hur [1959, de William Wyler, con Charlton Heston] y El mago de Oz [1939, de Victor Fleming, con Judy Garland]; y luego estaban las cadenas independientes de Nueva York y Filadelfia, y la "última función", o la película de la mañana en las emisoras locales, por lo que recuerdo ver Un hombre tranquilo [1952, de John Ford, con John Wayne y Maureen O'Hara], ¿Vencedores o vencidos? [1961, de Stanley Kramer, con, entre otros, Spencer Tracy y Burt Lancaster], Solo ante el peligro [1952, de Fred Zinnemann, con Gary Cooper], Marty [1955, de Delbert Mann, con Ernest Borgnine], El hombre de Alcatraz [1962, de John Frankenheimer, con Burt Lancaster], ¡Qué verde era mi valle! [1941, de John Ford, con Walter Pidgeon y Maureen O'Hara], Con la muerte en los talones [1959, de Alfred Hitchcock, con Cary Grant] y muchas otras.
El buen efecto del Código Hays
Sin embargo, recientemente me he dado cuenta de que la edad de oro de Hollywood fue justamente eso: un periodo de unos treinta años en los que las condiciones culturales y sociales están alineadas del modo correcto para que se pudieran hacer una gran cantidad de grandes y buenas películas.
Un factor que no había considerado es el muy difamado Código Hays; respecto a esto, McGraw demuestra cómo la Iglesia católica tomó la iniciativa para que Hollywood aceptara una autocensura sabia y conveniente, para que los legisladores socialmente conscientes de la administración Roosevelt, y los ejércitos de americanos corrientes que les apoyaban, tomaran la cuestión en sus manos cortándole el paso a Hollywood de rodillas protestando delante de los cines y avergonzando a los creadores de películas perniciosas.
William Hays (1879-1954) fue un político republicano que presidió la asociación de productores y distribuidores de cine en Estados Unidos entre 1922 y 1945. El llamado Código Hays se acordó en 1930 y estuvo vigente entre 1934 y 1967 con una directriz inspiradora: "No debe producirse ninguna película que rebaje los principios morales de quienes la ven".
La gente comprendió, como indica McGraw una y otra vez citando a John Adams (1735-1826), James Madison (1751-1836), Edmund Burke (1729-1797) y otros, que no puedes ser libre sin la virtud pública, y que no hay virtud pública sin virtud privada.
Es fácil ir a rebuscar en los detalles del trabajo del censor, pero los principios eran nobles y verdaderos, y en general tenían una base consistente y miraban con inteligencia al arte y a los objetivos del artista. "Nunca se conducirá al espectador a tomar partido por el crimen, el mal, el pecado", recita el principio final y concluyente del Código. Casi todas las películas actuales se saltan este principio, ya que casi todas ellas muestran cuanto es basto, lascivo y licencioso.
Ojalá hubiera tenido a disposición el trabajo de Onalee McGraw hace años, cuando guié a un grupo de hombres durante siete u ocho años en la Universidad de Providence. Lo aprovecharé ahora, cuando les ponga películas clásicas a mis estudiantes de la Universidad Tomás Moro: tres cada semestre, incluyendo una de sus favoritas, La ley del silencio, en este otoño. No debemos darle la espalda a los aliados que Dios nos ha enviado. Y esto es especialmente verdad ahora, cuando los católicos corrientes no tienen casi ninguna experiencia en el arte con A mayúscula, ni siquiera de ese buena y saludable carne con patatas que es el arte folclórico genuino. Y cuando van a misa, las cosas son aún peores. Pero este tema lo dejamos para otro artículo.
Sigan al Educational Guidance Institute. Estarán agradecidos por ello, como lo estoy yo.



viernes, 23 de noviembre de 2018

UN NIÑO Y LAS ESTRELLAS DE MAR




Aquel niño recorría la larga playa al amanecer, y recogiendo estrellas de la arena, las iba arrojando al océano.
Se le acercó un señor y le dijo: ¿Qué haces?
- Arrojar las estrellas al agua, respondió el chico. Si permanecen en la arena, cuando el Sol abrase más las matará.
-Pero te das cuenta de  los miles de estrellas que hay en esta larguísima playa. Añadió el señor.
Es imposible que soluciones el problema. Al final ¿qué diferencia tendrá tu esfuerzo? Continuó aquel.
¡Claro que lo hay! Afirmó el chico.
El niño, tomó una estrella, la arrojó al mar y respondió:
-Para esta, sí hay diferencia.

viernes, 16 de noviembre de 2018

LA SAGRADA ESCRITURA


1. Son los libros escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, que tiene a Dios por autor y son, en consecuencia, “una carta escrita por Dios a sus criaturas” (San Gregorio Magno).
Del profeta Jeremías: "Encontré tus palabras y me alimenté con ellas; tu palabra fue la gloria y la alegría de mi corazón".(Jr. 15, 16).
2. Propiedades de estos libros.
Son auténticos. En el caso de los evangelios, fueron recibidos como auténticos por los discípulos inmediatos de los Apóstoles (San Clemente, San Policarpo, etc .), quienes citan tales libros atribuyéndolos a sus autores, como lo hacen asimismo los Padres de los siglos tercero y cuarto.
Son íntegros. La Iglesia veló por su integridad impidiendo la más insignificante alteración, como lo demuestra la sustancial identidad que se observa en los códices y manuscritos antiguos.
Son veraces. Los escritores del Nuevo Testamento refieren hechos de los cuales fueron testigos o actores, Refieren hechos públicos de los que era testigo un pueblo entero y que podían, por consiguiente, ser fácilmente desmentidos en el caso de que hubiesen sido inventados o tergiversados. Murieron mártires por mantener la verdad de los hechos que habían expuesto.
¿Cómo explicar, pues, la conversión del mundo? Responde San Agustín: O el mundo se convirtió por los milagros, o no. Si se convirtió por la indiscutible realidad de los milagros, la religión cristiana es verdadera. Si se convirtió sin milagros, se convirtió sin causa suficiente, en cuyo caso esa conversión, debida a doce Apóstoles desprovistos de todo recurso humano y realizada a despecho de las pasiones, contra el poder del mundo y en medio de terribles dificultades y persecuciones, constituyen por sí sola un milagro de orden moral.
O como decía Pascal: “Sólo creo en la historia, cuyos testigos se dejarían degollar”.
3. La inspiración.
La inspiración es un influjo o carisma de Dios sobre la inteligencia del profeta de tal modo que lo escrito debe ser considerado ante todo de Dios. Los libros inspirados son, por consiguiente, divinos, no sólo por razón de su autor. Dios es el autor principal de la Escritura; el escritor sagrado es solamente el autor secundario; es el instrumento –inteligente y libre- de que Dios se ha servido.
La inspiración exige:
Primero, que el autor se mueva a escribir por impulso del Espíritu Santo.
Segundo, que sea iluminado por Él en orden a conocer lo que debe escribir.
Tercero, que esté asistido de tal manera que escriba sin error todo aquello y sólo aquello que Dios quiere.
4. La posibilidad de errores.
No la hay. Todo lo que contenido en la Sagrada Escritura es palabra de Dios; como Dios no puede mentir ni errar, ni engañar, también su palabra debe necesariamente estar inmune de toda mentira, error o engaño.
5. Confrontar el Antiguo y el Nuevo Testamento.
En particular, El Primer Testamento sea leído a la luz del Segundo, donde encuentra su sentido pleno, y a su vez que el Nuevo Testamento  sea leído a la luz del Antiguo en orden a reconocer la pedagogía divina que guía a la humanidad por el camino histórico de la Salvación.
6. La Sagrada Escritura tiene respuesta a los problemas de hoy.
Efectivamente, en el texto bíblico se encuentra la respuesta a los grandes interrogantes de hoy; la Escritura es viva y eficaz, y por eso contemporánea a todos y a cada uno de los lectores, a los que exhorta, ilumina y conforta. San  Jerónimo añade que el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo.
7. La Sagrada Escritura en el Vaticano II.
“Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza en la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual” (Dei Verbum, capítulo 6).
8. Sustento y vigor de la Iglesia.
Es su alimento. Sin alimentos no hay vigor. El sustento y vigor del estudiante es el estudio. Si no se estudia, no hay nada.
La Iglesia se alimenta continuamente de la Sagrada Escritura. Cualquier encíclica de todos los Papas está rebosante de citas de las S.E.
En ella encontramos todo lo que pertenece a la fe, esperanza, caridad y costumbres del pueblo cristiano.
Sócrates, Aristóteles,… encuentran que el conocimiento, el acto de conocer, es importante sustento para ellos. Algo semejante es la S. E. para la Iglesia.
El reciente Catecismo de la Iglesia Católica, nace de la fuerza de las S. E.
9. Firmeza en la fe para sus hijos.
Cuando San Pablo argumenta que la salvación nos viene por Jesús, se apoya en la fe de los grandes patriarcas del A. T. Y él, se convierte en un hombre de fe, que domina la S. E.
El hombre que cree, hombre de fe, mejora a la humanidad, a todo ser humano. David cree que el Señor puede perdonarle y nos deja un montón de salmos.
La propia vida de Moisés, es un continuo acto de fe. O la de San Francisco de Asís que nos descubre el valor de todo hombre y de la naturaleza.  Y así, tantos otros.
10. Alimento del alma.
Dos poderosos alimentos tiene el alma: la Eucaristía y la Sagrada Escritura. Con esos alimentos, Sto, Tomás de Aquino escribe su teología. San Juan de la Cruz y Sta. Teresa de Jesús, sus escritos místicos. San Josemaría encuentra en las S. E., las tres ideas madres de su espiritualidad: la llamada universal a la santidad, la santificación del trabajo y la filiación divina.
En el episodio de la Transfiguración, una voz de una nube dice: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle” (Mt. 17,5). Esto es, leed el evangelio!
11. Fuente de vida espiritual. Algunos ejemplos.
11.1.Benedicto XVI: “El Magníficat es un tejido e palabras de la Sagrada Escritura, y nos muestra como María vivió en un coloquio permanente con la palabra de Dios y, así, con Dios mismo” (Encuentro con sacerdotes en Roma el 22-2-2007).
11.2. El Vaticano II dice: “Que los cristianos hallen en la S. E. la fuente principal de sus oración y de su vida religiosa”. Es por lo tanto, el libro base para conocer la voluntad de Dios. Es el gran recurso y medio para la oración.
11.3. San Pablo quince días de coloquio con  San Pedro en Jerusalén (conociendo el evangelio) y de allí saca gran parte de la fuerza para evangelizar.
11.4. “Como la lluvia y la nieve descienden del cielo y ya no vuelven más allá hasta que no han empapado y fecundado la tierra…, lo mismo sucede con la Palabra que sale de mi boca. No vuelve otra vez a mí sin efecto, sino que ejecuta lo que yo he querido” (Is, 55, 10-11).
11.5. “Es necesario que la escucha de la Palabra se convierta en un encuentro vital…, que permite encontrar en el texto bíblico la palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia” (Juan Pablo II: Novo Millenio Ineunte).
11.6. Cuenta Holzner que “el héroe de la marina inglesa, Nelson, leyó el Nuevo Testamento en su capitana la mañana de la batalla naval de Trafalgar. Hijo de un clérigo inglés, estaba familiarizado desde joven con la Sagrada Escritura, y hallaba en ella, como otros atrevidos héroes, consuelo y fortaleza. La Sagrada Escritura es útil para todo. Es un libro extraordinariamente práctico para todas las situaciones de la vida. Es también un libro heroico: un libro de héroes y para héroes y para la formación de héroes”.
11.7. Teresa de Calcula dice:
            “Llevando el evangelio a la oración, permitiremos a Cristo crecer en nosotros” (Para Orar con Teresa de C., 61,6).










viernes, 9 de noviembre de 2018

LA EDUCACIÓN EN LA LABORIOSIDAD



ALGUNAS IDEAS PARA FAVORECER LA EDUCACIÓN EN LA LABORIOSIDAD
1.     Tener horarios organizados, pero flexibles, en la vida familiar.
2.     Procurar que los hijos descansen y duerman el tiempo suficiente según la edad.
3.    Prestarles medios para que tengan un horario fijo cada día. Colaborar con ellos en su confección.
4.     Hablar frecuentemente con los hijos sobre el cumplimiento del horario.
5.   Comprobar de vez en cuando, que está dedicando alrededor de una hora diaria a su trabajo-estudio en casa.
6.     Evitar las distracciones en su lugar de trabajo: tv, estudiar con música, teléfono, etc.
7.   Mejorar la autoestima de los hijos desarrollando un plan para lograr un rendimiento satisfactorio. Un aspecto importante de ese plan es la entrevista frecuente con los tutores académicos.
8. Buscar con los tutores una estrategia pedagógica estimuladora y adecuada a las posibilidades de cada hijo.
9. Proporcionarles un ambiente propicio para el estudio. Conocer el estado de orden, silencio, tranquilidad, etc, en su lugar de trabajo-estudio.
10.Alabar el esfuerzo hecho en la realización de su plan diario de trabajo.
11. Conocer con profundidad a los amigos de los hijos y saber el grado de influencia que tienen con ellos.
12. Lograr un permanente ambiente de seguridad y agrado en la vida familiar.
13.Enseñarles a ordenarse especialmente en lo referente a su material de trabajo. Enseñarles a tomar notas, tener bien la carpeta, etc.
14.Estableces con ellos, que durante el horario de estudio y trabajo no es posible la comunicación con los amigos. Especial atención a los que padecen “telefonitis”.
15.Concienciarles que nada se realiza sin esfuerzo. El movimiento natural espontáneo tiende a lo fácil. Es preciso luchar.
16. Estimularles a hacer el bien, aunque cueste.
17. Valorar el trabajo bien hecho. Ver sus trabajos con frecuencia.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Cuento de León Tostoi



SER SEGÚN ME TRATAN
Hay un cuento de León Tolstoi en el que un zapatero invita a cenar en Nochebuena a un mendigo y su mujer le increpa. El invitado se va empequeñeciendo y afeando a medida que oye los insultos y siente los desprecios. Al final, cambia de actitud la mujer y comienza tratarle con afabilidad y darle bien de comer. Ante la perplejidad del matrimonio aquel hombre mejora. Crece y su rostro embellece hasta convertirse en lo que era… ¡un ángel! Al ser preguntado sobre por qué no lo había dicho antes, respondió: “siempre soy ángel pero me manifiesto como ángel cuando me tratan como tal”.

El cuento facilita algunas ideas:
-         Meterse con los demás, criticarles despiadadamente, les hará subestimarse.
-         Es más fácil bajar la autoestima de una persona que subirla.
-      Realmente, el cuento se cumple: estar o vivir en un ambiente donde se nos trata bien, además de estar más cómodos, somos realmente como somos. Nuestra personalidad real aparece sin inconvenientes.
-  Vivir en un ambiente en el que se nos desprecia, además de la incomodidad de permanecer allí, nuestra personalidad se esconde, sufre y se altera.
-   La conclusión puede ser: respetar la libertad de la persona y procurar que pueda desarrollar plenamente su personalidad.
-   ¿Esa conclusión significa que no hay que combatir,  y alumbrar los errores de una determinada persona?
-      Por supuesto que hay que descubrir los errores que se aprecien, pero no destruyendo. Los errores se trabajan y modifican utilizando argumentos nobles y sólidos.
-       Realmente no existe la persona perfecta, ni los padres perfectos, ni los hijos perfectos, pero proponerse la meta no de la perfección, tan difícil o imposible, pero sí la de la mejora personal, es una de los más claros objetivos que dan sentido a una vida.