SER SEGÚN ME TRATAN
Hay un cuento de León Tolstoi en el que un zapatero invita a
cenar en Nochebuena a un mendigo y su mujer le increpa. El invitado se va
empequeñeciendo y afeando a medida que oye los insultos y siente los
desprecios. Al final, cambia de actitud la mujer y comienza tratarle con
afabilidad y darle bien de comer. Ante la perplejidad del matrimonio aquel
hombre mejora. Crece y su rostro embellece hasta convertirse en lo que era… ¡un
ángel! Al ser preguntado sobre por qué no lo había dicho antes, respondió: “siempre soy ángel pero me manifiesto como
ángel cuando me tratan como tal”.
El cuento facilita algunas ideas:
-
Meterse
con los demás, criticarles despiadadamente, les hará subestimarse.
-
Es
más fácil bajar la autoestima de una persona que subirla.
- Realmente,
el cuento se cumple: estar o vivir en un ambiente donde se nos trata bien,
además de estar más cómodos, somos realmente como somos. Nuestra personalidad
real aparece sin inconvenientes.
- Vivir
en un ambiente en el que se nos desprecia, además de la incomodidad de
permanecer allí, nuestra personalidad se esconde, sufre y se altera.
- La
conclusión puede ser: respetar la libertad de la persona y procurar que pueda
desarrollar plenamente su personalidad.
- ¿Esa
conclusión significa que no hay que combatir,
y alumbrar los errores de una determinada persona?
- Por
supuesto que hay que descubrir los errores que se aprecien, pero no
destruyendo. Los errores se trabajan y modifican utilizando argumentos nobles y
sólidos.
- Realmente
no existe la persona perfecta, ni los padres perfectos, ni los hijos perfectos,
pero proponerse la meta no de la perfección, tan difícil o imposible, pero sí
la de la mejora personal, es una de los más claros objetivos que dan sentido a
una vida.
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