domingo, 23 de mayo de 2021

MANTENER LA FE EN LA FAMILIA. 2


 Continuamos con los otros dos rasgos específicos que influyen en la formación religiosa de los hijos.

Acostumbrase a hablar de religión. Un segundo rasgo de los padres que transmiten con éxito la fe y la práctica religiosa a sus hijos es que, como parte normal de la vida familiar durante la semana, hablan con sus hijos sobre cosas religiosas: lo que creen y practican, lo que significa e implica y por qué les importa. En esas familias, la religión es parte de la urdimbre de la vida cotidiana. Viene y va hablando con facilidad. No está compartimentada en determinadas franjas horarias de la semana, ni es un tema inusual o incómodo. Es parte de “quiénes somos y qué nos importa”. Esto no significa que esas familias hablen todo el tiempo de religión. Pero sí les enseña a los hijos que la religión es importante y que es lo suficientemente relevante para el resto de la vida como para que surja normalmente en las conversaciones ordinarias sobre cualquier tipo de temas.

Una vez más, se trata de que los padres y las familias sean auténticamente lo que son, y no sermoneen de repente.

Los padres también tienen más probabilidades de lograr transmitir la religión a sus hijos si les permiten explorar y expresar sus propias ideas y sentimientos en su vida, pero sin dejar que las discusiones se conviertan en relativistas “sálvese quien pueda”. Esto significa otorgar libertad para considerar dudas, complicaciones y alternativas sin temor a la condena, combinado con la participación seria de los padres con sus hijos y expresarles sus propias creencias, razones y esperanzas.

Canales para la internalización. Dije anteriormente que las influencias ajenas a los padres (congregaciones, grupos de jóvenes, escuelas religiosas, etc.) palidecen en comparación con la influencia de los padres. Eso no significa que estos otros factores sean irrelevantes.

La idea es que los padres canalicen a sus hijos hacia participaciones y relaciones que refuercen (no reemplacen) su influencia paterna más directa. Canalizar significa empujar, presentar y guiar sutilmente a los niños en las direcciones religiosas “correctas”. La buena canalización tiene un propósito e incluso es estratégica, pero no es controladora ni dominante. Crea oportunidades, hace presentaciones y fomenta la participación. No coacciona ni soborna a los hijos hacia la religión.

El objetivo de la canalización religiosa es que los hijos personalicen e interioricen su fe e identidad religiosa a lo largo del tiempo.

La investigación sugiere que entre las más importantes de estas influencias de canalización se encuentra la presencia de adultos que conocen bien a los niños y pueden involucrarlos en conversaciones sobre temas serios, más allá de una charla superficial. Los padres que canalizan eficazmente saben cómo fomentar el desarrollo de tales relaciones congregacionales (escuelas de familias o centros juveniles) para sus hijos.

Los padres pueden canalizar a sus hijos de otras formas eficaces. Una forma es prestar atención a quiénes son los amigos de sus hijos y fomentar amistades más cercanas con aquellos cuya influencia parece más positiva. Los padres pueden involucrar a sus familias en retiros religiosos, proyectos asistenciales y otras actividades que los niños pueden encontrar divertidos y donde pueden construir relaciones. Dependiendo de la familia y las circunstancias, exponer a los niños a las formas adecuadas de medios religiosos, campamentos de verano y educación religiosa puede agregar “capas” adicionales de contactos, experiencias y modelos religiosos, lo que aumenta las posibilidades que la fe y la práctica religiosas “tomarán” de una manera personal e interiorizada. Independientemente de cómo se canalice, el propósito es facilitar, no coaccionar, las conexiones religiosas.

Aceptar las realidades descritas anteriormente puede resultar difícil para muchos padres. Para algunos, la responsabilidad parece abrumadora. Otros temen que si se esfuerzan demasiado por socializar religiosamente a sus hijos, provoquen la rebelión. Otros se ven afectados por complicaciones como cónyuges que no los apoyan, enfermedades mentales en la familia y otros factores que escapan a su control. Y aún otros padres abrazan la tarea con tanta seriedad que se sienten abrumados por la duda y la culpa cuando sus hijos no salen como se esperaba o planeaban.

Cabe recordar que nada de este proceso está garantizado. La vida es complicada y los hijos son finalmente los agentes de su propio desarrollo. Los padres tienen una gran influencia religiosa en sus hijos, pero esa influencia nunca es completa, controladora o infalible. Lo que los padres pueden hacer −en realidad, todo lo que pueden hacer− es practicar en sus propias vidas la fe que esperan que sus hijos abracen; forjar relaciones cálidas y autorizadas con sus hijos; ser consciente y tener la intención de guiar a los hijos hacia relaciones y actividades que puedan ayudar a personalizar la religión internamente; y luego rezar y esperar que las fuerzas divinas en las que creen conducirán a sus hijos a una vida de verdad, bondad y belleza.

Christian Smith

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