viernes, 15 de noviembre de 2019

CON GRAN AGRADECIMIENTO


Cuando miro lo mucho y excelente que nuestros antepasados nos han dejado, me entran escalofríos. Me refiero al amplio y excelso trabajo de escritores, pintores, músicos, arquitectos y escultores.

Ponerse delante de la Meninas o del Entierro del conde Orgaz, o de la Creación de Miguel Ángel… ¿no te produce un gran gozo? A mí sí.

Visitar el Partenón de Atenas, el Coliseo de Roma, Las catedrales de Colonia y Toledo. Admirar las vidrieras de la catedral de León o el Monasterio de El Escorial, me produce un agradable agradecimiento.

Visitar Florencia y detenerse ante el David. Hacer lo mismo en la Galería Borghese ante la majestad de las obras de Bernini. Acercarse a San Petersburgo y permanecer horas ante la obra de Rembrandt, ¿no es verdad que las horas se convierte en minutos?
Reencontrarse con Sófocles, con Shakespeare, Ovidio, Lope de Vega, Calderón, Cervantes y Gerardo Diego, ¿no es como transportarse a otro mundo?

La herencia que hemos recibido es de un valor inmenso. Todo fue obra de antepasados inteligentes, trabajadores, creativos y con una férrea voluntad.

Les llegaron luces, se encendieron sus corazones y sus ojos, junto a sus manos hicieron el resto.
Si has escuchado el Réquiem de Mozart, alguna o varias de las sinfonías de Beethoven, la quinta de Piotr Ilich Chaikovski, el Concierto de Aranjuez o las diversas sinfonías de Schubert, te habrás dado cuenta que entre todos han contribuido notablemente a llenar el mundo de belleza.

Mi respuesta a tanta hermosura, a la que también te invito, es de agradecimiento y de un determinado deseo de profundizar más y mejor en tan sublimes creaciones, sean del orden que sean.

En este ajetreado siglo XXI, vale la pena mirar con sosiego tanto esplendor como nuestros antepasados nos han dejado para el disfrute y cultivo del alma. Y quien tenga posibilidad de presentarse en Florencia, Burgos, Colonia, Viena, etc, se llenará de unas experiencias imposible de olvidar.

Finalmente, tener presente que todo ese gran mundo de belleza y esplendor, obra de unos hombres extraordinarios, también lo ha sido de Dios que puso en ellos esas habilidades con tanta grandeza.

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