viernes, 11 de septiembre de 2020

LOS JÓVENES Y EL AMOR. Karol Wojtyla III. Amor maduro

 Amor maduro.

En una reunión de sacerdotes dedicados a la pastoral juvenil, en 1973, el arzobispo Karol Wojtyla -en 1978 Papa Juan Pablo II- presentó dos ponencias con las que se editó el libro “Los jóvenes y el amor”. Del cual ofrezco hoy un nuevo capítulo.

Amor maduro y castidad.

La madurez es clave para la justificación de la pureza prematrimonial, sea varón o mujer. Esa maduración se encuentra con la exigencia de la castidad prematrimonial convirtiéndose esa castidad en expresión y prueba de la madure como persona. El hombre madura como persona a través de las relaciones con otras personas, al tiempo que va madurando para estas relaciones. El hombre maduro es capaz de guiarse así mismo, siendo en cierto sentido su propio educador”. Maduración es conocimiento y conciencia, libertad y responsabilidad. Por eso, el muchacho maduro cuidará de su novia y de los valores de ella -es responsable de esos valores-, y también por supuesto, del valor de la castidad de ella, porque la castidad es un valor. Igualmente, ella lo hará lo mismo son su novio.

El amor se halla psicológicamente maduro… la persona es amada y no admite de ninguna manera que sea objeto de placer”.

La castidad está subordinada a la virtud de la templanza. Los movimientos sexuales estarán subordinados al entendimiento, este es el papel de la templanza. Esta, ayuda a vivir según la razón.

Aristóteles escribe: “El exceso en relación con los placeres es intemperancia y cosa reprobable”. (A Nicómaco. Libro III, 11).

El autodominio facilita la templanza. No ejercerlo es dejar que aquello que es inferior y por eso, subordinado, mande sobre lo que es superior: la templanza.

Castidad es a aptitud con la que se domina la concupiscencia.

La castidad se comprende con relación a la virtud del amor. Ella tiene la misión de liberar el amor de la actitud de gozo egoísta”.

Hay castidad. Se vive. Pues entonces, hay valor de la persona.

No hay castidad. En este caso, se da supremacía a los valores del sexo.

La castidad verdadera no puede conducir al menosprecio del cuerpo ni al desprecio del matrimonio y la vida sexual”.

El valor del cuerpo y del sexo está supeditado al valor de la persona.

Consecuencia: Hay un alto valor de la persona, también habrá entonces, una alta valoración del cuerpo y del sexo.

Por eso, un hombre y una mujer castos son los que experimentarán un verdadero amor”.

Dicho de otra manera: un verdadero amor, aquel en el que se ama por igual el alma y el cuerpo, origina la virtud de la castidad.

Karol Wojtyla. Los jóvenes y el amor. Preparación al matrimonio.

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