LA VERDAD

            La relación de la excelencia, y de una vida en la excelencia, con la verdad, es alta y positiva.

            En el libro “Entender el mundo de hoy”, del que ya algo comenté en una entrada anterior, se dice que “el acontecimiento humano por excelencia es el encuentro con la verdad”.

            En el transcurso de la vida, en un determinado momento, algo destaca: es la verdad, una verdad en la que antes no había caído, no conocía. ¿Qué ocurre tras ese encuentro? Que el hombre se ha conmovido. Eso mismo es lo que ocurre en el enamoramiento. La conmoción conduce al cambio. En la vida no estaba aquella verdad  y al ser encontrada, produce una transformación en el que la halló.

            La transformación consiste  en aceptar la tarea que la propia verdad encarga. El encargo es novedoso, atractivo, ilusionante y a ese menester dedicamos la vida, persiguiendo la conquista de aquella verdad.  Es una tarea agradable en la que frecuentemente aparece la inspiración con lo que conseguir esa verdad resulta más fácil. Es toda una operación que partió de un encuentro con una verdad, que a su vez, produce en el ser cierto poder, para que la verdad pueda ser buscada y conquistada. 

            Cada hombre tendría que preguntarse: ¿qué verdad inspira mi vida?

            “Las grandes gestas humanas –afirma el libro del que hablo- son fruto de una inspiración que una determinada verdad ha puesto en las vidas de sus protagonistas. El hombre no puede vivir sin la verdad”. Y encontrarla es gozo y alegría del corazón. 

Una de esas verdades dio origen a la gesta de la llegada del hombre al Polo Sur. Otras muchas más han venido sucediendo.

A las tres de la tarde del 14 de diciembre de 1911, el silencio absoluto del extremo meridional del eje terrestre se vio roto por primera vez por el sonido de voces humanas. Dónde el hombre nunca había puesto su planta, Roald Amundsen y sus cuatro compañeros noruegos se felicitaban mutuamente. Eran los primeros en llegar al Polo Sur.