Sócrates. Me gustaría tratar contigo, Agustín,
unas cuestiones referentes a la educación de la juventud que me preocupan. Me
interesa tu opinión, aunque algo he visto en tu libro “Las Confesiones”, y
también conozco tu postura cuando te alejaste del maniqueismo.
Agustín. Lo que tú digas, Maestro.
Sócrates. Pues bien, la primera cuestión es,
¿con qué se presenta un estudiante a un examen?
Agustín. Pienso que se debe presentar con
pluma o bolígrafo, papel y naturalmente con una serie de conocimientos bien
adquiridos.
Sócrates. De acuerdo. Y, ¿con algo más?
Agustín. Además acudirá al examen con lo que
él mismo es. Es decir, con lo que llamamos su personalidad: sus sentimientos,
intereses, emociones, etc.
Sócrates. Perfecto, es lógico que así sea. Con
nuestra personalidad vamos a todas partes. Pero me pregunto: ¿Tendría que
llevar algo más el estudiante a su examen?
Agustín. Antes ya dije que debe ir con los
conocimientos adquiridos, para hacer una buena prueba. Lo cual, presupone que
habrá puesto esfuerzo y voluntad en ese trabajo y con todo eso él acudirá al
examen.
Sócrates. Muy bien. Has dicho esfuerzo y
voluntad. Me gusta que hayas empleado estas dos palabras. ¿Qué cualidad tiene
el hombre con la que sabe poner esfuerzo
y voluntad en sus tareas?
Agustín. A esa cualidad yo la llamaría
carácter.
Sócrates. Genial, Agustín. Carácter, eso es,
forma particular de reaccionar ante las diversas situaciones de la vida. Eso
debe acompañar al estudiante. Su carencia sería una gran dificultad para
conseguir su meta, ¿verdad?
Agustín. Totalmente de acuerdo.
Sócrates. Me queda una cuestión más. Tú eres
cristiano, y procedes de una familia cristiana. La posesión de la divinidad,
¿es también un elemento valioso en el estudio?
Agustín. Tú conoces como los Antiguos buscaban
en los dioses apoyo y esperanza. Perfectamente sabes cómo Homero en la Odisea,
nos relata el episodio de Ulises con la maga Circe. Esta, hechizó a los hombres
de Ulises y los convirtió en animales. Exactamente lo mismo pretendía hacer con
Ulises. Cosa que es lo peor que le puede suceder a un hombre, convertirlo en
animal. Eso era lo más indigno. Ulises se dirigió a rescatar a sus hombres,
pero fue el dios Hermes quién le dio la solución para lograrlo. Dios acudió a
su noble tarea y todo se resolvió muy bien.
Sócrates. Magnífico, Agustín. Me imaginaba que
esa debía ser claramente tu opinión: con
Dios hay que contar. ¿Estoy en lo cierto?
Agustín. Sócrates, sin Dios, ¿qué puede hacer
el hombre?
Sócrates. Realmente tu razón es poderosa.
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