lunes, 17 de julio de 2017

RENOVACIÓN: FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA



UN CASO: Un  chico de nueve años copia las operaciones  matemáticas que su profesor ha puesto en la pizarra.  Muy pocos minutos después, guarda el cuaderno, saca un libro de lectura y se pone a leer. El profesor observa que es uno de los primeros de la clase que ha finalizado el trabajo, le pregunta y el chico responde que ha concluido con las operaciones. Minutos después, vuelve a guardar el libro, nuevamente coge el cuaderno de matemáticas y continúa con las operaciones.  El profesor se le acerca y se interesa qué ocurre. El niño le dice: Las hice mal. Puse los resultados a “voleo” pero no me he quedado tranquilo con lo que había hecho y ahora las estoy haciendo bien.
¿Qué ocurre?  Hay una lucha ente instintos y valores. Lucha que es fruto de la conciencia. La conciencia enjuicia constantemente nuestros actos, su bondad o maldad; antes o después. Pero es mejor que los enjuicie antes.
Puede prevenir, aconsejar o desaconsejar una acción, una palabra o un pensamiento o deseo. Con ella, si ha sido bien formada, tenemos un conocimiento exacto de las cosas.

Conciencia y valores.
La conciencia se mueve en una determinada escala de valores formada por la concepción que tengamos del hombre, del mundo y de la vida.  Ahora bien, si los valores no están jerarquizados, tenemos algunas deformaciones de la conciencia. Por eso, los valores no pueden olvidarse en la educación.  Los educadores, padres y profesores, tienen adjudicada esa notable misión.
Imaginemos un chico cuyos valores importantes son: 1º los amigos; 2º el deporte; 3º la familia.  ¿Qué diremos? Que no están bien jerarquizados.

Educación de la conciencia.
Las primeras experiencias infantiles son muy importantes puesto que con ellas se aprenden usos, costumbres y hábitos.  Es la edad en la que hay que aprender a decir la verdad, a querer, a ser generoso,  a trabajar bien, a ser dócil, a tratar bien a los amigos, etc.
Las narraciones, las películas, los sucesos de la vida proporcionan continuamente al niño que vea la bondad o la maldad, es decir, el bien y el mal.
Sin embargo, “una atmósfera de amor, de confianza y de agradecimiento, es un pilar fundamental para la educación de la conciencia”, escribía el pedagogo italiano Pestalozzi.
El educador, cuando es un individuo lleno de amor, de comprensión, creador de confianza y exigente, sienta las bases para que la conciencia de los chicos se forme definitivamente bien.

La conciencia se educa teniendo en cuenta:
•             La formación de los instintos.                    * El cultivo de la afectividad.
•             El fortalecimiento de la voluntad.            * La formación del entendimiento.

Los instintos.
Examinamos ahora “el cristal roto”: “Un  chico de 5º curso de Primaria había roto un cristal jugando al fútbol. Todos los jugadores salieron volando y desaparecieron por encanto. A causa de su mala conciencia, evitaron ulteriormente volver al lugar del suceso. Al cabo de una semana se presentó el chico culpable y pagó el cristal. Al hacerlo, manifestó: Este asunto no me ha dejado en paz durante todo el tiempo. Ahora vuelvo a tener por fin buena conciencia. El muchacho concibió, asimismo, el propósito de nunca más escapar, cuando hiciera alguna trastada, sino hacer frente a la situación y responder personalmente” (Otto Dürr. Educación en la libertad. Página 101).
Otro caso: Al finalizar la 2ª Guerra Mundial, un fabricante de Stuttgart recibió una carta de un desconocido. Decía: “Tras uno de los ataques aéreos de la última guerra, me permití sustraer varias herramientas de su fábrica en ruinas. Como mi conciencia no me deja en paz, deseo restituirle el doble del valor sustraído. Le adjunto 300 marcos”.
El niño ha ido conociendo que hay instintos buenos y otros no lo son. Pero los instintos se forman. Si ellos ven que sus padres renuncian a cosas, a ellos les resulta más fácil renunciar a también a cosas.

¿Cómo se encauzan debidamente los instintos?
•             Con la disciplina.                              * Con los hábitos de orden, limpieza, higiene y trabajo.
•             Con la música y el deporte.
•             Aprendiendo la ley moral que nos dice: Haz el bien y evita el, mal, y exigiendo que esa ley se cumpla.

Cultivar la afectividad.
Con ella se consigue sensibilidad, espíritu fino capaz de detectar  detalles. Sin sensibilidad se pierde el gusto por lo delicado, lo bello, lo hermoso y por la obra bien hecha. Ayudan:
•             Las creaciones estéticas: cuentos, canciones, poesía, pinturas y música.
•             La persona sensible, con muy buena afectividad, no aguanta las groserías.

Formación del entendimiento.
Un buen estudio de los programas escolares.                   Estudio de la doctrina de la Iglesia.
Conocimiento de la persona de Cristo.                             Enseñarles oraciones y a rezar.
Clases de religión y catequesis.                                         Valorar la memoria.
Lectura de Historias bíblicas.                                             Historias de vida de los santos.
Lectura de buenas biografías de personajes famosos y con valores.
Educación de otros aspectos relevantes de la vida que influyen en su futuro: educación sexual.
El entendimiento examina costumbres y hechos y  los suele catalogar: buenas, malas; absurdas, necias, etc.

Fortalecer la voluntad.
Comenzar cuando son muy pequeños
Importancia del orden, la constancia y las metas.
Educarles en la obediencia:
El poeta necesita leyes
El escritor, las reglas de la sintaxis.
La danza, las normas de la barra, etc, todos obedecen.
Responsabilizarles en sus estudios y en hacer tareas en el hogar.
Animarles para que consigan un trabajo bien hecho.
Que valoren la puntualidad.
Que cuiden las cosas materiales: debe durar.
Que sean generosos.
Que hagan cosas, a veces duras, por amor a alguien.

 La piedad ayuda a formar la conciencia.
•             La oración. Enseñarles a rezar y a pedir en la oración.
•             Enseñarles a hablar con Jesús.
•             Examen diario de conciencia.
•             Confesión frecuente.
•             Hablarles del sentido cristiano del estudio y del trabajo.
•             Que sean capaces de amar y de renunciar a caprichos porque aman a mamá, a papá, a los hermanos, a los abuelos, etc.



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