UN CASO: Un chico de nueve años copia las
operaciones matemáticas que su profesor
ha puesto en la pizarra. Muy pocos
minutos después, guarda el cuaderno, saca un libro de lectura y se pone a leer.
El profesor observa que es uno de los primeros de la clase que ha finalizado el
trabajo, le pregunta y el chico responde que ha concluido con las operaciones.
Minutos después, vuelve a guardar el libro, nuevamente coge el cuaderno de
matemáticas y continúa con las operaciones.
El profesor se le acerca y se interesa qué ocurre. El niño le dice: Las
hice mal. Puse los resultados a “voleo” pero no me he quedado tranquilo con lo
que había hecho y ahora las estoy haciendo bien.
¿Qué ocurre? Hay una lucha ente instintos y valores. Lucha
que es fruto de la conciencia. La conciencia enjuicia constantemente nuestros
actos, su bondad o maldad; antes o después. Pero es mejor que los enjuicie
antes.
Puede prevenir, aconsejar o
desaconsejar una acción, una palabra o un pensamiento o deseo. Con ella, si ha
sido bien formada, tenemos un conocimiento exacto de las cosas.
Conciencia y valores.
La conciencia se mueve en una
determinada escala de valores formada por la concepción que tengamos del
hombre, del mundo y de la vida. Ahora
bien, si los valores no están jerarquizados, tenemos algunas deformaciones de
la conciencia. Por eso, los valores no pueden olvidarse en la educación. Los educadores, padres y profesores, tienen
adjudicada esa notable misión.
Imaginemos un chico cuyos valores
importantes son: 1º los amigos; 2º el deporte; 3º la familia. ¿Qué diremos? Que no están bien
jerarquizados.
Educación de la conciencia.
Las primeras experiencias
infantiles son muy importantes puesto que con ellas se aprenden usos,
costumbres y hábitos. Es la edad en la
que hay que aprender a decir la verdad, a querer, a ser generoso, a trabajar bien, a ser dócil, a tratar bien a
los amigos, etc.
Las narraciones, las películas,
los sucesos de la vida proporcionan continuamente al niño que vea la bondad o
la maldad, es decir, el bien y el mal.
Sin embargo, “una atmósfera de
amor, de confianza y de agradecimiento, es un pilar fundamental para la
educación de la conciencia”, escribía el pedagogo italiano Pestalozzi.
El educador, cuando es un
individuo lleno de amor, de comprensión, creador de confianza y exigente,
sienta las bases para que la conciencia de los chicos se forme definitivamente
bien.
La conciencia se educa teniendo en cuenta:
• La
formación de los instintos. *
El cultivo de la afectividad.
• El
fortalecimiento de la voluntad. *
La formación del entendimiento.
Los instintos.
Examinamos ahora “el cristal
roto”: “Un chico de 5º curso de Primaria
había roto un cristal jugando al fútbol. Todos los jugadores salieron volando y
desaparecieron por encanto. A causa de su mala conciencia, evitaron
ulteriormente volver al lugar del suceso. Al cabo de una semana se presentó el
chico culpable y pagó el cristal. Al hacerlo, manifestó: Este asunto no me ha
dejado en paz durante todo el tiempo. Ahora vuelvo a tener por fin buena
conciencia. El muchacho concibió, asimismo, el propósito de nunca más escapar,
cuando hiciera alguna trastada, sino hacer frente a la situación y responder
personalmente” (Otto Dürr. Educación en la libertad. Página 101).
Otro caso: Al finalizar la 2ª
Guerra Mundial, un fabricante de Stuttgart recibió una carta de un desconocido.
Decía: “Tras uno de los ataques aéreos de la última guerra, me permití sustraer
varias herramientas de su fábrica en ruinas. Como mi conciencia no me deja en
paz, deseo restituirle el doble del valor sustraído. Le adjunto 300 marcos”.
El niño ha ido conociendo que hay
instintos buenos y otros no lo son. Pero los instintos se forman. Si ellos ven
que sus padres renuncian a cosas, a ellos les resulta más fácil renunciar a también
a cosas.
¿Cómo se encauzan
debidamente los instintos?
• Con la
disciplina. *
Con los hábitos de orden, limpieza, higiene y trabajo.
• Con la
música y el deporte.
• Aprendiendo
la ley moral que nos dice: Haz el bien y evita el, mal, y exigiendo que esa ley
se cumpla.
Cultivar la
afectividad.
Con ella se consigue sensibilidad, espíritu fino capaz de
detectar detalles. Sin sensibilidad se
pierde el gusto por lo delicado, lo bello, lo hermoso y por la obra bien hecha.
Ayudan:
• Las
creaciones estéticas: cuentos, canciones, poesía, pinturas y música.
• La
persona sensible, con muy buena afectividad, no aguanta las groserías.
Formación del
entendimiento.
Un buen estudio de los programas escolares. Estudio de la doctrina de la
Iglesia.
Conocimiento de la persona de Cristo. Enseñarles oraciones y a rezar.
Clases de religión y catequesis. Valorar
la memoria.
Lectura de Historias bíblicas. Historias de
vida de los santos.
Lectura de buenas biografías de personajes famosos y con
valores.
Educación de otros aspectos relevantes de la vida que
influyen en su futuro: educación sexual.
El entendimiento examina costumbres y hechos y los suele catalogar: buenas, malas; absurdas,
necias, etc.
Fortalecer la
voluntad.
Comenzar cuando son muy pequeños
Importancia del orden, la constancia y las metas.
Educarles en la obediencia:
El poeta necesita leyes
El escritor, las reglas de la sintaxis.
La danza, las normas de la barra, etc, todos obedecen.
Responsabilizarles en sus estudios y en hacer tareas en el
hogar.
Animarles para que consigan un trabajo bien hecho.
Que valoren la puntualidad.
Que cuiden las cosas materiales: debe durar.
Que sean generosos.
Que hagan cosas, a veces duras, por amor a alguien.
La piedad ayuda a formar la conciencia.
• La
oración. Enseñarles a rezar y a pedir en la oración.
• Enseñarles
a hablar con Jesús.
• Examen
diario de conciencia.
• Confesión
frecuente.
• Hablarles
del sentido cristiano del estudio y del trabajo.
• Que sean
capaces de amar y de renunciar a caprichos porque aman a mamá, a papá, a los
hermanos, a los abuelos, etc.
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