domingo, 9 de julio de 2017

RENOVACIÓN: EL ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO, según la Exhortación Evangelii Gaudium



“Invito a cada cristiano, en cualquier situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso” (Evangelii Gaudium nº 3).

“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. (Deus caritas est. (25-12-2005). 1 AAS 98 (2006) 217. Evangelii Gaudium nº 7).

“Solo gracias a ese encuentro –o reencuentro- con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada” (Evangelii Gaudium. nº 8).

“La vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a otros”.  (E. G. nº 10)

SIMÓN PEDRO.  El  encuentro. Veamos brevemente los episodios más significativos de la vida de S. Pedro y su relación con Jesucristo: sus encuentros con el Señor.

1. “Jesús fijando en él la vista dijo: Tú eres Simón, el hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas, que quiere decir Pedro” (Jn. 1, 42). El Señor le invita a su amistad personal y considerándole ya amigo, le cambia el nombre.

Todos hemos tenido un primer encuentro con el Señor (Bautismo, Primera Comunión, Confirmación…). Enseguida se dispuso el Señor a cambiar lo negativo, lo triste, lo dificultoso que hubiese en nosotros. Él siempre va por delante. Su gracia, su amistad es fiel y generosa.

En cada uno de esos “encuentros”, el Señor favorece un cambio positivo en nosotros. Conviene que reflexionemos, que en la oración meditemos sobre esos encuentros. No olvidemos, que el primero “encuentro”, siempre es muy importante. Volvamos con frecuencia a su recuerdo.

2. Habla Jesús: “Boga mar adentro y echad vuestras redes para la pesca. Responde Pedro: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada, mas porque Tú lo dices echaré las redes”. (Lc. 5, 5).
El amigo de Jesús es un trabajador y continúa diariamente en el primer plano de su oficio. Pero ahí y como consecuencia de la cercanía del Señor, la amistad se consolida. Trabajemos en la presencia del Señor. Y Pedro, nos deja un testimonio imponente de humildad. Él conoce su oficio, pero abandona sus “razones” ante la palabra de Jesús. Obedece y actúa y la barca se llena de peces.

El amigo del Señor, será humilde. ¿Aceptamos nosotros las palabras que nos llegan del Señor al leer y meditar cada día el evangelio? ¿Es el evangelio nuestro libro diario?
3 .Conseguida la gran pesca, Pedro se postró a los pies de Jesús y le dijo: “¡Señor, apártate de mí, que soy hombre pecador!”. (Lc. 5, 8).
Pedro avanza en el conocimiento propio. Y surge un atisbo de arrepentimiento. De acuerdo, sí, pero, ¡apartarnos del Señor, del amigo, jamás! Nunca, porque con Él tenemos lo importante, tenemos todo.

Otra virtud: la perseverancia en la amistad.
4. La audacia de Pedro le dijo: “Señor, si eres Tú, mándame ir a ti sobre las aguas. Jesús replicó: ¡Ven! Pero… comenzó a hundirse y gritó: ¡Señor, Sálvame!”. Pedro duda, vacila, pide y luego le falta confianza en lo que le han concedido. Seguramente que también nosotros tendremos momentos en que habría que gritarle: ¡Sálvame! Especialmente ante las dificultades. Las dudas, la falta de confianza, el desconsuelo y la desesperanza se llevan a la oración.

Más sobre la Virtud: crecer en confianza.
5. Finalizado el discurso eucarístico en Cafarnaúm, muchos le abandonan y pregunta a los Doce: “¿Queréis iros vosotros también? Respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna”. (Jn. 6, 66-68). ¡Qué gran amistad la de Pedro! Su intimidad con el Señor, crece.
Y nosotros, ¿a quién vamos a ir? Nos damos cuenta de que con Él, lo difícil se hace fácil, lo árido se vuelve húmedo, los sucio se limpia, lo frío se calienta, lo enfermo se cura, lo oscuro se ilumina. Es hora de que también nuestra intimidad con Él esté en crecimiento.
6. “Y vosotros, ¿quién decís que soy? Tomando Pedro la palabra, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. (Mt. 16, 15-16).
7. “Jesús manifiesta a sus discípulos que tiene que ir a Jerusalén para sufrir mucho… Pedro, tomándole aparte, se puso a amonestarle, diciendo: No quiera Dios, Señor, que esto suceda”. (Mt. 16, 21-22).
Pedro aporta su pensamiento humano lleno de cariño hacia el Maestro. Sin embargo, hay veces que por encima de las razones humanas están las intenciones sobrenaturales. A todos nos ocurre algo semejante: tenemos razones humanas que impiden a veces, ir al paso que marca el Señor. Superemos esos momentos poniendo más confianza en Él.

Otra Virtud: superar la adversidad.
8. Transfiguración. “Allí, en el monte, dijo Pedro  Jesús: Maestro, que bueno es estar aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. (Lc. 9, 33).
Sin embargo, en Getsemaní, Pedro no dijo lo mismo. Y desde luego, aunque habrá días o periodos en los que estaremos gozosos –tendremos nuestro Tabor- también tendremos días o periodos de Getsemaní. Pero siempre, siempre, fidelidad, nos pide el Señor.
9. “Entonces se le acercó Pedro y le preguntó: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano si peca contra mí? ¿Hasta siete veces? Dícele Jesús: No digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete”. (Mt. 18, 21-22).
Caridad siempre. Si en algo debemos parecernos mucho, mucho al Señor, que sea en su corazón misericordioso. En la novela “Cristina, hija  de Lavrans”, página 488, se dice:    “Nada en el mundo merece ser deseado, excepto la misericordia de Dios”. “La misericordia es el atributo más grande de Dios. Todas las obras de mis manos están coronadas por la misericordia” (Diario de Santa Faustina Kowalska, nº 301). El amigo del Señor tiene que ser misericordioso.
10. “Entonces, tomando Pedro la palabra, le dijo: Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué tendremos?(Mt. 19, 27).
Vamos en la busca de un premio, de un buen resultado. Queremos recompensas. Pero el Señor tiene la recompensa de su amistad y el don de la vida eterna. ¿Quién puede dar más y mejor? Estas, entre otras muchas aquí en la tierra, son las recompensa que tendremos sus amigos.
11. “Llegó a Simón Pedro, que le dijo: Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?... Jamás me lavarás tú los pies. Le contestó Jesús: Si no te los lavare, no tendrás parte conmigo. Simón Pedro le dijo: Señor, entonces, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. (Jn. 13, 6-9).
El amigo del Señor se vuelve dócil. Aunque a veces haya cosas que no entiende, es dócil. Docilidad que se basa en la confianza  en quién tanto nos ama. Pedro conoce que es amado del Señor. Todo amigo de Jesús es su amado. Y los amantes  desean ver su rostro. Enseña San Pedro Crisólogo que el amor no puede estar sin ver al Amado y grita continuamente: “Si encontré gracia delante de Ti, muéstrame tu rostro”.
“Señor, ¿adónde vas?... Yo daré por ti mi vida” (Jn. 13, 36-37).
Demasiada confianza en el valor propio, en la fortaleza propia. Con frecuencia, ¡qué poco nos conocemos!
No seamos imprudentes. Nuestra seguridad sea la amistad personal con el Señor. Es hermoso, muy hermoso, dar la vida por el señor (mártires) y también es hermoso, gastarse y desgastarse por la causa del Señor, por el evangelio. Esto segundo, es seguramente el camino que Dios quiere para nosotros.
12. Le vio otra sierva que dijo a los demás: Este estaba con Jesús el Nazareno. Y de nuevo Pedro negó con juramento: No conozco a ese hombre”. (Mt. 26, 71-72).
La debilidad humana más la imprudencia, dan este resultado. ¡Cuidado con el exceso de confianza en uno mismo! No nos alejemos del Señor. Siempre cerca, muy cerca de Él, y entonces, los disparates, las torpezas, el pecado, serán muy poco probables.
13. Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?... Sí, Señor, tú sabes que te amo… Por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Respondió: Señor, tú lo sabe todo, tú sabes que te amo” (Jn. 21, 15-17).
CONTRICIÓN. Es el momento del arrepentimiento, del amor, de abrir el corazón: “A ti someto mi corazón por completo” (Adoro te devote) y como consecuencia la amistad plena.
Volvamos al último punto expresado hoy de la “Evangelii gaudium”:
“La vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a otros”. (n º 10).
Ya somos sus amigos. ¿Qué hacer ahora? ¿Hay alguna misión que el Amigo puede solicitar a sus amigos? Sí. Quiere el Señor, nuestro Amigo, que demos vida, “su vida” a otros que también Él desea lleguen a ser sus amigos. Consecuencia: preocupación por otros, sí. Oración por otros, sí. Sacrificios por otros, sí.

¿Algo más? Claro que sí: hablarles de Jesús y contarles nuestra historia personal, cómo hemos llegado a ser grandes amigos del Señor. Todo ha comenzado con un encuentro, que hemos ido cuidando, manteniendo, desarrollando y avanzando.

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