Hay ocasiones en que los tutores
de los Centros Educativos piden ayuda a su Departamento de Orientación ante casos de adolescentes de trece a quince
años, de ambos sexos, por una grave falta de rendimiento escolar. En los Departamentos se inicia con ellos un
trabajo de estudio y evaluación del problema con entrevistas y pruebas. En
bastantes ocasiones el problema encubre otro mayor: el abuso del botellón y los
tres o cuatro whiskies de los viernes, seguidos de otra ingesta similar en la
noche de los sábados, más la ruptura con la novieta o noviete, o tal vez con
uno o varios amigos/as. Seguidamente se descubre un cierto grado de depresión y
una incapacidad de arreglar el múltiple problema.
Estamos ante el problema del
abuso del alcohol que conduce además a la violencia, rupturas de amistad,
tendencia a los accidentes y enfermedades físicas y psiquiátricas, momentos de
confusión, pérdida de memoria, escasa concentración e irritabilidad.
El alcohol es la droga más
consumida por los adolescentes y jóvenes españoles. Entre 1993 y 2002, los
ingresos hospitalarios por psicosis provocadas por el consumo de drogas,
incluido el alcohol, aumentaron en un 103%, es decir, que hace tres años, se
produjeron 2.726 hospitalizaciones por esta causa.
Los adolescentes de barrios de
ciudades grandes consumen más alcohol que los que viven en el centro de las
ciudades o en áreas rurales o ciudades pequeñas. El consumo de alcohol es para
muchos adolescentes, un puente hacia otro tipo de drogas de mayor riesgo y
hacia la iniciación temprana de actividades sexuales. El consumo de alcohol
previo a la entrada en la discoteca, se realiza en unos casos, en plazas u
otros lugares públicos, bebiendo el botellón o el calimoche (vino con
coca-cola).
El prealcohólico o el alcohólico
suele tener amigos desviados, pasar bastante de su tiempo de ocio en bailes y
discotecas y le da mucha importancia a ser independiente y a tener dinero. Su
relación familiar es más pobre, son menos controlados por los padres y la
influencia de las creencias religiosas es menor.
Es frecuente que el alcohólico
tome conciencia de su estado y ante el temor o la vergüenza no busca ayuda, con
lo que su situación empeora, hundiéndose, se autodesaprueba, se desespera y
entonces recurre una vez más al alcohol.
El alcohol es una droga, por lo
que el individuo dependiente será capaz de realizar actividades aún después de
beber una cantidad de alcohol que incapacitaría a otra persona no alcohólica.
El adolescente que se encuentra
en una situación de prealcoholismo ha carecido además de una importante buena
información. Informar a los chicos es darles a conocer que con el consumo de
alcohol suele aparecer unida la depresión, la pérdida de memoria, la
indigestión, la incapacidad para mantener la amistad duradera y noble con sus
semejantes, daños físicos y psíquicos importantes que afectan al sistema
neuronal, al hígado y a otros órganos. Tampoco se les ha informado
convenientemente que existen programas de prevención. El programa “A tiempo”,
está especialmente dirigido a familias que estén preocupadas por el consumo de
bebidas alcohólicas por sus hijos. Hay el convencimiento de que la colaboración
activa de los padres, es primordial a la hora de frenar el consumo de bebidas
alcohólicas y drogas.
El tratamiento.
La primera condición importante
para poder hacer algo positivo es que el alcohólico o el menor de edad con un
consumo significativo de bebidas alcohólicas, aún sin llegar a una situación de
abuso, es que reconozca que existe el problema. Si esto no ocurre, es difícil
el éxito con las diversas medidas que puedan tomarse.
Un buen punto de arranque es
desde luego ir al médico, porque puede ser conveniente un régimen de
fármacos. Pero siempre el apoyo familiar
es necesario e importante. Si el paciente acepta un plan de abstinencia, preciso
será ponerle o ponerse metas a corto plazo y visitar al médico semanalmente
para analizar con él las dificultades que se puedan ir presentado.
En este caso, el tratamiento
versará además sobre:
A. El control de los estímulos
Es decir, evitar el bar o los
amigos con los que se practica el consumo habitualmente. Cuanto antes se
interrumpa la conducta nociva, más fácilmente se recuperará la normalidad.
Si es la falta de éxito escolar o
de aceptación por personas de otro sexo los causantes del problema, hay que
indicarle al sujeto una serie de alternativas posibles: practicar un deporte,
una afición, fomento de la lectura, ir al cine, práctica de habilidades
sociales en una ONG, etc.
B. Los reforzamientos.
Una forma de vivir en abstinencia
es con el control del dinero. El chico que tiene poco dinero, es más fácil que
no caiga en este problema y que si está en él, salga más fácilmente. La
abundancia de dinero es un estímulo a comprarse alcohol. La familia puede
reforzar la conducta de abstinencia con ciertos premios: demostrarle afecto,
una comida favorita, un viaje, comprarle una prenda de vestir o una revista por
la que tiene cierta ilusión, el regalo de una novela por la que ha mostrado
interés, una invitación al teatro o al cine. Las propias críticas familiares,
desarrollarle el espíritu crítico, encontrarse con nuevas amistades, enseñarle
a amarse bien a sí mismo, un amor que perfeccione y no destruya, son también
razones que favorecen el cambio.
Por último, recordar que la
recuperación de la autoestima es un factor importante para una vez que se sale
del problema, consolidarse en la abstención.
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