lunes, 29 de junio de 2020

EL TESORO DE LA FAMILIA



En la familia, ¿qué somos? Podemos ser padres, hijo, hermano, abuelo, nieto. Con todos ellos se forma nuestra familia, en la que por eso mismo se establece una relación propia y peculiar entre todos los miembros, aunque también en grados distintos. Por ejemplo, la relación de los padres con los hijos es la de la autoridad; la de los hijos, la obediencia. Pero siempre hay una relación bañada por el afecto.

Es una relación que dura toda la vida. Siempre. Es una relación que se desarrolla en el ámbito en el que vivimos y allí va cambiando, creciendo y desarrollándose en el transcurso del tiempo. Es una relación costosa porque debemos crecer en bondad, amistad, comprensión, generosidad, sinceridad, capacidad de perdonar. Son los valores envuelven constantemente la vida familiar.

Es pues, una relación en la que se conocen y desarrollan valores. Algunos específicos de la vida familiar: el afecto, el interés por el otro, la subordinación de mis deseos al bien del otro, el respeto hacia los que tienen autoridad, etc.

Al vivir esos valores, los vivimos como esposos fieles, como hijos dóciles, como hermanos entrañables, como abuelos entregados. Valores que nos conducen a obrar con la bondad que anida en el corazón bueno de cada miembro. Y justamente ese corazón bueno es lo que más une a nuestra propia familia. Un corazón capaz de soportar la angustia y la dificultad y de expresar también el gozo por el acierto o la conquista del tipo que sea, de alguno de los miembros.

En la familia somos amados tal y como somos y por lo que somos. Ninguna otra cuestión importa. Lo que vale realmente es que somos de la familia y en ella encontramos la serenidad, el sosiego, la comprensión y el afecto.
Realmente nos definimos por ser de una familia. Tú, ¿quién eres?, pregunta uno. Y respondemos: Soy hijo de Fulano, nieto de Mengano. Esa nuestra identidad. Ese es nuestro tesoro.


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