viernes, 12 de julio de 2019

CICERÓN. HONESTIDAD Y CONVICCIONES




Tenía treinta años cuando fue elegido cuestor en los comicios del 76 a. C. Y enseguida toma conciencia de los deberes que ello implicaba: a partir de ahora ya no sería un simple mortal… debía sacrificarse a sí mismo ante el interés del Estado. Influido por los filósofos, que situaban entre las virtudes fundamentales la “temperantia”, es decir, el control de uno mismo, que impide al hombre honesto usar el poder sin moderación. (90). Y cree que la más alta realización de un hombre consiste en trabajar por el bien de su ciudad. (185). Y para ello se sirve de la palabra, que según él, tiene el poder de atraer la atención de los hombres, de conquistar su inteligencia, de arrastrar su voluntad en el sentido que se desea o de disuadirlos. (249). La palabra, añade, no es sino la manifestación del ser interior. (339).

Un dato más del carácter de Cicerón, es el sentido de la honestidad que se pone aún más de relieve durante la guerra civil entre Pompeyo y César. Él no puede unirse a César, porque ha dedicado su vida con una fidelidad plena, a la defensa de la República y esto está en contradicción con la postura y los planes de César.[1] (315).

Desea ante todo aparecer como la más alta autoridad moral de la ciudad. De ahí que su pensamiento podía estructurarse en la honestidad que da hermosura al alma.

En esta postura, sabe que debe estar acompañado probablemente siempre del sacrificio. Sin embargo, está muy firmemente convencido que el objetivo merece la pena. De ahí la escrupulosa actitud que adopta hacia la moderación en sus años como edil, después como cuestor y finalmente como cónsul.

En los años en los que ve que es más que posible la extinción de la República, ante la prosperidad que va tomando la posibilidad del primer triunvirato, se inclina hacia el que cree más benévolo para Roma: la unión con Pompeyo. Y no acierta. Julio César será el ganador y el azote de Pompeyo, pero Cicerón continúa fiel a sus convicciones.


[1] Cicerón. Pierre Grimal. Ed. Gredos. 2013. Páginas 90, 185, 249, 339 y 315 respectivamente.

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